Tiranías
Rubén Zatarain Mendoza*
En el estudio escolar de la historia eurocentrista el enfoque predominante es el relativo al tema de héroes y villanos, el álbum de historia mínima de buenos y malos.
La perspectiva de la historia de bronce que nos empuja a la línea de tentación de asumir que la dialéctica de las sociedades obedece a voluntarismos personales.
La devaluación de los estudios sociales en el concepto pragmatista vigente en el neoliberalismo. La colonización de las mentalidades de los explotados y su status de invisibilidad política, su reducción a electores manipulados.
La deformación histórica de las colectividades, los clientes cautivos de políticas miopes recaudatorias.
Mencionar nombres y fechas parecen ser retazos de conocimiento con los que se da por acreditado el saber histórico. No abundaremos sobre las debilidades didácticas y evaluativas que subyacen a esta concepción, pero si tomamos la idea del nombre del antihéroe para acercarnos un poco al tema de la tiranía.
Desde la Grecia antigua, al tirano lo caracteriza el poder absoluto y unipersonal, la demagogia en sus decenas de variantes.
Para Aristóteles, la tiranía reúne los vicios de la oligarquía y la demagogia y lo cataloga como el peor régimen político.
Para Maquiavelo la tiranía tiene dos acepciones: la primera como un modo de ejercicio del poder y la segunda, forma con la cual el gobernante se hace con el poder.
Para J. J. Rousseau en el Contrato Social el usurpador es sinónimo de tirano, déspota, es aquel que gobierna con violencia y sin respeto a la justicia ni a las leyes.
El sentir colectivo parece ser de no querer gobiernos tiranos, pero en la Psique de las masas subyace una deformación democrática y una debilidad por dejarse seducir por el discurso de este tipo de personalidades.
La tiranía está relacionada con el uso de la fuerza y las armas como medios de gobernabilidad, con la usurpación del poder y el arrinconamiento de la voluntad de las mayorías.
En el mundo del entretenimiento con un matiz ligeramente educativo, este mes de julio la plataforma Netflix estrenó la serie “Como se convirtieron en tiranos” (How to become a Tyrant), la serie de seis capítulos cortos, narrada por Peter Dinklage juega simbólicamente con el sarcasmo y la tesis de que cualquiera puede abrigar espíritu de tirano.
El co-tirano es tal vez el ciudadano que acepta miseria de gobernantes y miserias de franquicias políticas mareadores en el color y el supuesto cambio, pero de clara adscripción derechista.
Dinklage, en su planteamiento del “Manual del Dictador” sugiere ideas obtenidas de las biografías de una parte de su baraja de tiranos icónicos en la historia del siglo XX.
Los seis capítulos de la serie refieren las respectivas lecciones: conquistar el poder, acabar con tus rivales, gobernar mediante el miedo, controlar la verdad, crear una sociedad nueva y gobernar para siempre.
El tirano como representación del miedo y la muerte, del sometimiento de sus pueblos.
Entre otros personajes recoge de archivos a personajes como Hitler (Alemania), Mussolini (Italia), Stalin (URSS), Saddam Hussein (Iraq), Idi Amin (Uganda), Muamar el Gadafi (Libia) y Kim II Sung (Corea del Norte), entre otros.
La selección de los personajes es en sí ya un filtro ideológico, es claro de dónde es quien escribe y quiénes son los dueños de la plataforma.
Hay más tiranos, el corte es necesario.
La selección de los tiranos en esta serie televisiva, los aprendizajes posibles de estos líderes que en la parte alta de sus gobiernos contaron con aliados internos, contaron con su apoyo y silencio, con el contubernio en las áreas económicas estratégicas. Contaron también con aliados externos, la ruta de sus exportaciones, la ruta del negocio de las armas, la génesis del bloque del terrorismo; los medios internacionales de noticias, el bloqueo histórico del derecho a la información y la veracidad, la eliminación de los contrarios de maneras cruentas.
La longevidad de sus mandatos, el miedo provocado, la dominación a golpe de balas, cárceles y desapariciones.
Los tiranos no han muerto del todo, se reproducen y surgen de nueva cuenta con las mismas formas, las “modernas” civilizaciones son siempre tentadoras para espíritus y ambiciones tiránicas muchas veces enmascaradas en entramados institucionales de aparente misión popular.
