Penélope no es “Penélope”

 en Jorge Valencia Munguía

Jorge Valencia*

Con una longevidad de casi 80 años, el catalán Joan Manuel Serrat ha anunciado su retiro de los escenarios. En Latinoamérica se dio a conocer en la década de los años 70 con la canción de “Penélope”, cuya evidente alusión al mito griego la convierte -por eso mismo o en coincidencia con ello- en una historia canónica de amor imposible.
En la mitología, Penélope esperó el regreso del héroe Odiseo (Ulises en la tradición latina) a Ítaca. En ese lapso, ella resistió las embestidas de toda clase de pretendientes, de la costumbre con que envenena las almas el paso del tiempo y la desesperanza. Penélope es el prototipo de la abnegación y del amor conyugal. Reconoció a Odiseo, a pesar del disfraz que traía puesto, por una cicatriz en la pierna.
En la canción, en cambio, el regreso del amante no fue suficiente. En la parte climática, inesperadamente Penélope le dice “tú no eres quien yo espero” y vuelve a sentarse en el andén, sobre su banco de pino verde, a esperar a un fantasma.
El texto de la canción no revela el motivo, lo cual permite toda clase de especulaciones. ¿Se volvió loca? ¿Los amantes envejecieron y ella perdió la pasión? Tal vez. El desenlace es abierto.
La canción fue musicalizada por Augusto Algueró, con los oportunos arreglos de Ricard Miralles. Abrió para Serrat las puertas de Latinoamérica al presentarla en el IV Festival Internacional de la Canción Popular de Río de Janeiro, en 1969.
Precisamente por el agonizante franquismo de España y las dictaduras sudamericanas de la década de 1970, las letras intimistas y poéticas de Serrat consiguieron eludir la censura y convertirse en una especie de bandera de la insubordinación cultural. No es una coincidencia la inclusión de canciones donde Serrat musicalizó algunos poemas de Miguel Hernández (“Las nanas de la cebolla”, “Para la libertad”…), logrado ejemplo del antifranquismo español.
A pesar de la distancia territorial, en Argentina, Uruguay y Chile los discos de Serrat fueron acogidos como símbolo del desafío ante el autoritarismo de los gobiernos represivos de corte militar. Incluso, Serrat vivió en México algún tiempo autoexiliado luego del veto gubernamental sufrido en su patria por negarse a participar en festivales europeos cantando en otro idioma que no fuera el de su lengua materna, el catalán. Como se sabe, Cataluña fue un bastión del antifranquismo, de manera que el gesto de Serrat tuvo un efecto de rebeldía política.
Así las cosas, “Penélope” es más que una canción de (des)amor. Representa para una generación, la que la escuchó a partir de la década de 1970, una postura política, una estética musical (canciones con arreglos instrumentales -las de Serrat- más allá de la simple guitarra acústica, tan usual en las peñas latinoamericanas de la época) y una sensibilidad poética poblada de paisajes desolados (el andén, en “Penélope”, los atardeceres rojos de “Mediterráneo”, la cal mortecina de “Pueblo blanco”) y la imposibilidad humana para la dicha. El recuerdo desde la nostalgia que ofrece un pasado antagónico con el presente, en el cual siempre hay algo perdido: la niñez, el amor, el hogar.
Ninguna mejor forma de Serrat para despedirse de México: cantando “Las golondrinas”.
Penélope es “Penélope” sin un final feliz. Como la vida. Los mitos son una versión distorsionada -siempre mejorada- de la realidad.

*Director académico del Colegio SuBiré. jvalenci@subire.mx

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