Educar: lo de siempre y lo nuevo
Miguel Bazdresch Parada*
Educar es una tarea para siempre. Las personas, muy antes, antes, después, hoy y mañana, tendremos necesidad de la educación entendida siempre como una actividad con dos áreas del ser humano muy importantes. Educar para conocer, vivir y, en lo posible, aprovechar el mundo concreto en el cual cada persona vive en la época específica que le tocó vivir. Y Educar para desarrollar, multiplicar y aprovechar todas las capacidades propias del ser humano que somos. En ambos “educar”, la clave es aprender para aplicarlo a nuestras dudas, preguntas, deseos, expectativas y sueños.
Aprendemos a comer, beber y alimentarnos a modo de construir y disfrutar la base de la vida. Nuestro cuerpo nos avisa: Tengo hambre y de diversas maneras, desde el lloro estentóreo de cuando somos bebés hasta el antojo de una pieza de carne preparada y cocinada a la leña. Aprendo a satisfacer esa hambre según aprendemos de la experiencia de comer, beber, saborear diversos materiales, carnes, hierbas, frutas y texturas con los cuales satisfacemos hambre y conocimiento de lo comestible para distinguirlo de lo no comestible.
Y también desde edad temprana nos damos cuenta de los modos, sucesos y actividades que nos rodean y las usamos o no para participar en el grupo en el cual nacimos y vamos a vivir un rato largo. La sonrisa es, según los especialistas, nuestro primer gran recurso para establecer relación con otros seres humanos, pues al sonreír vamos a obtener una sonrisa de quien tenemos enfrente, intercambio fundamental, sencillo y cimiento de todas las demás interacciones con nuestros contemporáneos, interacciones con las cuales nos educamos en la relación con otros, tanto para reconocer una simpatía como para darnos cuenta de las antipatías.
Educar para comer, crecer, hablar, comunicarme y así vivir, y educar para participar y ser parte de una comunidad con la cual poco a poco me identifico; actúo como veo que hacen y hablan. Así, poco a poco, distinguimos el hacer y pensar para estar, del hacer, pensar, hablar para vivir, ser parte de y aprender todo lo necesario para, poco a poco, ser uno más de esa comunidad inicial y luego de otras comunidades con las cuales enriqueceré mi saber, hacer y pensar personal.
La escuela es para ayudar a educarnos en el aprendizaje de los recursos de conocimiento de las cosas, conocimiento de las relaciones entre las personas y conocimiento como modos de producir cultura, textos, herramientas, modos de pensar, cultura de todos los días y construcción de elementos para un futuro mejor. Todo lo cual supone unas relaciones muy específicas y fuertes con el saber, el prójimo, la autoridad, la familia y los modos de edificar el hoy y el futuro de la vida comunitaria.
Educar para tener conocimientos y dominio de las relaciones entre las personas y las instituciones de la sociedad en la que vivimos es la meta humanista. Sin embargo, desde el surgimiento de la economía capitalista, el conocimiento se usa para mantener en operación, con trabajo asalariado, todos los negocios que producen todo lo que la sociedad necesita para comer, vivir, divertirse y crecer, y aprender lo nuevo para evitar la caída de los rendimientos, cimiento de nuestra economía.
Así, si bien las personas nos educamos para convivir en la sociedad en la que nos tocó nacer o estar, también hay una educación para comprender cómo y con cuáles supuestos tiene vida la sociedad, entre los cuales el conocimiento para trabajar, producir y mantener en funciones la economía son elementos indispensables, y además, se renuevan constantemente y por eso nos educamos para aprender a lo largo de la vida. Educarnos en lo de siempre y en lo nuevo.
*Doctor en Filosofía de la Educación. Profesor emérito del Instituto Superior de Estudios Superiores de Occidente (ITESO). [email protected]