22 de abril de 1992
Miguel Bazdresch Parada*
Para quien no vivía en Guadalajara en 1992, o tenía poca edad, conviene recordar un hecho lamentable y trágico, el cual envolvió a la ciudad en un silencio ominoso, y en el inevitable circo siempre relacionado con las tragedias inesperadas y a ratos capaz de desvestir el ropaje de gobiernos y de enaltecer a ciudadanos que van adelante sin dejarse aplastar por la situación trágica y sus graves consecuencias emocionales y materiales.
La nota sobre esta tragedia, basada en fuentes de aquellos días, que aparece en Wikipedia ayuda a describir el hecho y sus efectos. Nos dice:
“Las explosiones de Guadalajara, Jalisco, tuvieron lugar el miércoles 22 de abril de 1992 en el barrio céntrico de Analco, afectando también a las colonias Atlas, San Carlos y Las Conchas. Donde 212 personas perdieron la vida y otras 1800 resultaron heridas.
Las explosiones de gasolina en el sistema de alcantarillado ocurrieron poco después de las 10:00 de la mañana (hora local), destruyendo 8 kilómetros de calles, siendo la calle de Gante la más afectada. El saldo oficial de las explosiones fue de 212 muertos, 69 desaparecidos, 1800 lesionados, se destruyeron ocho kilómetros de calles, resultaron afectadas 1142 viviendas, 450 comercios, 100 centros escolares y 600 vehículos. Sin embargo, testimonios de personas sobrevivientes y voluntarios de la tragedia indican una suma mucho mayor en bajas y heridos. El daño económico estimado fue de entre 7 y 10 millones de dólares. El área afectada se puede reconocer actualmente por la arquitectura más moderna en las áreas que fueron destruidas.”
La gestión gubernamental de la tragedia fue pésima. Generó la renuncia del entonces gobernador. Se entabló un juicio contra el presidente municipal, quien hubo de renunciar y además, guardar cárcel varios años hasta que fue liberado sin cargos. La ciudad se enojó muchísimo y exigió reparación del daño físico y de las afectaciones de la salud de las personas. Al presidente Carlos Salinas, quien tuvo el arrojo de hacerse presente en el sitio de la tragedia, le “llovieron” quejas y peticiones, sobre todo, de no ocultar las causas en eso días ya atribuidas a malos y prohibidos manejos del gigante llamado PEMEX.
Entre otras situaciones, las personas vivieron la desaparición de su casa en menos de un segundo. La muerte de seres queridos a quienes segundos antes habían dado el adiós matutino, al irse a trabajar. Lastimaduras de muy difícil tratamiento, y que hoy aún se padecen.
Además, y sobre todo, la ciudad, no sólo los y las damnificados/das pedimos por todos los medios determinar la causa, identificar culpables y el castigo a los verdaderos responsables, como único camino para evitar que se repitiera. Las acciones de salvamento, de búsqueda de personas enterradas o lastimadas por derrumbes, fueron ejemplo de compromiso solidario de ciudadanos, rescatistas, policías y militares, lo que hoy sigue siendo ejemplar. Lamentable, pero cierto, a poco la política hizo su tarea y aún hay quien no cree en la verdad oficial y en la reparación del daño integral. La lucha sigue.
Recordar la desgracia es una tarea educadora. Todos los centros escolares, de prescolar a universidad debieran recordar la fecha, recordar la importancia vital de esos hechos y continuar con el lema “Nunca Más” a modo de lección de civismo, a las personas muertas, heridas y dañadas por el suceso, y lección de solidaridad radical del resto de jaliscienses, por decir lo mínimo.
Insistencia para no quedarnos en mero recuerdo. Es una seña indeleble de esta ciudad.
*Doctor en Filosofía de la Educación. Profesor emérito del Instituto Superior de Estudios Superiores de Occidente (ITESO). [email protected]