Percepción y subjetividad ¿cómo se enseñan?
Marco Antonio González Villa*
Al ser dos procesos de implicaciones psicológicas, neurofisiológicas, incluso sociales, ligados a otros procesos como la reflexión, el aprendizaje, el análisis o el pensamiento crítico, entre otros, pareciera que la pregunta inicial está mal planteada; tal vez sería más preciso señalar cómo se ayuda o apoya en su desarrollo, sin embargo, para motivos de discusión y debate parece una aceptable pregunta generadora.
La percepción, como proceso neuropsicológico, siempre se encuentra ligada a la sensación. La sensación, como tal, es un proceso biológico, que implica captar estímulos del ambiente a través de los receptores que encontramos en cada uno de los sentidos, lo cual, en condiciones de normalidad, es igual para todos, pero la percepción, que implica la interpretación de dichos estímulos, es diferente en cada persona; la percepción tiende a generar opiniones. La forma de percibir se ve influenciada por valores, experiencias previas, aprendizaje vicario, historia, cultura, la edad, la formación, el género, la religión, la clase social, la etnia, entre muchas otras variables y factores que determinan la apreciación y valoración de lo percibido: pensemos en una fruta que no nos gusta, pero a otras personas sí o en cómo percibimos un taco de tripa o moronga, comer carne de cerdo, comer en la calle, la fragancia u olores que nos gustan, el género musical que nos gusta, si preferimos calor o frío o bien un punto medio, en fin, hay miles de ejemplos para señalar la forma en que percibimos diferente determinado mucho en función del contexto social, cultural e histórico que nos tocó vivir, en donde juegan un papel importante los demás en la determinación de la interpretación que hacemos de los estímulos sensoriales captados.
La subjetividad, por su parte, es un proceso más complejo y de mayor profundidad, ya que implica la definición del ser, la elección de la definición de su identidad, su forma de leer e interpretar la realidad, tomando conciencia de sí y de una filosofía de vida, así como reflexionando continua o permanentemente en torno al papel de los otros en mí y el mío en los demás: hay la necesidad de desarrollar un pensamiento abstracto, que no se basa solamente en lo percibido, sino de la puesta en marcha ontológicamente de diversos procesos psicológicos que no toda persona desarrolla, dado que no es algo automático o que se desarrolle por sí solo. Tiende a implicar a la razón.
Al tener tanto la percepción como la subjetividad un carácter multifactorial y multicausal, la escuela juega un papel no exclusivo, en donde aporta, pero no necesariamente determina: en ambos procesos el aprendizaje tiene un factor de impacto, también están las relaciones socioafectivas, los ideales construidos o adquiridos, el ejemplo de vida de docentes y autoridades, la maduración biológica y cognitiva, el contacto con el medio natural y social fomentado por la propia escuela… y esto aplica tanto para estudiantes como para docentes, ya que la percepción y la subjetividad se transforman de forma permanente en ambos.
Así que la escuela tiene diferentes formas de enseñar, en un amplio sentido del término, sobre la percepción y subjetividad de las personas, que van desde lo teórico, los ejemplos prácticos, el modelamiento, en la interacción o realizando actividades que fomentan su desarrollo cognitivo y socioafectivo.
Algunos dirán que es subjetivo lo que señalo y que sólo responde a mi percepción y tienen razón: de eso se trata precisamente, de entender que la percepción y la subjetividad son procesos ontológicos individuales, que coinciden con las formas de otras personas, pero que terminan definiendo lo que cada uno es. ¿Alguien opina distinto? Sí, así tiene que ser.
*Doctor en Educación. Profesor de la Facultad de Estudios Superiores Iztacala. [email protected]