El desarraigo como fuente de creación

 en Marco Antonio González

Marco Antonio González Villa*

Echar raíces… son dos palabras que juntas nos hablan de aspectos que son socialmente positivos, ya que pueden traducirse en afianzarse, establecerse, asentarse o sentar cabeza, dice la analogía. Cuando se habla de las raíces de una persona se hace referencia a su origen, familiar, cultural o geográfico, por lo que podemos establecer que las raíces de una persona forman parte de su esencia, son estructurantes y definen lo que uno es en un amplio sentido identitario.
Sin embargo, en ocasiones las circunstancias de la vida llevan a una persona a sufrir un desarraigo, a perder sus raíces y tener una suerte de desplazamiento literal y/o simbólico que los coloca en un otro lugar, lo que puede implicar inestabilidad, una sensación de abandono o soledad que pudiera paralizar a cualquiera… o de llevarlo a un punto de creación.
El desarraigo obliga a ampliar la mirada, la perspectiva y el enfoque en la lectura de la realidad, dado que se adquieren las significaciones de la nueva cultura, se adopta el nuevo rol o incluso los nuevos conocimientos de una disciplina si extendemos la idea de desarraigo al campo de lo profesional, con lo que se enriquece definitivamente el pensamiento.
El desarraigo comúnmente tiene dos fuentes principales, por un lado, es la necesidad de buscar mejores condiciones de vida dada una precariedad que se vive en el lugar de origen y, por otro, cuando se atenta contra la integridad o vida de las personas, ya sea por cuestiones bélicas o persecución política, que obliga a una persona a ir hacia otras latitudes. En esta ocasión, nos centraremos en ejemplos de aquellos que vivieron la última situación referida.
En la década de los 70 llegaron a México diferentes teóricos provenientes de América del Sur, que venían huyendo de las dictaduras militares que tomaron el poder de sus países vía golpe de Estado. El filósofo Enrique Dussel y el psicoanalista Néstor Braunstein de Argentina, así como el uruguayo José Perrés, llegaron a nuestro país contando ya con un prestigio y reconocimiento debido a su producción teórica, no obstante, aquí alcanzaron una madurez intelectual que les permitió legar una vasta riqueza de saberes dentro de sus respectivas disciplinas. Sigmund Freud y Paulo Freire son otros de los grandes personajes del saber que tuvieron que desplazarse hacia otros lugares producto de la persecución de la que fueron objeto.
En cada uno de los personajes referidos, el desarraigo fue una variable que influyó, innegablemente, en su producción teórica y visión del mundo, por lo que, al menos como hipótesis, podemos plantear que el desarraigo posibilitó actos de creación, en donde puede haber implicadas otras variables obviamente, como el dolor, la multi e interculturalidad, la contención social y política en una nueva nación, entre otras, que les permitieron precisamente echar raíces en otro lugar, floreciendo no sólo en su país, sino en diferentes naciones. Falta analizar e investigar más a fondo el papel del desarraigo en la generación de conocimiento, aquí sólo ofrecemos un primer acercamiento.

*Doctor en Educación. Profesor de la Facultad de Estudios Superiores Iztacala. [email protected]

Comentarios
  • Claudia Morales Ramírez

    ¿Acaso el desarraigo haya posibilitado una suerte de marasmo creativo en los investigadores-escritores que usted menciona? Es sabido, de acuerdo con Rank y otros teóricos, que la depresión o melancolía se vincula a la creatividad. De esta forma, es muy probable que la producción de estos autores también esté matizada por el sentido de pérdida. Gracias por el texto, Doctor.

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