No FIL
Jorge Valencia*
En 1987, quienes tenían 20 años o menos y asistieron a la Feria Internacional del Libro de Guadalajara por primera vez, se maravillaron con tres cosas: la cantidad de libros que se ofrecían, lo barato de algunos y la presencia de escritores que eran sus ídolos literarios.
Después de más de tres décadas de feria, la primera impresión sigue vigente en cuanto a la cantidad de títulos que la FIL ofrece. Por el número de asistentes con boleto pagado, las editoriales expositoras y los libros que ahí se exhiben, la feria es la más importante de Hispanoamérica y una de las más grandes del mundo en su género.
Las editoriales que ofrecen novedades y son dignas de escrutinio, por el mérito de los autores y el cuidado editorial de sus obras, resultan apenas una lamentable minoría. Y siempre son las mismas. Hay mucho papel, pero de desigual valor editorial y literario. Un porcentaje menor de lo ofrecido es lo que un bibliófilo de cepa pretendería encontrar.
En general, los libros contenidos en el recinto ferial no son más baratos que en las librerías. El porcentaje promocional ofrecido como “precio de feria” se compensa con el boleto de entrada, el estacionamiento y los empujones gratuitos de la multitud enjundiosa.
Tampoco se encuentran libros raros o títulos que no se puedan solicitar por internet, de forma impresa o digital.
Los autores que hace más de treinta años desfilaron por la feria de Guadalajara se han ido muriendo o desapareciendo del “mainstream” literario. Algunos de los fanáticos crecieron y cambiaron sus aspiraciones por actividades bursátiles, más lucrativas e ideológicamente menos comprometedoras. Los otros fanáticos comprenden que pueden escuchar a sus autores favoritos en videos descargados de internet.
El programa de FIL ofrece lecturas de la obra de autores recientes, algunos consagrados, ante audiencias reducidas en número y conocimiento del tema. Principalmente, los pasillos de la feria son aprovechados por niños de escuela y profesores que les solicitan tareas poco trascendentes.
Como toda feria, la FIL ofrece atracciones. Bandas de rock, conferencias, juegos varios y esnobismo significativo que han convertido al evento en una especie de “addendum” de las Fiestas de Octubre. Tal vez un día se muestre a la mujer araña o la metamorfosis “in situ” de Gregorio Samsa.
Por lo pronto, los visitantes se pasean entre los estantes con la intención de discernir corrientes estéticas por contagio. Como la gripe o la viruela. Tiene su encanto. Los gritos de los niños llevados a fuerzas por sus maestros obsesivos germinan preferencias, adiciones y rechazos. La semilla del lenguaje escrito cae en las conciencias como una esperanza de un futuro más verbal, menos egoísta. El lenguaje es de todos. Civiliza y se perpetúa gracias a la escritura.
La novedad de la FIL consiste en su continuidad.
*Director académico del Colegio SuBiré. [email protected]