Regreso reflexivo
Miguel Bazdresch Parada*
Se anuncia el regreso a la escuela por parte de los gobiernos. La pausa y la educación a distancia ha durado más de un año. Todavía se discute si la educación a distancia es tan “buena” como la educación presencial. Se habla, sin reflexión, de una generación de niños y jóvenes rezagada por siempre, pues se afirma la imposibilidad de educar según los cánones a quienes “perdieron un año”, sin recato alguno. He visto notas periodísticas en las cuales se afirman diferencias de aprendizaje si los niños y niñas leen en la pantalla o leen en su libro. Y también otras irrepetibles por la pena provocada al leer tanta sinrazón.
Desde luego nadie puede negar los problemas generados por la pandemia y sus efectos. Y nadie puede afirmar el fin del mundo educativo para las generaciones obligadas a vivir un proceso educativo con el cual muy pocos estaban familiarizados. De ahí la obligación de reflexionar. Obligación de la sociedad pues la educación constituye un cimiento básico de la misma: ¿Qué nos hizo ver, no visto hasta entonces, la situación excepcional? ¿Cómo nos comportamos ante los retos, tanto estudiantes como familias, autoridades, empresarios, gobiernos y hasta autoridades de la seguridad pública? ¿Cuidamos a las personas afectadas, en especial niños y niñas? ¿Conocimos, y nos movilizamos, ante niños y niñas quienes perdieron a algún miembro de su familia nuclear? ¿Cuidamos las escuelas, o no nos interesó el saqueo de más de trescientas y el deterioro de otras tantas? ¿Aprendimos algo más de autocuidado y cuidado de los otros?
Todo esto antes de cuidar la eficacia de las medidas sustitutas de las clases. Importantes y, sin embargo, todos caemos en la cuenta de la vigencia del aprendizaje, ahora cuando baja la emergencia. Para decirlo con una figura: Si un/una estudiante le tomó la suspensión en el proceso de aprender a dividir, y no lo logró durante la pausa pandémica por la razón que sea, ese/esa estudiante no perdió ninguna capacidad para aprender la división en el momento de regreso a la escuela; capaz y la aprenderá más rápido pues la pausa le permitió estar en contacto con animadores cerebrales y despertó áreas cerebrales hasta entonces poco usadas. No afirmemos que la pandemia convirtió a nuestra infancia y juventud en personas atrasadas y quizá ineptas.
Desde luego el regreso no es sólo el siguiente día después de la suspensión. Es un nuevo día y así corresponde tratarlo sin achacar al fenómeno sanitario nuestras ineptitudes o nuestra flojera para reflexionar. Identifiquemos con detalle cuáles son los saldos de la pandemia, ayudémonos a superarlos así sean tristes o lamentables y aunque sepamos que tomará años reparar algunos daños, sobre todo las afectaciones a nuestros familiares y amigos, estudiantes, profesores/as y autoridades. Enfrente de la realidad, escojamos cómo la vamos a pensar y reflexionemos las mejores acciones. Hagamos sin prisa, sin asignaciones de malos o buenos a nadie y como dice el dicho sabio: “Hagamos virtud de la necesidad”.
*Doctor en Filosofía de la educación. Profesor emérito del Instituto Superior de Estudios Superiores de Occidente (ITESO). [email protected]