Encontrar, tomar, hacer

 en Rodolfo Morán Quiroz

Luis Rodolfo Morán Quiroz*

Primera aproximación: en los tres idiomas de los que trato a continuación existe el verbo “decidir” y se conjuga en todas las personas y modos. En alemán es “entscheiden”. En inglés es “to decide” y en español, ya lo escribí antes. Sin embargo, cuando se utiliza el sustantivo “decisión”, la expresión cambia radicalmente. Conjugado el verbo que acompaña al sustantivo decisión en la primera persona del singular, en alemán “he encontrado una decisión” (Ich habe eine Entscheidung getroffen), mientras que en inglés existen las variantes “he tomado una decisión” (I have taken a decision) y “he hecho una decisión” (I made a decision) para referir al proceso de decidir y al momento en que se define la opción final. En español solemos “hacer o tomar la decisión”, sin hacer referencia al proceso o al momento de decidir.
Segunda aproximación: hace algunos años, algunos amigos académicos departimos con un sacerdote italiano. Alguien le preguntó cómo tomó la decisión de dedicarse a la vida religiosa. Su vida profesional dentro de la Iglesia, narró, estuvo ligada al hecho de que, cuando era adolescente, en Italia, lo dejaban salir del monasterio al pueblo cercano, cada fin de semana. Iba y volvía en bicicleta. En uno de los viajes del pueblo al monasterio, mientras pedaleaba, se planteó si quería seguir viendo a “la ragazza” que tanto le atraía en el pueblo. Optó por dejarlo al tiempo: “para el jueves de algunas semanas, ya la había olvidado. Hasta que decidí que ese olvido sería el criterio para optar por la Iglesia”. Así, a pesar de que ese hombre había “encontrado” una posible decisión, no la “tomó”, sino que decidió “hacer” con su vida una dedicada a la vida religiosa. Entre una vida afectiva de pareja y un llamado de Dios (su “vocación”), optó por profesar diariamente su fe.
Tercera aproximación: en la escuela enfrentamos decisiones que van más allá de lo académico. No solo acerca de con quién hacer amistad, a qué asignaturas poner más atención, a qué actividades dedicar el tiempo que pas(áb)amos en la escuela, por qué oficios nos sentimos llamados, a cuál de las compañeras o compañeros dedicar nuestros afectos más estrechos. En la escuela, como en la vida, encontramos a personas, optamos por algunas (las “tomamos” de entre las posibles interacciones) y construimos luego algunas relaciones con los proyectos a los que nos sentimos llamados (vocaciones) o con las personas con las que consideramos que vale la pena invertir tiempos, afectos y proyectos. A veces encontramos a las profesiones o a las personas idóneas según nuestros criterios explícitos o implícitos. En algunas ocasiones no solo las encontramos, sino que las tomamos. Tomamos decisiones de continuar por ese camino, como en los casos de “opto por ti, en un proyecto afectivo y de pareja” u “opto por esta actividad laboral, en un proyecto que traerá gratificaciones y, quizá, como añadidura, algunos ingresos”. A veces encontramos las opciones. Están frente a nosotros. Faltarían los pasos, dentro del lema “opción, renuncia y compromiso” para convertir la relación o la vocación en una decisión ya tomada a la que se añaden ligeras decisiones para seguir en el mismo camino en el que nos hemos comprometido.
Así que, en el camino del aprendizaje afectivo y de la orientación vocacional podemos encontrar, tomar y construir proyectos a los que luego habrá que abonar para aumentar su valor e incluso nuestra afición por esa persona o por esa profesión. Cuestión de plantearse: ¿la encuentras o la pierdes?, ¿la tomas o la dejas?, ¿inviertes en hacer y construir?

*Doctor en Ciencias Sociales. Profesor del Departamento de Sociología del CUCSH de la UdeG. [email protected]

Comentarios
  • Adriana Piedad García Herrera

    Y ahí está la diferencia entre hacer de la docencia una profesión de vida o solo una chamba.
    Buen tema.

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