Tercos, tenaces, necios, porfiados y empecinados

 In Rodolfo Morán Quiroz

Luis Rodolfo Morán Quiroz*

La constancia y la insistencia suelen ser vituperadas cuando se trata de temas con los que no estamos de acuerdo. Y suelen ser alabadas cuando llevan a resultados positivos para quienes las practican o para quienes les rodean. Hay personas tenaces en sus esfuerzos por analizar y resolver problemas que son llamadas tercas y necias por quienes se benefician de que esos problemas existan. Como bien sabemos, quien porfía, mata venado, lo que puede ser considerado una virtud para quienes se comerán la carne y adornarán con el testuz sus residencias, pero que no lo es ni para el venado mismo ni para los ecologistas que saben que la muerte de un ejemplar de la especie puede desencadenar otros procesos de deterioro en el hábitat de aquel pobre que habita(ba) en la serranía.
Hay algunas formas de insistir que requieren menos desgaste que otras: el atleta o el estudiante que despierta cada mañana y se aplica a sus rutinas de despabilamiento y aliño para luego dedicar un tiempo exclusivo a la práctica de su disciplina o a sus estudios, requiere luchar contra su cansancio, su sueño o las tentaciones de saltar ese día en el calendario. Y hay otras formas de la obcecación que se dan por simple inercia: para permanecer sin ejercitarse y resistirse a los consejos de activarse mental y físicamente no se requiere de gran cosa: basta con no hacer no lo que no se quiere. De cualquier manera, quien permanece empecinado en dañar su salud e ingiere sustancias, alimentos o bebidas que no ayudan a su metabolismo, es también un terco difícil de disuadir.
“¡Que ya te dije que no!” es declaración insuficiente para quienes están emberrinchados por conseguir lo que se les niega, pero también es frase que se convierte en desafío para quienes están convencidos de que la realidad debe cambiar. Ya sea una realidad externa y de alcances sociales más amplios, ya sea una realidad interna o encarnada en su individualidad. Así como los hijos acuden con el progenitor alternativo o con los abuelos ante las negativas del primer progenitor al que le piden o exigen algo que se les niega, quienes buscan determinados recursos o satisfacciones suelen acudir a instancias superiores para argumentar las razones para que se les ponga atención y se satisfagan determinadas causas.
La escuela y la educación formal ofrecen un contexto adecuado para aprender, con tenacidad y aplicación, una serie de habilidades y hacerse de un amplio acervo de información. Simplemente, la asiduidad en las sesiones de los cursos se convierte en oportunidad de aprender más y mejor. Hay quien acusa que la escuela es también una forma de evitar el enfrentar los problemas reales, pues lo que se plantea en las aulas y laboratorios suele estar despojado de las triquiñuelas y las contaminaciones de las situaciones de la vida cotidiana.
Resolver mil veces los problemas escolares, argumentan algunos, no es más que un remedo de lo que significaría resolver problemas que vienen enmarañados con otros. Por citar un par de ejemplos: ni la teoría política ni la teoría psicológica son suficientes para comprender y manejar las realidades concretas de la política ni de las locuras y desvaríos de la gente con la que nos enfrentaremos en la vida diaria. No obstante, ese empecinamiento en aprender las nociones abstractas y resolver los problemas prácticos en situaciones relativamente seguras y desinfectadas, ayudará a quienes se apliquen, para comprender y manejar situaciones que, quienes faltaron a determinadas sesiones, no tendrán ni idea de cómo plantear o analizar. Aunque es verdad que los tercos y tenaces no necesariamente lograrán convencer a todos de que existen mejores formas de ver los problemas y resolverlos, habrá algunos que comprenderán que el terraplanismo, el sedentarismo, el fundamentalismo o algunos otros “ismos” que bloquean la exploración, no necesariamente constituyen el mejor camino para enfrentar nuestras complejas realidades de “allá afuera” de la escuela.

*Doctor en Ciencias Sociales. Profesor-investigador en el Departamento de Sociología de la Universidad de Guadalajara. [email protected]

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