Hitler y su redituable odio a los judíos, sus campos de concentración y su libro “Mi lucha”, Stalin erigido como sucesor de Lenin, los gulags, las deportaciones en Siberia, la persecución y muerte de Trotsky en México; Saddam Hussein y sus guerras de purga étnica en sus límites con Turquía, el petróleo, la guerra contra Irán, la guerra de Golfo, Israel; Idi Imin, militar colaborador de la corona inglesa, el color de la piel no es antídoto contra aspiraciones tiránicas, la expulsión de los hindúes; Kadafi y su libro verde, el valor de la educación para reproducir un ideal de sociedad nueva; Kim II Sung y su tiranía generacional, las armas nucleares y los misiles. Los tiranos no juegan a permanecer y perpetuarse en el poder con resorteras, el rojo comunista como demonio desde la mirada de occidente, el credo musulmán como sospecha.
Los gobiernos totalitarios y sus mecanismos de represión, dolor y muerte de opositores.
La megalomanía de los personajes, que en algunos casos provienen de orígenes humildes, las armas como constante pero también lo simbólico del poder y la maldad.
La serie televisiva es apenas una mediación para introducirnos por ese laberinto de la sociedades modernas tomadas por asalto por personajes que independientemente de la raza, religión, formación académica, son proclives al enervante poder político y económico.
Hacedores de palabras, vendedores de ilusiones eficaces que cautivan a las masas embrutecidas por su miseria económica y cultural.
De pie sobre sus botas militares disponen.
Tiranos con masas estupidizadas y manipuladas por la propaganda y las armas.
La fuerza, expresiva de cobardías profundas de oportunistas y advenedizos; la megalomanía adquirida por el culto popular al líder. El encanto costoso, el desencanto y la liberación de cadenas a golpe de vidas humanas.
La tiranía de la indolencia, el costo social de las malas decisiones políticas de los hacedores de las repúblicas, las olas negras pestilentes del petróleo y el oro, de las aguas turbias de la modernización, la industria de la guerra que exacerba las diferencias entre hermanos, como en algunas etnias africanas; el cambio vendido como espejitos de colores de falso progreso y bienestar.
La manipulación de las masas y las formas subliminales en las que se simula democracia en las repúblicas. El juego perverso del poder y las distintas maneras como se reproducen las desigualdades, como se reproduce el sistema nervioso del subdesarrollo con delincuencia incluida.
La difícil formación de la mentalidad del ciudadano hacedor de formas de convivencia basadas en la democracia, hacedores de participación informada.
La tiranía de la ignorancia, el sadismo institucionalizado en las figuras del poder perpetuado y los malos tomadores de decisiones.
Tiranías…
*Doctor en educación. Profesor normalista de educación básica. [email protected]
Mirada urgente requiere el tema para posicionarnos y preguntarnos: ¿Desde dónde nos colocamos como sujetos socialmente comprometidos?, ¿Cómo recuperamos al sujeto histórico – social?, ¿Cómo construir al sujeto y su conciencia histórica? Considero que no estamos libres de albergar a nuevos tiranos ya que para librarnos de nuevas formas de tiranía, requerimos formarnos como sociedad con preparación ideológica liberadora, asumir una posición crítica que considere la posibilidad de utopías posibles en un mundo diferente, ahí radica nuestra tarea y compromiso docente como lo menciona Paulo Freire: “Lucho por una educación que nos enseñe a pensar y no por una educación que nos enseñe a obedecer”.
Algunas características para reconocer tiranos: táctica megalómana en sus propias habilidades; se perciben como liberadores; mantienen creencias esotéricas sobre sí mismos y su superioridad; narcisistas; su táctica: la indignación vende, comprende la naturaleza del resentimiento humano y se presentan como opción de salvación; liderazgo fuerte; mensaje convincente; venden una imagen de ser del pueblo; cautivan el subconsciente colectivo; crean estrategia de marketing, usan el poder del diseño, la imagen, el símbolo y la marca, solo por mencionar algunas comunes.
Reivindicar nuestro estar siendo en este presente potencial en la construcción de miradas otras, horizontes de esperanza a la que anhelamos socialmente.