Abril 23, Día del Libro en plena soledad
Miguel Ángel Pérez Reynoso*
Hoy es 23 de abril, normalmente es el día de la gran fiesta a los libros, dicha fiesta ha sido cambiada por el tapabocas, el silencio y el asilamiento; leer no requiere más que un libro y un lector, sin embargo, no ha servido como alternativa ante la pandemia. Hoy, junto con miles de cosas nuevas que vivimos, ha sido el Día del Libro más atípico vivido en la historia de nuestra sociedad contemporánea.
Ante problemas nuevos normalmente optamos en el uso de las viejas estrategias que nos han servido en otros contextos, hoy parece que no es la excepción; a la pandemia la hemos enfrentado con miedo, no con prevención ni con una postura proactiva. Esto es grave, porque las propuestas sobre la cuales estamos optando, no surgieron de la gente o de sectores de la sociedad de abajo, han surgido de los gobernantes que están arriba, todo se ha vivido tan rápido desde los días de mitad del mes de marzo a la fecha, que apenas llevamos un mes de asilamiento y sentimos que hemos vivido una eternidad, así también, estamos aprendiendo a contar el paso del tiempo de una manera diferente. Sin embargo, la referencia a los libros y a la lectura ha sido pobre ¿por qué?
El hecho de que las escuelas estén cerrados de que las calles casi en su totalidad se encuentran desiertas, de que muchos negocios permanezcan vacíos, de que los ciudadanos estén resguardados en sus casas, todo ello habla no de prevención sino de algo diferente.
Al libro, poco se le ha mencionado como acompañante como estrategia de solución, como vacuna para las enfermedades que quitan el sueño o que contribuyen a dormir de manera diferente. El debate en torno al coronavirus comienza a tornarse circular, las mismas referencias a modo de lugares comunes a partir del abuso del modelo médico y que dicen los libros, otros libros que nos hablan de otras historias, de otros modelos y de otras propuestas.
El o los libros son emblemáticos desde siempre, forman parte de los artefactos más importantes que la humanidad ha creado en los últimos 500 años, dispositivo insustituible cono ventana de la cultura y de otras ventanas de otras culturas, sin embrago, poco socorrido en estos tiempos de encierro.
El libro como vacuna podría ser una buena consigna en estos días de aislamiento, ¿cómo vacuna ante qué?, ante el tedio, ante el miedo, ante la soledad, ante el dolor y ante el vacío.
¿Por qué los políticos que andan desaforados en campaña no recomiendan libros?, por una simple razón, su horizonte cultural es corto y pobre, es más largo sus ambiciones y el desmedido pragmatismo político por sacarle tajada a la situación, por aprovechar la coyuntura como dicen.
Los libros son, debieran serlo, compañeros de viaje para toda la vida, cuando tenga que salir en estos días difíciles tome el tapabocas y cargue un buen libro. Necesario y fundamental.
Además, como decía Borges mencionado por Sabina, para las personas que mueran el paraíso será un lugar lleno de libros. No es necesario esperar hasta la muerte en estos días de asilamiento y difíciles días terrenales, vayamos al librero y abramos el mejor libro que encontremos. La cura llegará pronto ante los nuevos males de la época.
*Doctor en educación. Profesor–investigador de la UPN Guadalajara, Unidad 141. [email protected]
Gracias Miguel, saludos