De muertos, vivos y zombis ambulatorios que corren por las escuelas
Miguel Ángel Pérez Reynoso*
En solidaridad con todo el pueblo de Acapulco y el estado de Guerrero,
por el contexto de pérdida y devastación
gracias al huracán Otis.
Y que la normalidad, su normalidad regrese muy pronto.
El asunto de la muerte, los altares, las calaveras, las catrinas y los charros catrines son una de las distinciones culturales de muestro país.
Cada año las escuelas en nuestro país hacen un festival especial por este motivo y no se diga los estados de Michoacán y de Oaxaca junto con otros estados del sureste, que el Día de Muertos es escenificado con una serie de festividades que son dignas de ser estudiadas por la antropología.
Me detengo aquí para pensar en torno a la representación de la muerte y también de la vida por parte de los niños pequeños en edad preescolar. Las niñas y los niños que van de los 3 a los 5 años de vida y que asisten a los jardines de niños de nuestro sistema, tienen una forma especial de darle sentido al significado de la muerte.
Si bien, tenemos la garantía a partir de la herencia y la reproducción cultural, con respecto a las voces y las versiones que dan los adultos, (padre, madre, educadora), las niñas y los niños pequeños construyen significados propios. Ya Juan Delval y José Antonio Castorina, siguiendo las aportaciones de Piaget con respecto al abordaje metodológico de cómo niñas y niños construyen una forma particular del mundo social, es desde donde se reconocen dichas singularidades constructivas.
Sin embargo, por medio de las redes sociales: videojuegos y de una serie de mensajes que circulan a través de los dispositivos electrónicos, las niñas y los niños, en los últimos años le han dado un sesgo significativo a partir de darle vida a seres que no la tienen, zombis, ánimas, el paso por portales para viajar a universos paralelos o de mundos alternos a las que se les denomina multiversos. Esto no sólo sirve para generar confusiones significativas sino también ayuda a que niñas y niños construyan otros mundos dentro del mundo real en el que viven.
Si el tema nuclear es el Día de Muertos en nuestra tradición cultural, habría que acercarse a conocer cómo lo abordan las educadoras, cuáles son las intenciones educativas que subyacen a las distintas acciones de lo que se hace, qué le representa a una niña o a un niño pequeño pintarse la cara, ser la muerte, ser una catrina. El estado de Aguascalientes, lugar en donde nació José Guadalupe Posada, también es un lugar emblemático, ahí las prácticas culturales le rinden culto cada año al gran maestro Posada.
Pero regresemos a nuestra tradición, a propósito de culto o de pedagogías del sur, el significado de la muerte para la tradición indígena es muy distinta y distante a la invasión cultural de los europeos, la muerte es una forma de transitar a otra vida, a partir de pasar por los distintos niveles del inframundo, todo ello forma parte de un imaginario social y colectivo que cada vez se discute menos, y muchas de las preguntas de las niñas y los niños en edad preescolar hoy ya no tienen respuestas.
Habría que acercarse a conocer cuáles son las preguntas que se formulan niñas y niños pequeños, pero también las posibles respuestas a modo de hipótesis desde la mente infantil. Ahí tenemos una riqueza poco explorada a la cual deberíamos de acercarnos todas y todos educadoras, pedagogos investigadores, etcétera. La muerte, nuestra propia muerte, tiene sentido en la vida de todas y todos en el abordaje tanto dentro de las escuelas como fuera de ellas.
*Doctor en educación. Profesor–investigador de la UPN Guadalajara, Unidad 141. [email protected]