Un jardín de rosas secas: El Principito y la metáfora del abandono parental

 en Marco Antonio González

Marco Antonio González Villa*

El Principito escrito por Antoine de Saint Exupéry es un libro que, bien se puede leer en una sola sentada, por su poca extensión y lenguaje sencillo, pero brinda la posibilidad de reflexionar sobre diferentes situaciones y problemáticas sociales que han estado presentes por mucho tiempo. Hoy me centraré en el tema de la parentalidad.
En un pasaje del libro, El principito dialoga con un zorro y brinda una explicación tierna, bonita y clara de cómo se vive, o debería vivirse, la maternidad y la paternidad: le explica al zorro el significado de domesticar y la importancia que tiene para él su rosa, de una forma tal que el libro es una lectura obligada en toda institución educativa o dentro de un programa de Escuela para Padres.
Etimológicamente es un derivado de domus, que significa casa-hogar y domesticus, que refiere a lo que es propio de la casa, parte del hogar, perteneciente al círculo íntimo de una familia; crear lazos, dice el Principito, por lo que es una definición ligada a establecer vínculos. Interesantes definiciones, comúnmente desconocidas, ya que suele considerarse domesticar como civilizar, quitar lo salvaje o amaestrar, que van más del lado de educar a alguien. Podríamos entonces establecer que al educar se establecen vínculos.
La forma en que el Principito explica lo que su Rosa significa para él define propiamente una relación parental-filial: Mi sola flor es más importante que ustedes… la he regado, la he cuidado… la he arropado… La oí quejarse… Porque esta es mi rosa… El tiempo que has perdido con tu rosa es lo que hace a tu rosa tan importante.
Lamentablemente, las palabras del zorro revelan una triste verdad de la sociedad: Los hombres han olvidado esta verdad… Eres responsable para siempre de lo que has domesticado…
Tenemos aquí uno de los principales problemas de la sociedad, que ha derivado en el abandono y falta de cuidado de varias generaciones; tenemos jardines completos con rosas secas, marchitas y abandonadas por quienes no querían o decidieron no cuidar su rosa.
Y así, en un final alternativo, tenemos a Docentes-Principitos que reciben en su planeta-aula a cientos de rosas botadas de otros planetas, recibiendo la orden de que es su obligación que cada una de ellas sea su Rosa, lo cual, obviamente, es práctica, física y emocionalmente imposible: unas rosas se salvan, otras quedan lastimadas y otras más se pierden en diferentes planetas.
Desde la óptica del libro, los docentes domesticamos a cada estudiante, cuidando de cada uno, creando lazos, pero teniendo algo claro y directo: podemos cuidar de las rosas, mientras se encuentren en nuestro planeta, pero ¿quién cuida de las rosas abandonadas o maltratadas? ¿Quién cuenta la historia de las rosas que no son de nadie? Necesitan un planeta y alguien que los cuide para siempre… los docentes los protegen sólo unas páginas del libro.

*Doctor en Educación. Profesor de la Facultad de Estudios Superiores Iztacala. [email protected]

Escriba su búsqueda y presione ENTER para buscar