Por un gol

 en Jorge Valencia Munguía

Jorge Valencia*

Jaime Lozano es el entrenador con el perfil perfecto para perder sin culpa. Echarle ganas es la táctica más valorada del equipo nacional y el entrenador en turno parece un hombre con altos ideales kantianos.
Para la fanaticada mexicana el esfuerzo es más importante que la eficiencia. Si los once se parten el alma en la cancha, la derrota está justificada.
Por el contrario, un triunfo fácil no se celebra por nadie. Da lo mismo ganarle a El Salvador o a Guatemala: meterles muchos goles no tiene mérito. En cambio, perder contra Alemania tiene el prestigio de jugar como nunca y perder nomás por un gol. El resultado no mide nuestra calidad. En la endémica guerra florida que conservamos en la sangre, encontramos honorable -indispensable- el sacrificio.
Tal vez por influencia de Menotti, quien entrenó quince minutos a nuestra selección al principio de los años 90, seguimos creyendo que el marcador es relativo. Lo que realmente importa es la estética del proceso. Por eso renegamos ante la nacionalización de “cracks” sudamericanos. No queremos ganar; lo que queremos es jugar como dioses.
Para un hincha de cepa, la forma es el fondo. Herederos de una gastronomía milenaria que alcanzó el rango de patrimonio cultural de la humanidad, para nosotros el futbol es un juego donde ganar es una consecuencia menor. Lo que vale la pena de la cochinita pibil es los dos o tres días que hay que invertir en su cuidadosa preparación. Los atlistas le van a su equipo “aunque gane”, dicen. Los fans de la selección casi nunca recuerdan el resultado de los mundiales; sólo que Borguetti le metió un golazo de cabeza a Italia, que Cuauhtémoc metió uno imposible a Bélgica y que contra Argentina perdimos, pero dimos un partidazo en Alemania.
Aunque se trate de un juego que se gana con goles, plantarnos “de tú a tú” ante jugadores que nos superan por 15 centímetros de altura y un PIB de muchos más dólares anuales, es ya una proeza intrínseca. Nuestros complejos se subliman durante 90 minutos reglamentarios.
Nuestra selección no pasó a la siguiente ronda de la Copa América debido un gol que no metimos. Ni contra Ecuador ni contra Venezuela ni contra Jamaica. Y eso que estuvimos encima. Con exceso de entusiasmo y mala puntería. Ni siquiera con estrategia clara para acercarse a la red enemiga.
También nos faltó un gol en el Mundial de Qatar.
Lo que nos separa de los campeones es justamente lo que nos cohesiona culturalmente: la mala suerte para atinarle al blanco.
Reconocemos la poderosa influencia del destino. Más que puntería, nos hace falta copal.

*Director académico del Colegio SuBiré. jvalencia@subire.mx

Comentarios
  • Maria Catalina González Pérez
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    También el gol de Negrete. Nada sucede más que volcarse con el entusiasmo desbordante de un nuevo campeonato, como si de verdad hubieran tenido un desempeño destacado en el anterior y, de verdad, se hubieran preparado para el que viene.

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