El tiempo en la jornada escolar

 en Luis Christian Velázquez Magallanes

Luis Christian Velázquez Magallanes*

En los albores del siglo XX, con los avances de las ciencias y en un mundo desbordado en odio y con demasiada intolerancia a lo diferente, Martin Heidegger lanzó una pregunta antiquísima, pero con una vigencia significativa: ¿Qué es el hombre?
El filósofo alemán estaba preocupado, como muchos pensadores de corte humanista, por el papel del hombre en una sociedad que mantenía un interés y una efervescencia por los avances científicos.
El siglo XX, con su razonamiento instrumentalista, pretendía la construcción de una epistemología basada en variables cuantificables, pero en esta postura siempre, como el conejo de Alicia, salta la liebre porque la perspectiva matemática y sus predicciones se oponen al ideal de libertad y autodeterminación del Hombre. A la especie no le gustan las amarras; libre siempre pretende ser.
Heidegger encuentra un sendero importante para responder a la cuestión antropológica en la noción de tiempo. La temporalidad es la estructura fundamental que permite la comprensión de la existencia humana. A partir de esta categoría, el Hombre acepta y se reconcilia con su pasado porque es determinante de su ser en el aquí y ahora -describe su presente-. Esta aceptación es una toma de conciencia que permite la toma de decisiones que se proyectan al futuro.
La reflexión adjudica una dimensión poética y memorable al tiempo; Heidegger plantea que se debe comprender al hombre como un ser para la muerte, porque la temporalidad explica que su esencia es finita.
La noción de Tiempo permite comprender la finitud de los eventos en los que participa el Hombre. La conciencia registra el desarrollo o evolución de los fenómenos; somos capaces de identificar lo que fue, lo que es y lo que puede llegar a ser. En este punto se entiende la importancia de lo que hacemos a través del tiempo. ¿Las decisiones para determinar nuestro ser son las mejores o simplemente no somos conscientes de nuestros actos?
La reflexión sobre el tiempo se puede trasladar, con un sentido de necesidad y emergencia, a la comprensión de cómo se realiza el fenómeno de enseñanza-aprendizaje. La pregunta puede ser simple, pero su sentido es devastador para los que solo cubren un escritorio, un horario o una jornada escolar. ¿Qué sentido tiene el tiempo en el diseño instruccional de una secuencia didáctica? ¿Las actividades del ciclo escolar, de la semana, del día y de cada sesión aprovechan su tiempo en acciones enfocadas hacia el aprendizaje?
En el año 2017, la autoridad educativa publicó el acuerdo 717, en donde se establecían los rasgos de normalidad mínima para que los centros escolares operen y brinden en condiciones óptimas el servicio educativo. Al respecto se rescatan los rasgos relacionados con la idea de tiempo:

• Todas las escuelas deben brindar el servicio educativo cada uno de los días establecidos en el calendario escolar; para ello, las autoridades educativas locales y municipales deberán asegurar que las escuelas cuenten con el personal completo de la estructura ocupacional correspondiente, desde el inicio del ciclo escolar hasta su conclusión, y evitar que se tenga personal por arriba de la estructura autorizada.
• Todos los grupos deben disponer de maestros la totalidad de los días del ciclo escolar, por lo que las autoridades educativas locales y municipales deberán garantizar que la sustitución del personal que se requiera en la escuela dentro del ciclo escolar se realice en tiempo y forma.
• Todos los maestros deben iniciar puntualmente sus clases.
• Todos los alumnos deben asistir puntualmente a sus clases.
• Todo el tiempo escolar debe ocuparse fundamentalmente en actividades de aprendizaje.

