La abuela (en el día de los abuelos)

 en Jorge Valencia Munguía

Jorge Valencia*

Noventa años son casi un siglo. La abuela los cumplió ayer. Históricamente, significa que presenció dos guerras mundiales; el nacimiento, caída y resurgimiento del PRI. Casi todo el comunismo. Las vanguardias estéticas. La construcción incierta y desatinada de este país.
Más de la mitad de su vida ha sido abuela, antes suegra y mamá. Desde hace poco, viuda. Tuvo once hermanos y los enterró a todos; hace mucho dejó de ser hija. Hoy es una bisabuela orgullosa.
Se contenta con ver la tele y marcar el teléfono a su única hija. Interactuar con sus bisnietos, regañar al perro y platicar con quienes la visitan como labor social. Acepta la comunión diaria como una rutina que le anticipa a Dios.
Cuenta que caminó la distancia de Aguascalientes a la Ciudad de México, adonde la llevaron a vivir muy chica. Refiere anécdotas de fines de los años veinte, cuando éste era un país rural y todavía olía a sangre y pólvora de la Revolución. Sin haber nacido en el DF, se considera chilanga. Si por ella fuera, iría a Misa a San Fernando y a comprar las verduras al mercado Martínez de la Torre. Ya no sale de casa. Se desplaza en silla de ruedas empujada por alguien. Vive en Guadalajara. La mitad del día, duerme; la otra mitad, recuerda apenas quién fue. Es noctámbula por capricho.
Le cuesta trabajo oír. Dice que le duele todo. El reumatismo le impide manipular el control remoto de la tele, el libro que lee a medias con la ayuda de una lupa y las fotografías de la gente que sólo ella sabe quién es. A veces pone la radio con el único objetivo de que haya ruido y ella divague a través de memorias incompletas. Ríe con ganas y llora sin motivo. Se ha resignado al pañal.
Los ancianos vuelven a ser niños a partir de un suceso impredecible. Requieren cuidados y demandan atención. Todos les sacan la vuelta. Conviven con ellos el tiempo indispensable y procuran acumular pendientes urgentes que justifiquen la lejanía.
La dosis de futuro con que nacen los niños, a los abuelos se les agotó. Sólo les queda el pasado. Cortázar escribió que después de los cuarenta “la verdadera cara la tenemos en la nuca, mirando desesperadamente para atrás”. La abuela duerme de lado, como queriendo estar al tanto de los dos rumbos.
A los nietos nos cuesta trabajo pensar en los abuelos como personas jóvenes. Que fueron nuestros abuelos con menos años de los que nosotros tenemos ahora. Que tuvieron un romance y que en algún punto previeron con temor que el primer nieto era una puerta abierta para las arrugas, la decrepitud, la ancianidad. Dicen que fue bonita y que tuvo muchos pretendientes. No se parece a sus fotos. Tiene la cara de todas las ancianas, como si la vejez fuera el uniforme carnal del tiempo que difumina a todos. Son uno solo. Tal vez tengan el verdadero rostro de Dios.
Fue una mujer fuerte y platicadora y acostumbrada a mandar. Su casa alguna vez fue un territorio donde ella determinaba horarios para dormir y levantarse, platillos para comer y canales para ver la tele. Hoy le imponen todo excepto el volumen con que envía el mensaje de que aún decide cuánto escándalo se ha de escuchar.
No tiene posesiones. Sólo algunas figuras de porcelana, de lladró y de plástico que conserva como su necedad de vivir. Si cumplir noventa es una bendición merecida por pocos, la abuela pertenece a esa élite. Amorosa como es, nos regala la sensación de tener aún una abuela a quienes ya estamos en edad de tener nietos.
Al pensar en ella, siempre asaltan unas ganas compasivas de llorar. De reojo, reconocemos cierto parecido irremediable.

*Director académico del Colegio SuBiré. [email protected]

Comentarios
  • Víctor Ponce

    Estimado amigo

    Soy uno de tus viejos amigos. Soy, hasta ahora, el Director de la Escuela Normal Superior de Jalisco. Tenemos un café literario, en donde leemos tus textos. Sigues escribiendo muy bien. Recuerdas que Laura decía que escribías desde el corazón de la mujer, que nadie como tú comprende ese interior oculto para los género macho. En fin, me, nos, gustaría tenerte un día miércoles por acá. Saludos y abrazos

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