Las secuelas de la pandemia: la agenda que aún sigue vigente

 en Miguel Ángel Pérez Reynoso

Miguel Ángel Pérez Reynoso*

El gobierno de Jalisco ha sido muy fanfarrón desde el inicio de este sexenio. Recuerdo que en el mes de marzo, al principio de la contingencia por Covid–19, del año 2020, en el ámbito local se ordenó cerrar las escuelas dos semanas antes de que el gobierno federal diera la orden, esta medida de supuesta prevención terminó atropellando el trabajo de los maestros, por lo apresurado de la medida no hubo oportunidad de sacar ni un lápiz, ni una hoja de los recintos educativos.
En ese tiempo estaban estudiando en el posgrado algunos docentes (me refiero al caso de la MEB de la UPN, de la generación 2019-2021). Una semana después y partir de de ahí hasta un año y medio después, cientos de maestras y maestros tuvimos que vivir algo que nunca se había vivido y que muchos ni siquiera habían imaginado como salir adelante.
Todo mundo desde casa tenía que “conectarse” para continuar con el proceso educativo, el aula se trasladó a los hogares, niñas y niños pudieron mirar el espacio doméstico de sus docentes, de igual manera, los docentes pudieran darse cuenta de las dinámicas familiares, del compromiso o no de padres y madres de familia al acompañar a sus hijos en edad escolar.
El tránsito que se vivió de la presencialidad a la virtualidad fue abrupto, ha sido más un trauma que una oportunidad educativa que se recuerde gratamente. Los expertos concluyen que la pandemia ha sido más un obstáculo o un impedimento que un área de oportunidad.
Las secuelas de la pandemia en el presente, puede decirse, que aún no han sido superadas, a la virtualidad se le ha asociado con estados depresivos y con trastornos emocionales, las soledades del nuevo milenio se agudizaron durante la pandemia.
De esta manera, es posible afirmar que ya no estamos bajo la tormenta del fenómeno pandémico, de tal manera, hoy en día las secuelas siguen ahí para recordarnos cada que podemos lo que hemos perdido o lo que no supimos hacer bien.
Hace unos días en un examen profesional de la MEB, la sustentante recordaba todo ello y cómo su trabajo se había visto afectado durante la pandemia, el cual se asoció al momento que hacia su investigación.
Pareciera que estamos obsesionados por olvidar todo lo que se vivió durante la parte más crítica de la pandemia y no porqué recordar puntualmente para rescatar los elementos valiosos de las respuestas humanas en el campo educativo.
Yo insisto en que NOS debemos el gran relato, la gran narrativa de lo que fue para cada uno las secuelas y las exigencias de las pandemias. Lo que queda pendiente y lo que persiste en la agenda pública es rescatar las preguntas a la distancia y comenzar a escribir el cómo le hicimos, cómo respondimos ante un fenómeno inédito.
Los educadores estamos obligados a escribir en torno a este fenómeno, pero ya no desde la parte traumática, sino desde el rescate y la sistematización que implica enfatizar en las aristas valiosas de esta experiencia.
En tanto, los educadores tienen mucho qué decir en cuanto a rescatar cómo le hicieron para vivir ante un fenómeno que amenazaba con superar nuestra capacidad de respuesta educativa. Los relatos, los testimonios, las narrativas y los escritos sistematizados son muy valiosos, rescatar hoy es tener un dispositivo que mire el futuro inmediato bajo un esquema de prevención y NOS demuestre que hemos aprendido de esta elección cosas valiosas y, en tanto, no se repita la experiencia o no se viva igual a como lo hemos vivido.

*Doctor en educación. Profesor–investigador de la UPN Guadalajara, Unidad 141. [email protected]

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