El paternalismo educativo como filtro laboral
Marco Antonio González Villa*
En diferentes marcos teóricos en Psicología y en Pedagogía, difícilmente se avala la falta de compromiso, esfuerzo o responsabilidad de las personas para el logro de las metas, tanto las individuales como las sociales, lo cual resulta una premisa básica, incluso obvia desde el lugar donde se le mire.
Lo sucedido con la pandemia, de hecho, confirma la necesidad de contar con una formación, una preparación y el desarrollo de diferentes habilidades que nos puedan garantizar, bajo cualquier imprevisto, hacer lo conveniente para subsistir y contar con recursos para nuestra manutención.
Sin embargo, pese la conveniencia de implementar y llevar a cabo este tipo de formaciones y de educación, desde casa y desde las escuelas de forma complementaria, en los últimos años se ha mantenido en diferentes familias y en diferentes subsistemas educativos, una, no sé si llamarla medida, política, pauta o estrategia educativa, fundada en los principios del paternalismo, entendido como una sobreprotección que minimiza las responsabilidades y el autocuidado de una persona.
En muchas ocasiones y contextos, algunas personas ven a este paternalismo como un acto de amor, basados en un sentido de abnegación, de sacrificio y de la obvia protección que se brinda a otra persona, pero, nuevamente la teoría nos dice otra cosa.
Desde una perspectiva conductual la persona sobreprotegida está obteniendo satisfactores y recompensas con el menor o nulo esfuerzo, lo cual logrará el hábito de no hacer nada, esperar que otro siempre haga las cosas y obtener de todas formas un reforzador.
Adler nos dirá que una persona a la que le han hecho prácticamente todo tendrá un estilo de vida condenado al fracaso. Para algunos psicoanalistas, la sobreprotección es una representación del síndrome de Munchausen, en el que, bajo la aparente abnegación y sacrificio que una figura parental o quien juegue ese rol, hacer todo por un o una infante esconde un odio que tiene como fin hacer de la persona una inútil totalmente dependiente que posteriormente no podrá aspirar a nada en la vida.
Y es aquí en esta última opción donde, en una peligrosa y arriesgada lectura lo sé, pudiéramos entender la lectura paternalista de diferentes subsistemas: el proteger, el apapachar, el quitar total responsabilidad a los y las estudiantes de su formación, buscaría generar una inutilidad y dependencia que resultaría en un necesario cuello de botella laboral. Me explico: en décadas pasadas, el estudio y la formación tenían como promesa poder aspirar a un nivel de vida digno y con ciertos lujos y privilegios. Sin embargo, al incrementar las opciones para que las personas terminen ciertos ciclos o niveles escolares, por política no por lo académico, ha hecho necesario establecer mecanismos sutiles de descalificación y mal formación para que los y las estudiantes estén conscientes de sus carencias y no tengan aspiraciones económicas altas o deprecien su trabajo.
El 100% de aprobación, el 100% de egreso y eficiencia terminal no real, sino impuesto desde las autoridades a partir del paternalismo, se convierte entonces en un filtro oculto en bien del sector laboral, que permita ofrecer menores ingresos. Y, obvio, mejore las estadísticas partidistas.
Es una interpretación, una lectura ¿pero no tiene sentido para aquellos que laboramos en ambientes paternalistas? Piénsenlo, no es tan descabellado.
*Doctor en Educación. Profesor de la Facultad de Estudios Superiores Iztacala. [email protected]