El Consejo Técnico Escolar, la evaluación del diagnóstico

 en Miguel Ángel Pérez Reynoso

Miguel Ángel Pérez Reynoso*

Este viernes 29 de octubre, se lleva a cabo una sesión más del llamado Consejo Técnico Escolar (CTE), y la temática en esta ocasión es evaluar o valorar los resultados que ha arrojado el ejercicio del diagnóstico pedagógico e institucional que las escuelas de educación básica llevaron a cabo en los primeros meses del actual ciclo escolar.
Antes de hablar del tema rector de esta sesión, quisiera hacer dos reflexiones previas:

a) La decisión de instalar y hacer funcionar el CTE, debe entenderse como un acierto, debido a que es un espacio de reflexión y de construcción colectiva que permite no sólo involucrar al personal de una zona escolar determinada o alguna escuela o centro de trabajo, sino que también, sirve para hacer circular las ideas y las propuestas, como compromisos colectivos que van más allá del simple compromiso individual. El CETE o CTE como se le conoce, ha servido como una forma de hacer un alto en el tiempo y sin tener alumnos en el centro educativa todo el tiempo de la jornada se invierta en pensar en colectivo en torno a las necesidades de la propia institución y abordar y acordar en torno a cada temática rectora.
b) El otro aspecto tiene que ver con el asunto ligado o vinculado con la temática del día de hoy. Este ciclo escolar se lleva a cabo después de vivir una larga o prolongada noche, producto de la pandemia. El ciclo escolar pasado se llevó prácticamente todo en entornos virtuales o a distancia, el regreso de la presencialidad moderada ha servido para regresar a las aulas y a las escuelas. Y es obvio pensar que estamos ante un escenario deficitario.

La pandemia nos llevó a perder o a retroceder en lo poco que ya habíamos avanzado, me supongo que los diagnósticos en la mayoría de las escuelas arrojan datos muchas veces desalentadores, ha bajado el índice de rendimiento académico, en o de los aprendizajes esperadas y no han sido consolidados en las asignaturas básicas (español matemáticas, ciencias) y como lo han reconocido diversos autores e incluso la propia autoridad educativa, el 30% de la población escolar desapareció del mapa escolar durante el año de la pandemia. Todo ello nos lleva a concluir de que estamos muy por debajo de lo que en educación se esperaría, además la virtualidad y la atención educativa a distancia, no sirvió para garantizar resultados favorables en cuanto a la adquisición y consolidación de aprendizajes básicos o mínimos.
Entonces se trata ahora de evaluar (o valorar) el desastre educativo ante el que estamos, la sesión del CTE no solamente debe servir para calibrar o dimensionar el tamaño del problema, sino también para comprometer a los colectivos a emprender algunas acciones, lentas pero sostenidas en la perspectiva del cambio hacia la mejora.
La pandemia nos ha permitido un respiro paulatino, las escuelas atienden a mitades de los grupos escolares semanalmente, se hacen ajustes y adaptaciones al currículum, pero, ¿qué es lo que interesa que se aprenda hoy en día?, y ¿con qué cuenta cada escuela para conseguirlo?
Este último par de preguntas son los cuestionamientos claves que el colectivo escolar debe responder, no se trata de que quedemos detenidos, atorados o atrapados en el problema, a partir de lo que no se hizo o lo que se dejó de hacer; se trata ahora de pensar en cuáles son las estrategias más representativas para salir adelante aun en este escenario post-pandémico.
Desde aquí reconozco y felicito a los docentes que asisten, escuchan, proponen y se comprometen en la confirmación de una nueva cultura que, a partir de la iniciativa individual, pasa a la construcción y conformación colectiva de una mejor educación, para niñas, niños y jóvenes.

*Doctor en educación. Profesor–investigador de la UPN Guadalajara, Unidad 141. [email protected]

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