Tu vida va a cambiar

 en Rodolfo Morán Quiroz

Luis Rodolfo Morán Quiroz*

 

Con esta frase suele despedir a sus pacientes mi amigo Juan José, anticipando que tras el diagnóstico y las indicaciones para manejar el padecimiento por el que fueron a consulta, su salud mejorará. Probablemente esos pacientes también habrán de cambiar algunas rutinas y atemperar los hábitos que desembocaron en algún malestar. Cada vez que he escuchado a mi amigo pronunciar esa frase recuerdo que el contexto de la consulta médica suele enmarcar una experiencia pedagógica: no sólo se trata de investigar las condiciones del paciente, sino de diseñar, esperando la colaboración de quien padece o de quienes cuidan a la persona enferma, las estrategias para reducir el impacto de la enfermedad, en el corto y el largo plazo. En algunos casos extremos, parte de la pedagogía consiste en manejar a un cuerpo en deterioro, ya sea por el envejecimiento del cuerpo, ya sea por deterioro de las condiciones de salud en personas que sufren algún padecimiento crónico. Una pedagogía que incluye horarios, espacios, preparativos, rutinas, mediciones previas y posteriores, preguntas, observaciones, restricciones, sustancias, equipos, adminículos y todo un aparato para asegurar que se ha aprendido adecuadamente cómo manejar, controlar y supervisar el padecimiento.

En general, podemos asegurar que la educación cambiará nuestras vidas. Pensemos en cómo aprender un idioma nos ampliará la cantidad de libros que podremos consultar, los letreros que podremos entender en ese idioma, las personas con las que podremos comunicarnos al escucharlas o al emitir nuestros mensajes escritos o de viva voz. Nuestra vida cambiará con cada nueva habilidad a la que accederemos. Desde la decisión de a qué escuela acudiremos, abrimos un amplio portal de posibilidades: los compañeros que tendremos, los espacios en los que actuaremos, los profesores, las asignaturas, los horarios, el equipo y los materiales con los que cuentan las aulas, las actividades que podremos realizar en sus instalaciones. Eso nos llevará a decidir en qué asignaturas enfatizar por ser las que más se nos dificultan o por ser las que más nos estimulan.

Hace ya una década, la UNESCO reconoció este cambio que obran la educación y los aprendizajes en nuestras vidas al titular así uno de sus documentos programáticos: “La educación transforma la vida” (UNESCO, 2013 https://unesdoc.unesco.org/ark:/48223/pf0000223115_spa). En él se enfatiza que los cambios en la vida de los niños en realidad comienzan con la transformación de las vidas de sus madres. Así, por ejemplo, “Educar a las niñas puede salvar millones de vidas. Hay pocas ilustraciones más impresionantes del poder de la educación que la estimación según la cual entre 1990 y 2009 se salvó la vida de 2,1 millones de niños menores de cinco años gracias a las mejoras introducidas en la educación de las niñas. La educación es uno de los medios más poderosos para mejorar la salud de los niños. Las madres que han recibido educación están mejor informadas sobre determinadas enfermedades, de modo que pueden tomar medidas para prevenirlas. Pueden reconocer tempranamente los signos de una enfermedad, pedir asesoramiento y actuar al respecto”, enfatiza la UNESCO. De algún modo, nuestras propias vidas se han desarrollado gracias a que nuestras ancestros continuaron un esfuerzo de educación que les ayudó no sólo a transformar y mejorar sus vidas, sino a adoptar prácticas que aseguraron la atención a quienes les rodearon, quienes conservaron (o afinaron) prácticas que nos mantuvieron con vida y nos motivaron a aprender otras habilidades.

En realidad, el aprendizaje espontáneo nos cambia la vida, pero solemos acudir a alguien para que nos ayude a aprender algo que esa persona ya maneja antes que nosotros. Para comenzar, nuestros padres y los niños y adultos que se iniciaron antes en el manejo del lenguaje, de los objetos, de las realidades cotidianas, se convierten en nuestros guías para aprender y comprender, incluso para ver como natural algo que en realidad es cultivado. De tal modo, en nuestros tiempos acudimos a plataformas como YOUTUBE para aprender acerca de temas que en otros tiempos quizá serían objeto de algún curso formal en una escuela específica. Casi todo lo que aprendemos y que nos cambia la vida lo aprendemos en un contexto social y con fines sociales. Bien podríamos aprender a manejar un coche sin necesidad de una profesora, aunque lo más probable es que quienes aprendimos a manejar un coche o cualquier otro aparato (bicicleta, lavadora, secadora, televisión, estufa, tijeras, podadora) hayamos recurrido a alguien que nos cambió la vida y nos mostró cómo utilizar herramientas para tareas específicas. Nos transformamos de alguien que no era capaz de preparar una sopa a sujetos felices (y orgullosos) de preparar la sopa y repetir el procedimiento sin la presencia de quien nos ayudó a aprenderlo. Por esas razones, la humanidad ha reconocido que se aprende mejor con la ayuda de alguien más que ya se haya iniciado en esa habilidad. Y por eso ha establecido escuelas básicas, que resultan espacios para aprendizajes “generalistas”: aprender eso sirve para acceder a conocimientos más especializados, más detallados y asociados con tareas más complejas.

