¿Contenidos o procesos?

 en Miguel Bazdresch Parada

Miguel Bazdresch Parada*

En el estudio de la realidad educativa existen campos conflictivos, sea por las consideraciones diversas que proponen los estudiosos, sea por las dificultades prácticas de “enseñar” ciertos modos de estudiar, sea por las complejidades del aprendizaje cuando estudiantes de un mismo contenido lo aprenden mediante procesos diversos.
Desde luego, los diferentes grados y niveles en los cuales está organizada la impartición educadora están razonados para diversos contenidos y procesos, sea por edad, sea por materia a estudiar. Por ejemplo, en la educación preescolar se enseña con detalle psicomotricidad a fin de que el estudiante se dé cuenta de las posibilidades de su cuerpo, según su gusto, disfrute o necesidad. No es lo mismo agacharse, por ejemplo, bajando la cadera o solo estirando los brazos. Eso ya no se enseña en secundaria o bachillerato. En esos niveles, la educación física está dirigida a facilitar los movimientos que exigen los deportes o para mantener un cuerpo sano y equilibrado.
Aprender historia implica procesos diversos al aprendizaje de matemáticas. No sólo porque implican contenidos claramente diversos, sino porque implican aprender constructos mentales también diversos. De ahí la importancia de aprender a aprender de parte del estudiante: ¿me doy cuenta cómo aprendo?, ¿qué y cómo me ayuda el profesor?, ¿qué me estorba de lo que me pide el profesor/a?, y más.
Ante estas preguntas, en muchas ocasiones el profesor/a insiste en el contenido “porque eso es lo establecido” en el programa o en la guía. Esa insistencia desconoce la importancia del proceso. El resultado es la memorización para no reprobar y el olvido a continuación. La esencia educativa queda mermada o lastimada.
Por otra parte, si se insiste en los procesos congruentes con los contenidos, encontramos la dificultad de la individualidad, esto es, cada estudiante tiene “su” modo de aprender. Algunos modos son propios de varios estudiantes, y se hace posible el aprender en grupo o en equipo con compañeros que se identifican por coincidir en las mismas actividades procesuales. Aprenden de la misma manera y eso ayuda a aprender en grupo e incluso ir más allá de los contenidos solicitados por el profesor. Otros estudiantes aprenden solos leyendo, preguntando, imaginando aplicaciones útiles, complejas y hasta lúdicas. Así, es posible solicitar que los estudiantes comuniquen al grupo y al profesor/a cómo y qué aprendieron. Y todos pueden hacer preguntas, dudas, lo que les gustó, y nuevas propuestas para avanzar.
Privilegiar el contenido conduce a definir actividades del profesor/a con el propósito de “presentar” ese contenido a los estudiantes, para los cuales se pueden usar diversos recursos por parte del profesor/a: explicar con anotaciones en la pizarra, usar posters preparados con anticipación, elaborar una presentación digital, usar un libro con la explicación del contenido construida para que el lector aprendiz lo pueda seguir sin ayuda del profesor/a, y otros muchos. La reacción de los estudiantes comunica al profesor/a si lo entienden, si se dan cuenta de lo importante, si lo pueden repetir, si pueden contestar preguntas relativas a ese contenido. La dificultad está en seleccionar el contenido de entre las montañas de materiales posibles en cada tema.
Contenido y proceso: la dualidad clave en el educar.

*Doctor en Filosofía de la educación. Profesor emérito del Instituto Superior de Estudios Superiores de Occidente (ITESO). [email protected]

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