Otra mirada

 en Miguel Bazdresch Parada

Miguel Bazdresch Parada*

Hace unos días, 28 de diciembre, Día de los Santos Inocentes, Carlos Magro, investigador de la educación, español, publicó en su columna (carlosmagro.woedpress.com) una nota titulada “Otra mirada hacia la adolescencia y juventud”, con la coautoría de su colega Albano de Alonso.
Vale la pena una mirada a esta Otra Mirada con el propósito de verificar nuestras coincidencias o diferencias con esta mirada a los jóvenes. El punto de partida del texto es el siguiente:

“La idea de que la educación de hoy es peor que la de ayer, que el nivel bajo, que los jóvenes están mal preparados y que cuando salen de su recorrido académico carecen de destrezas para seguir estudiando o incorporarse al mundo laboral es vieja, tanto como la propia escuela.
La tendencia histórica a referirnos con carga peyorativa a la juventud se repite de forma cíclica. Lo podríamos llamar el efecto “hoy en día…” y se expresaría con la conocida fórmula: “los jóvenes de hoy en día…” (donde pone “jóvenes” sustitúyase por “niños”, “adolescentes” o “estudiantes”)”.

Los autores tratan de combatir una ideología dominante cuyos trazos generales pueden ser los siguientes: En el fondo de esa mirada “histórica” tan actual en muchos sectores del país está un propósito de minusvalorar a la juventud de hoy porque “nosotros los hombres y mujeres responsables de la vida nacional” estamos “hartos de una educación deficiente”. Los jóvenes no saben de la historia del país, no aprecian el esfuerzo de sus padres y maestros por enseñarles algo tan “superado” como “las fórmulas” para resolver problemas del libro de texto, menos entender los problemas de la vida diaria de los negocios o de las instituciones en las que quieren trabajar. Y los maestros no aceptan la era digital, imperativa hoy día, y menos se ayudan de esos productos para que los jóvenes aprendan a manejarlos y usarlos en la preparación académica, ética y moral necesaria para vivir en este mundo de conflictos, drogas y malvivientes.
En alguna forma, en México y en nuestro medio social cercano (cualquiera que este sea) se comparte esa crítica a las generaciones nuevas, porque no les interesa, según los adultos y adultas, trabajar duro, ganarse su lugar con esfuerzos y sacrificios, demostrar su capacidad de aprender las nuevas “armas” del conocimiento y hacer equipo tanto con los y las adultas para ponerse a trabajar para resolver los ingentes problemas de México: los malos gobiernos, la inseguridad galopante, la pobreza, la salud para todos y, sobre todo, aprender a cuidar esta sociedad, la única que tenemos, para resolver lo que no funciona y diseñar las nuevas acciones y actitudes frente a los déficits tan conocidos.
Frente a estas ideas demoledoras, la educación, nos dicen Magro y Albano, tiene un fundamento central en la confianza, no en el control:

“El principio fundamental de la enseñanza es confiar siempre en las posibilidades del sujeto. La educación nos invita a proyectarnos, imaginar mundos posibles. Educar es siempre un acto de resistencia a la reproducción de las desigualdades. Por eso concebimos la escuela como un lugar de creación de inéditos-viables, parafraseando a Paulo Freire.
La educación tiene la capacidad para darnos a cada uno, independientemente de nuestros antecedentes, aptitudes o talentos, tiempos y espacios para alzarnos sobre nosotros mismos y para renovar el mundo. Es un espacio en el que aprendemos a vivir esperanzados, por lo que su campo semántico estará formado por palabras como utopía, esperanza, posibilidad, confianza, lucha y transformación”.

Querer controlar a los estudiantes es desconfiar de ellos. Sostener la minusvalía de los estudiantes no les permite demostrar su valía, capacidades y pensamientos. Insistir en el aprendizaje en abstracto impide mirar los inéditos concretos propuestos por los estudiantes y les comunica desesperanza y vacíos. Por eso conviene insistir a padres, madres, jefes y dueños, maestros y maestras que la mirada (Otra) de los jóvenes ha de estar preñada de posibilidad, esperanza, potencia y capacidad.

*Doctor en Filosofía de la educación. Profesor emérito del Instituto Superior de Estudios Superiores de Occidente (ITESO). [email protected]

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