Vigilar y castigar
Mario Ramos Carmona*
“Vigilancia, ejercicios, maniobras, calificaciones, rangos y lugares,
clasificaciones, exámenes, registros, una manera de someter los cuerpos,
de dominar las multiplicidades humanas y de manipular sus fuerzas,
se ha desarrollado en el curso de los siglos clásicos, en los hospitales,
en el ejército, las escuelas, los colegios o los talleres: la disciplina.
El siglo XIX inventó, sin duda, las libertades: pero les dio un subsuelo
profundo y sólido –la sociedad disciplinaría de la que seguimos dependiendo”.
Michel Foucault
Vigilar y castigar parecen ser recurrentes en las sociedades autoritarias que buscan ejercer un excesivo control sobre la sociedad; Foucault es muy claro y contundente en los trabajos que llevó a cabo, en el caso del sistema penal francés. Sus descripciones que superan a la ficción y a lo que nos podemos imaginar en torno a los procesos de vigilar, castigar, torturar a los supuestos criminales que caían en las redes del sistema penal galo.
Así, uno se asombra al conocer el caso de un parricida al que lo condenan a morir ejecutado a partir de verter en su cuerpo azufre hirviendo y plomo líquido, luego descoyuntado por 4 briosos caballos que deberán arrancar sus extremidades.
En la actualidad aprovechando el 11-S en EEUU se intensificó la tarea de vigilar y castigar a los sospechosos, probables terroristas y a toda la sociedad. Pareciera todo organizado a partir del atentado para justificar una mayor vigilancia de la sociedad en su conjunto por parte del Estado norteamericano. Con este incidente todos pasan a ser sospechosos y son objeto de vigilancia aun por encima de la ley. De todos se sospecha, y a todos se vigila, los mecanismos, dispositivos, tareas de vigilancias se intensifican de forma asombrosa.
En México, la guerra contra las drogas ha justificado el crecimiento de la vigilancia e inspección arbitraria de las personas. En las calles la policía vigila y puede inspeccionar, solo por parecerles a ellos sospechosa la persona. Ahora también en las escuelas públicas del país se intensifica la vigilancia e inspección de los jóvenes, esto por el incidente trágico en un colegio particular de clase alta de la ciudad de Monterrey, donde un adolescente disparó sobre una maestra y compañeros para luego terminar suicidándose.
Foucault, en vigilar y castigar descubre y devela la descarnada intensión del Estado en sus tareas de vigilar y castigar, nos muestra que estas acciones despóticas las más de las veces y al margen de la dignidad y el respeto a las personas y al margen de los derechos humanos más elementales, buscan atenazar y controlar, disciplinar a la sociedad, al grado de que ésta no cuestione, no critique, no piense alternativas para el régimen imperante. Así, el sentido último de vigilar en la escuela es controlar y disciplinar socialmente a los jóvenes para formar ciudadanos sumisos y obedientes que no cuestionen, ni piensen alternativas de políticas públicas que se ponen en práctica. Vigilar, castigar, disciplinar para lograr obediencia social en tiempos de reformas impopulares y contrarias al sentimiento ciudadano, como la ley que asigna tareas de seguridad publica al ejército, que debieran de llevarlas a cabo las policías.
El proyecto de la SEP para dar seguridad en las escuelas es un contrasentido y atiende un asunto de control social, en un momento en que parece que la reforma educativa se desmorona y se vuelve poco sustancial ante los cambios políticos internacionales, sobre todo en EEUU.
Lo que hoy debiera de estar haciendo la SEP es propicial el debate, la discusión y la reflexión sobre la escuela que necesita México y con ello poder emprender un modelo de desarrollo autónomo, soberano e independiente.
*Investigador independiente. [email protected]