Además de los recientes énfasis en la educación para la cooperación en vez de enfatizar la competencia y para la paz en vez de para prolongar los enfrentamientos, en años recientes se ha señalado que es posible educar para el éxito académico y, simultáneamente, para la vida plena: https://www.redalyc.org/journal/778/77849972012/html/. De tal modo, los cambios en la vida individual se basan no sólo en lo que hace una persona, sino en lo que han logrado generaciones y grupos que apoyan los aprendizajes. Ya no sólo cambiará “tu vida” con lo que aprendas, sino que tus aprendizajes ayudarán a cambiar las vidas de muchos más. De ahí que el apoyo a la comunidad como entorno de aprendizaje asegura que se transforme no sólo una vida individual, sino que se transformen muchas otras. La tarea de transformar la educación a través de la comunidad: https://www.comunidadedeaprendizagem.com/uploads/materials/582/e556e7c448d9239442c1d1f1c02a0082.pdf asegura que después esa comunidad estimule los cambios positivos en muchas vidas más.

Hay, sin embargo, quienes proponen que las vidas de las personas, los grupos y las comunidades no cambien y que se conserven supuestas tradiciones asociadas a prácticas que no necesariamente promueven mayor salud física o psíquica de los individuos. La aspiración de algunos gobiernos o de personas en el poder por evitar que la vida cambie y hacer más controlables y dóciles a los aprendices se conserva en la actualidad, tanto dentro de las familias como dentro de las sociedades. Así (https://cuestioneseducativas.uexternado.edu.co/la-educacion-como-herramienta-de-control-social/), se ha criticado que algunos esfuerzos educativos se orientan a evitar que cambie la vida de las personas, para asegurar que sus condiciones de explotación, vulnerabilidad, dependencia o de pobreza sirvan como acicate para clientelismos, docilidades u obediencias.

Por otra parte, las tendencias a mejorar las vidas de los contemporáneos y las generaciones que nos sucederán se reflejan en preocupaciones que pasan por las pedagogías. Por ejemplo, cómo manejar los recursos naturales y sociales, como se enfatiza en las propuestas de la educación para enfrentar el cambio climático: https://www.un.org/es/climate-change/climate-solutions/education-key-addressing-climate-change. O en los esfuerzos por educar incluso en contextos adversos. Respecto a la educación en tiempos de guerra, mayo 2023: https://digibuo.uniovi.es/dspace/bitstream/handle/10651/68950/TFG_CarlaMarquesPrieto.pdf?sequence=5, hay quien enfatiza que también durante los conflictos seguimos aprendiendo y lo deseable es que aprendamos habilidades útiles para el tiempo del conflicto, pero orientados a un futuro, una vez trascendida la guerra.

La decisión de inscribirse en determinada escuela o institución y en determinada carrera o posgrado no sólo cambia nuestra propia vida, sino las vidas de quienes se encuentran en nuestro entorno. ¿De qué manera lo que hemos aprendido ayudará a mejorar las vidas de los miembros de nuestra familia? ¿Cómo lo que sabemos ayuda a mejorar nuestras interacciones con nuestros vecinos? ¿Cómo nuestra educación contribuye a los cambios positivos en nuestras instituciones y comunidades? Habilidades que consideramos tan básicas como leer y escribir; hablar y exponer; comunicar y modelar con nuestro comportamiento nos ayudan a promover otros aprendizajes que ayudarán a cambiar las vidas de muchos otros que se benefician de lo que hemos aprendido como generación, como grupo y como comunidad. Obedecer o proponer cambios en las normas de comportamiento, aprender las leyes y observar cómo se siguen o se infraccionan, ayudará a orientar cambios en nuestras vidas y en las generaciones que nos seguirán.

 

*Doctor en Ciencias Sociales. Profesor del departamento de sociología. Universidad de Guadalajara. [email protected]

Escriba su búsqueda y presione ENTER para buscar