Vuelo de zopilotes

 en Rubén Zatarain

Rubén Zatarain Mendoza*

El lenguaje de la naturaleza es un espectáculo. Ocasionalmente es posible observar el cielo y descubrir en él una parvada de zopilotes.
A la distancia parecen sombras sobre un fondo azul zafiro, parecen coordinarse, parecen sincronizar, parecen equipo sin aparente liderazgo.
Desde un punto, el observador valora cada uno de los latidos del corazón de los aún vivos; la mirada se extiende desde el verde de la aún sana flora local y el multicolor vuelo de mariposas blancas y amarillas sobre el río, con un cauce enflaquecido, mientras ya corren vientos frescos del alto otoño.
El negro, el lenguaje humano de los significados del color, la lectura monocromática y la interpretación como cualidad, el lado oscuro del corazón y la mirada de lo sombrío que es constitutivo de la mirada, de la existencia, de la democracia.
El zopilote es un ave negra y carroñera diseñada para planear pacientemente en grupo y en vuelos circulares, cuando descubre por su olfato alguna presa en descomposición.
Para algunas culturas, el zopilote simboliza al guardián o mensajero entre la vida y la muerte; entre el mundo físico y el espiritual.
Biológicamente ha evolucionado para comer carroña y carne en estado de putrefacción, gusto y necesidad que comparte con moscas y buitres, entre otros seres vivientes especializados en algo.
Vaya capacidad digestiva de bacterias y virus que los alimentan y que, por otro lado, serían capaces de matar a otros seres vivos. ¿Qué fue primero el zopilote o el huevo del zopilote?
Su importante labor de limpieza puede ser reconocida ahora como parte del entramado de la vida silvestre. Podemos tal vez matizar nuestros juicios y por qué no construir un lenguaje también inclusivo para la condición de ser y existir como zopilote.
Al vuelo circular del zopilote es inherente reconstruir escenas e imaginar aquellos días de masacre en la toma Cortesiana de Tenochtitlan en 1521, aquellos días de naciente Revolución Mexicana y los miles de caídos en el campo mexicano. La operación limpieza de los muertos por manos y órdenes porfirianas.
La didáctica del zopilote, que en algún momento y ante la mirada de los amorosos dolientes en duelo puso su granito de arena para que los humanos diseñaran su ingeniería y arquitectura del enterramiento y de la sepultura.
Ante la presencia humana, esta ave toma sana distancia y los seres humanos ante la ocasional presencia y cercanía de los zopilotes reaccionan, desvían miradas y se llevan instintivamente el paliacate o la mano para cubrir la nariz.
Los miedos infantiles al cacalote ruidoso a campo libre. Su ruido como señal, alegría para llenar la barriga, o tal vez para hacer cortejo; su ruido, significación del miedo en la mirada animista del niño o la niña.
Un poco de búsqueda documental: Zopilote del nahua tzopilotl, compuesto de tzotl “inmundicia” y piloa “colgar”, porque se llevan por el aire piltrafas de animales muertos.
Es un ave cuyas metáforas y analogías abundan en el ámbito de la oralidad y la literatura escrita, mucho antes de la racionalidad y la lucha permanente contra toda clase de fanatismos.
Para muchas mentalidades, anunciaban presagios y premoniciones de desgracias.
Los zopilotes en general representan antivalores de belleza y por la negrura predominante de su plumaje provocan especial repulsión para algunos espíritus.
Basten como ejemplo rápido los siguientes refranes populares:

“Nunca falta una bestia muerta para un zopilote hambriento”.
“Vendía zopilotes en vez de gallinas”.
“Vivo como el zopilote, a costa de ruina ajena”.
“El buen chom (zopilote en maya) dondequiera cuelga su nido”.

Las fábulas y los zopilotes, como aquella de Fernández de Lizardi del “Zopilote y el falderillo”, donde se contrastan pseudovalores como belleza y utilidad, las analogías con el comportamiento familiar y social de algunas personas, de algunos grupos, clubes, parroquias, sindicatos o gobernantes inútiles investidos por su majestad enana de crucecita en pecho en estos lares: la democracia.
El revoloteo simbólico de los dolientes, los rezos y las miradas de reojo en los funerales, los trajes y los vestidos color zopilote de las concentraciones en los velorios.
El significado del difunto cuando hay masa hereditaria, las luchas y las querellas en la sagrada familia.
Los zopilotes, que son muy ojones para ser palomas, los que bajan del cielo y bajan a los palacios de gobierno, se posan en oficinas con aire acondicionado, los que se visten de falso blanco en los camposantos ciudadanos, los tiempos políticos que reproducen nuevas parvadas.
Las transiciones políticas y la coyuntura de cambio de gobierno, el necesario ejemplo de un sexenio en sus últimos días de vida y los carroñeros que moraron en ciudad judicial, vialidad y transportes, centros de readaptación social, hospitales que dieron la espalda al INSABI, los magos de las licitaciones, el endeudamiento, los magos de los tiempos electorales y de administración de las elecciones y los prestidigitadores de presupuestos públicos, la chistera donde se asignaron plazas docentes y se perdonaron pecadillos como la compra-venta de las mismas, las nunca aclaradas compras de robots a sobreprecio, las emergentes desviaciones de material de construcción para construcciones privadas de funcionarios de primer nivel, la asignación de vehículos de último minuto, de pantallas y computadoras por los servicios prestados en la ignominia de la heteronomía profesional, tajada blanda a embajadores y embajadores sin país, pero con hambre Recrea.
Los zopilotes sobre los despojos; total, es el año, es el mes de Hidalgo. Después del regalo legaloide del 16 de octubre (los peinaditos para atrás de los tribunales electorales local y nacional a un solo vuelo). Total, en territorio mariachero se bebe tequila y se grita desentonado; se olvidan las penas rápido, se acostumbra ceguera ciudadana y resignación aprendida.
En el cementerio en noviembre visten colores, en los últimos días de un sexenio que concluye, de una entidad federativa donde no se hizo historia y en donde las obras importantes tienen olor a ingratitud y al acto de morder la mano (el Falderillo de Fernández de Lizardi) de la Federación.
La frustración de millones de electores, el inmovilismo de los grandes temas, la decepción ciudadana y la vana esperanza de una continuidad en el alba de un nuevo sexenio; el estridentismo de un sexto informe de gobierno atrincherado en la valentina retórica de pedir trato justo en materia fiscal a la federación. El garlito casi funciona, como las caricias al susurro de oreja que prodigan los dirigentes del STIRT en radio y televisión.
Los últimos días de un sexenio, la tarea incumplida y la falsa esperanza, un elector ahora decepcionado, el eco de un abucheo en los pueblos de Temacapulín, Acasico y Palmarejo, los miedos del gobernado que moja en el café su pan de muerto contra la verificación y el reemplacamiento que le prometen “barato”.
El color del zopilote y las sombras.
A veces se observa el cielo gris como traje de mariachi en velorio, un ciclo más del absurdo de la democracia; a veces, será el tiempo, lo habita una irreal parvada de zopilotes en vuelo como paisaje Rulfiano.

*Doctor en educación. Profesor normalista de educación básica. [email protected]

Comentarios
  • María Leticia Raygoza Martinez

    Felicito al maestro Zatarain, por la fluidez de su pluma que describe de forma bella y elocuente, al zopilote y la analogía con nuestra vida política.
    Me gusta como escribe !!!

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