El proyecto educativo de un Estado debe tener una estructura de fondo y forma para que los resultados sean los esperados y más cuando el único vehículo para igualar las circunstancias entre los individuos, a pesar de las divergencias económicas o sociales, es la escuela formal. Pero, aunque el programa en su teoría esté completo y responda a las necesidades, la verdadera prueba está en su aplicación.
Si revisamos en la inmediatez, por ejemplo, cómo se realizan las políticas públicas para cumplir con los rasgos de normalidad mínima, podemos encontrar las respuestas de por qué es necesario revisar el uso del tiempo efectivo en los procesos de enseñanza.
Respecto al primer rasgo presentado, si bien la estructura directiva de las escuelas reconoce y cumple a cabalidad con el calendario escolar porque saben sus implicaciones administrativas y jurídicas, en la parte de la estructura educativa o plantilla salen raspados. Aún siguen presentándose favoritismos y prebendas para asignar a sujetos que, por preparación, no deberían estar en aulas o en entornos escolares. ¿Cómo le pedimos a individuos que no tienen el más mínimo sentido de lo que es enseñar que aprovechen el tiempo en actividades significativas?
En cuanto al segundo rasgo enunciado, la escuela formal se enfrenta a la bestia de mil excusas para no asignar docentes o personal necesario para las escuelas. Pero también aquí debemos preguntar, ¿hasta qué punto las autoridades escolares o jefecitos y los líderes sindicales o charros no cumplen con los lineamientos para la asignación oportuna del personal faltante? El tiempo de respuesta permite inferir que estas anomalías demuestran que no existe una genuina voluntad para resolver la sustitución del personal escolar. En este rasgo, ¿a quién cuestionamos la pérdida de tiempo que ocasiona tanto rezago educativo?
El tercer y cuarto rasgo, indudablemente, forman parte de una sola pieza. La puntualidad implica el reconocimiento, desde una dimensión ética, que cada segundo en el diseño de una secuencia didáctica cuenta. Entonces, ¿por qué un número significativo de docentes hace de la impuntualidad un hábito? La consecuencia de una escuela con docentes y procesos impuntuales es la consolidación de alumnos impuntuales. Vaya silogismo que estamos otorgando a la formación de nuestras niñas, niños y adolescentes. La impuntualidad en los procesos de enseñanza genera prácticas que no ayudan a nuestros alumnos a consolidar un proyecto futuro.
El último rasgo, el más heideggeriano de todos, es una losa permanente que debe pesar en el docente crítico. Todas las acciones y decisiones de la práctica educativa buscan la consolidación de aprendizajes o solo se improvisa para pasar el tiempo. Parece, entonces, que los responsables del servicio educativo, en todas las áreas, deberían revisar cómo usan el tiempo, porque no se están afectando, están socavando el futuro de nuestros jóvenes.

*Licenciado en Filosofía. Profesor en la Escuela Secundaria General 59 “Francisco Márquez”. [email protected]

Comentarios
  • Martin Linares Ramos
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    Tremendo trabuco lanzas con esta onda del tiempo. Trazas una hipérbole de largo aliento que inicia con la búsqueda de sentido del hombre por sí mismo -y la acompañas conceptualmente con la noción de tiempo- hasta llegar a cuestiones tan prosaicas como el uso del tiempo en lo cotidiano de los centros escolares, dejando al descubierto un feo y hediondo esqueleto.

    ¡Profano! ¿Cómo osas cuestionar la somnolencia de los operadores del sistema educativo en Jalisco? ¿Qué no sabes que el cuerpo normativo es tan solo el ropaje catrín de un muerto viviente?

    Shhhhhhhh…silencio…guarda silencio…

  • Francisco Millán
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    “A la especie no le gustan las amarras; libre siempre pretende ser”

    pero la finitud de mi tiempo me debe mover a actuar para la formación del otro (de los otros) que a su vez me da sentido y forma a mí en este mundo, en esta aula, en estos tiempos.

    Nos pones a pensar Luis Christian…

  • Sebastián
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    Buen artículo, no entendí mucho pero lo leí todo

  • Brayan
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    Todos deben aprovechar esa oportunidad de estudio

  • Edith Cecilia Galindo Márquez
    Responder

    Si en la actualidad y todos los tiempos se pretende en la educación formar seres críticos, reflexivos, éticos y actores del mismo protagonismo de su aprendizaje, que más allá de lo aprendido en el aula, debe demostrar lo que aprehendió y movilizar sus saberes. Que si bien es cierto, el ejemplo arrastra, y me refiero al actual del docente en el aula, no es una determinante para modelar un comportamiento porque así como hay docentes impuntuales y faltos de compromiso, también los mismos rasgos se viven en los estudiantes de cualquier grado escolar.

    Importa rescatar que los cuatro pilares de la educación tal como lo establece la UNESCO, son fundamentales para una educación integral del sujeto, sino, ¿Cuál sería el sentido existencial de la escuela como ente formador de valores?

    Gracias por los interesantes artículos que son publicados. ¡Felicitaciones!

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