La construcción social del fracaso escolar

 en Miguel Ángel Pérez Reynoso

Miguel Ángel Pérez Reynoso*

Por estos días pandémicos y pospandémicos se tejen historias de niños y niñas que fracasan en la escuela. La reprobación, el bajo rendimiento, la desatención y el incumplimiento de tareas, son, entre otras cosas, parte de la historia trágica a la cual asistimos por estos días, en que la pandemia nos ha dado un respiro y la gente ha salido a las calles y las escuelas han abierto sus puertas.
Sin embrago, ¿qué se esconde detrás del supuesto fracaso escolar?, el fracaso no es sólo de niñas y niños, es mas no es de ellos. El fracaso es del modelo de escuela, de las prácticas educativas anquilosadas y de exigir en estos momentos mucho más de lo que la escuela ha proporcionado.
Los intereses y necesidades de niñas y niños en edad escolar corren por un carril que la escuela convencional no es capaz de entender y su trabajo corre por otro diferente. En todo este drama, las asignaturas duras (matemáticas, español, ciencias), son las materias que sirven de escaparate para demostrar que los alumnos han fracasado; pero muy pocas veces los docentes, las academias y las instituciones en su conjunto se detienen a revisar qué está pasando con ellos mismos, cómo están haciendo las cosas.
Me parece que la sociedad en su conjunto hemos minimizado los efectos educativos de la pandemia, en estos meses el desarrollo humano ha sido alertado para encontrar mecanismos de sobrevivencia y no para abrirse a los aprendizajes escolares.
Las escuelas todas (aun las que se presumen como incluyentes y democráticas) han equivocado sus estrategias de trabajo, al priorizar la exigencia hacia los escolares y el pedir mucho (sin revirar contextos específicos), para que dichos escolares (mujeres y hombres) cumplan con sus obligaciones.
La adaptación ante un entorno atípico no se puede vivir de la noche a la mañana, además, los formatos escolares que se eligieron (trabajo a distancia, uso de plataformas, Quédate en casa, pregúntale a tus papas, etcétera) no ha sido lo más amigable.
El fracaso escolar es una construcción social que sirve para diferenciar a los sujetos que asisten a las escuelas, entre los que cumplen (los que se adaptan con relativa facilidad a un sistema lleno de trampas y obstáculos (Françoise Dubet); y se diferencian de los otros sujetos que no cumplen, que no se adaptan, que se insubordinan, que prefieren jugar, divertirse, conectarse con los dispositivos electrónicos, para ver videos, estar con los amigos, etcétera. Éstos al no cumplir con lo que la escuela les dicta (así les dicta) pasan a formar parte de la franja del fracaso escolar, quedar fuera, ser expulsado por no cumplir.
En todo ello, las escuelas deben convertirse en espacios amigables, en donde todo se viva como un largo recreo aun en las asignaturas más exigentes.
En conclusión, a propósito del fracaso, no son los niños o las niñas los que fracasan en las escuelas son las escuelas las que fracasan al no ser capaces de enganchar significativamente a los escolares y levarlos por un sendero formativo, en donde los aprendizajes se vivan como un videojuego muy divertido de nueva generación.

*Doctor en educación. Profesor–investigador de la UPN Guadalajara, Unidad 141. [email protected]

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