Ya ven cómo es la gente
Luis Rodolfo Morán Quiroz*
Promete, muy formalmente, que llegará puntual. Y se presenta dos horas después de lo acordado.
Se queja de que los demás le mienten y luego es capaz de “olvidar” sus compromisos.
Declara que aprende mucho de la televisión y de la internet, pero luego dice que a esos dos nunca hay que creerles.
Propone sistemas y estrategias para aprender y para mejorar la vida propia y de los demás, para luego hacer lo contrario.
Establece leyes, reglamentos, protocolos y procedimientos para archivarlos en un cajón y después quejarse de que no existen guías para el buen comportamiento.
Llora desconsolada por las consecuencias de las decisiones emotivas e irracionales y se pone a cavilar acerca de cómo hacer para que la gente sea más humana y más sensible y abierta a las emociones.
Promete pagar y después adquiere más deudas.
Compra, produce, consume y tira un montón de productos contaminantes y luego se queja de que en su barrio, su ciudad, su planeta, está lleno de basura.
Lleva el teléfono celular, la computadora portátil, el automóvil, al bosque, para disfrutar de la naturaleza y lamentarse de que se le desgaste la pila de sus múltiples aparatos electrónicos.
Sale a explorar otros pueblos y otras culturas, incluso en otros idiomas y se preocupa de que esté actualizado su GPS (Global Positioning System) para no tener que preguntar directamente a los locales cómo llegar a algún lugar o recomendaciones de cuáles sitios visitar.
Ahorra en comida, en libros y en actividades que podrían ser divertidas para luego gastar (invertir, dice en ocasiones) en gasolina, alcohol y en compañías aburridas.
Invierte su dinero, que le tomó mucho tiempo de trabajo, en aparatos de ejercicio para los que luego no tiene tiempo de usar, por estar trabajado para pagar sus deudas.
Se queja de que los automóviles son un estorbo en su camino para luego subirse a uno de ellos y estorbar el camino de muchos otros.
Camina poco y comienza a cansarse a los pocos pasos, así que mejor deja de caminar y pide que lo lleven sentado en algún vehículo de motor que contamina el aire que respirará.
Se queja de que los demás son ignorantes y no sabe por qué.
Propone grandes estrategias para mejorar la educación y espera que sean las maestras y los estudiantes los que las apliquen, sin estudiar ni sus consecuencias ni sus costos ni las dificultades para su puesta en práctica.
Quiere aprender un idioma diferente pero no quiere viajar al lugar en que se habla y en donde se escribe en ese idioma hasta que esté lo suficientemente familiarizado e inmerso.
Quiere aprender a decidir y no se decide por la cuál será el mejor método para comenzar.
Quiere que los demás obedezcan las reglas pero no se sabe ni las básicas de convivencia con los demás.
Ya ven cómo es la gente, tan interesante y contradictoria…
*Profesor del Departamento de Sociología del CUCSH de la UdeG. [email protected]