Teacher’s pet

 en Rodolfo Morán Quiroz

Luis Rodolfo Morán Quiroz*

Doris Day y Clark Gable fueron los principales actores de la película cuyo título utilizo en esta columna. Estrenada el primero de abril de 1958, su tema musical expresaba un deseo que en terapia suele señalarse como transferencia: “quiero aprender todo lo que tus labios me puedan enseñar. Segura de que con un poco de tarea me graduaré en tu corazón (…). Quiero llevar a casa un diploma que muestre que tú también me amas”. En una de las primeras escenas, la instructora de periodismo Erica Stone (personificada por Doris Day) pregunta a su estudiante James Gannon (Clark Gable) qué quisiera “acometer” a continuación, tras los halagos a uno de sus reportes escritos. La expresiva mirada del estudiante señala, más que un tema, determinada porción del cuerpo de la docente.
La situación no es nueva. Sabemos de casos de docentes y estudiantes que no solo se enamoran de sus colegas, sino también de aquellas personas de quienes aprenden desde la posición de docentes o de estudiantes. Desde la filosofía griega, cuando menos, se ha expresado ese deseo de intercambio de conocimientos (además de promesas, fluidos y sentimientos). En varias instituciones académicas ha estado prohibido explícitamente el intercambio afectivo, lo que ha significado que las personas involucradas prefieran renunciar al puesto en vez de declinar la relación entre principiante y especialista.
Muchos de nosotros recordamos habernos infatuado de algunas de nuestras maestras, desde el jardín de niños hasta el posgrado. También, como docentes, hemos tenido más coincidencias con algunas estudiantes que con otras. Hace unas semanas, una estudiante comentó que determinadas cualidades de los docentes suelen hacerlos interesantes más allá de las asignaturas en que se comparten tiempos y espacios. Como estudiantes y docentes quisiéramos estar más cerca, más tiempo, de determinadas personas a las que conocemos en los cursos.
En todo caso, la relación de enseñanza y aprendizaje implica lazos afectivos que pueden derivar en amistad o en posibles relaciones de pareja. En algunos casos, las personas involucradas tienden a sustituir la relación pedagógica eventual por una más inclinada a la administración y solución de los problemas de la vida cotidiana. Hay instancias en que las parejas constituidas de años se han desintegrado a raíz de decisiones conscientes de redefinir la relación pedagógica como primordialmente afectiva (lo que no deja de tener sus grandes retos para el aprendizaje). Las situaciones pueden variar en duración: desde unas cuantas sesiones (en el aula o extracurriculares) hasta una prolongación que llegue a definir la carrera y las vocaciones de las personas involucradas.
La preferencia por determinadas docentes/estudiantes y el deseo de que el sentimiento sea mutuo, hasta llegar, como señala el tema de “teacher’s pet” al corazón que acompaña al cerebro (y cuerpo) de docente o aprendiz da para largas discusiones éticas, consideraciones prácticas, problemas logísticos y ordenamientos laborales. La relación de enseñanza y aprendizaje puede incluir determinadas áreas (como las que señala Alberto Moravia en su relato “La vida conyugal”, por ejemplo) y no otras. Habría que ver qué tan productiva ha resultado en los casos en que se ha concretado, además de entender los problemas y vicisitudes a tomar en cuenta en esa transformación.

*Doctor en Ciencias Sociales. Profesor del Departamento de Sociología del CUCSH de la UdeG. [email protected]

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