19 de septiembre, otra vez

 en Jorge Valencia

Jorge Valencia*

Treinta y dos años después, los desastres naturales se presentan en la Ciudad de México con la rutina de un martes cualquiera.
La obesa urbe asentada sobre el lodo tiende al faje de sus crinolinas de vieja incómoda. Excepto la tierra que tiene memoria, nadie aprendió nada. La ciudad más poblada del mundo presenta mecanismos para compensarlo. Otra vez se cayeron edificios. Otra vez se murió la gente. La ciudad vuelve a saciarse con los sacrificios rituales.
Difícil exigirle a un padre de familia que destine varios miles de pesos al apuntalamiento de un departamento cansado en medio de una colonia centenaria. La planeación urbana y las medidas de seguridad son responsabilidad de técnicos y de funcionarios. Cuando la ética no es suficiente y la mordida es más barata, la fatalidad es cuestión de tiempo. Sólo pasaron 32 años.
La ayuda a los damnificados tiene que proceder de la población civil, entusiasta y desorganizada. Es el mes patrio y la fiesta no termina. Los balazos todavía están calientitos. La vela del entierro tiene el costo de una imagen en tv, una fotografía en acción para un diario digital. Una entrevista vale el riesgo. Todos demandan su participación. Hay matracas y dolor genuino.
Hasta pan se proveyó a quien necesitaba una grúa. Los medios masivos de comunicación purificaron su conciencia bajo la forma de una arenga ingenua. Quienes no viven ahí, quisieron regalar una lata, una toalla sanitaria, una aspirina… La mexicanidad se practica desde el lamento y la anécdota, las ganas de montarse en la marea de la historia. A falta de un campeonato de futbol o el liderazgo en la bolsa de valores, la fraternidad se expresa desde la desdicha.
Un camión de bomberos no es el cuerpo de bomberos. Un soldado no es el ejército. Con la mitad de lo que malversan los políticos podría haberse prevenido el desastre. Un pueblo que no aprende es un pueblo vulnerable.
Símbolo y destino nacional, Frida Sofía es la heroína de esta tragedia. La Marina difundió su existencia frente a las cámaras. La oyeron decir su nombre y su edad y el lugar donde se encontraba, debajo de una losa de concreto. Dijo que había otros niños, tal vez cinco. Le proporcionaron agua a través de una manguera. Los rescatistas trazaron la cuadrícula del rescate, previeron estrategias (por arriba, por abajo, por un lado y por otro); extrajeron tierra y varillas a cubetadas. Prometieron rescatarla en horas, luego en minutos. La televisión difundió el proceso con la esperanza de una flor entre las manos… El Secretario de Educación se conmovió con esa niña; el Almirante a cargo ofreció sacarla con vida… Nunca apareció Frida Sofía. No había registros de su existencia en la escuela ni en la Secretaría de Educación ni en la memoria de nadie. Esa niña no existió nunca. Luego de la sorpresa, se sobrevino la furia. La sociedad civil insultó a Televisa. La Marina negó la difusión de lo que dijo. Los políticos dejaron de opinar en los micrófonos abiertos… Con la desilusión, la gente sufrió doble. Hay quien subió a Youtube una mentada de madre.
Parece mentira… Como si los mexicanos no supiéramos que los fantasmas existen… Como si la muerte no fuera una vieja amiga, constante y puntual… Debajo de alguna losa, con una manguera donde aún corre el agua tibia, rodeada por otros cinco niños, Frida Sofía sigue jugando a las escondidas.

*Director académico del Colegio SuBiré. jvalenci@subire.mx

Comentarios
  • Jorge Lopez

    Fantástico como siempre Don Jorge, siempre la verdad cual triste que esta sea.

  • verónica vázquez-escalante

    José Guadalupe Posada ilustró magistralmente a esa “…vieja amiga” como usted bien le llama, ahora queda ese reto de volver a sanar heridas y seguir jugando a las escondidas para que la Catrina tarde en aparecer y conocer ahora, quién puede ilustrar el dolor o la negligencia. Saludos y un abrazo doctor.

  • Manolo

    Pregunta para nada ociosa Qué pasaría en Jalisco Si le pegara un terremoto así o más fuerte???

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