¿Y a qué hora correrán los niños?

 en Rodolfo Morán Quiroz

Luis Rodolfo Morán Quiroz*

La pregunta equivale a preguntarse acerca del momento en que los niños serán niños, pues, para un gran número de ellos, el movimiento libre y espontáneo es parte de su definición como jóvenes. Desafortunadamente, las condiciones de nuestras ciudades, de nuestras viviendas, de nuestras escuelas, dejan poco espacio para moverse y, el tiempo que dedicamos a mover nuestros cuerpos, sin ayudas de otros vehículos se ha contraído drásticamente si lo comparamos con años y décadas anteriores.
Según la Organización Mundial de la Salud, el 60% de la población no realiza actividad física suficiente. Esa misma organización señala que de los 41 millones de niños menores de cinco años con obesidad en el mundo, altos porcentajes se concentraban, en 2016, en Asia (el 50%) y en África (el 25%). Lo triste del caso es que esos niños tienden a permanecer obesos al llegar a la edad adulta. Si consideramos que el 23% de los adultos actuales y el 81% de los jóvenes no realizan actividad física suficiente podemos inferir que los niveles de salud de la población humana serán cada vez más precarios.
Nuestros niños están en mayores riesgos que los adultos actuales, en gran parte por la percepción de mayores peligros en los espacios públicos, insuficientes infraestructuras para ejercitarse, entre ellas espacios tan sencillos como aceras y parques. Añádase a eso nuestra cada vez mayor dependencia de los vehículos de motor, de los que dependemos cada vez más por razones objetivas (distancias y horarios) o subjetivas (comodidad, riesgos percibidos, prestigio relativo). Lo que nos deja con pocos espacios y lugares para que los niños se ejerciten.
El contexto en el que se han crecido nuestros niños ha enfatizado más la conectividad que la actividad física y, aunque sabemos que los niños actuales tienen menos fracturas, porque se mueven menos, ello redundará en mayores enfermedades no transmisibles en las generaciones más jóvenes. Si la familia, el barrio y la escuela no promueven la actividad física de los niños, es poco probable que ellos logren hacerlo por sí mismos al llegar a edades con mayor autonomía.
La proporción de niños que tiene la oportunidad de trasladarse activamente a la escuela, es decir, caminando o pedaleando, se ha reducido en las últimas décadas, lo que ha implicado un mayor riesgo de enfermedades para esos niños. La escuela está en situación privilegiada, dada la cantidad de tiempo que los niños pasan en ella, para promover la actividad física. Según la OMS, los niños menores de 17 años deben realizar al menos 60 minutos diarios de actividad física (que no debe confundirse con deporte) y las personas entre 18 y 64 debemos realizar 150 minutos diarios de actividad física. Para los niños y jóvenes en edad escolar eso implica realizar actividades de traslado en vez de depender de los vehículos de motor y, en caso de no ser así, realizar actividades dentro y fuera de la escuela.
Para los mayores de 18, la actividad física no deja de tener importancia y es claro que requiere más autocontrol y disciplina. Lo que nos plantea de qué manera las escuelas, desde edades tempranas, nos ayudan (o no) a evitar la tendencia al sedentarismo. Preguntas que vienen a la mente son: ¿a qué horas en el camino a la escuela y dentro de ella, nos permitimos actividad física suficiente? ¿De qué manera los espacios escolares y los trayectos a las escuelas facilitan o entorpecen la actividad física? ¿Somos conscientes de la epidemia de salud pública que se avecina si seguimos sentados en vez de comenzar a movernos y a promover que las generaciones jóvenes se muevan?

*Doctor en Ciencias Sociales. Profesor del Departamento de Sociología del CUCSH de la UdeG. [email protected]

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