Simulación estructural
Carlos Arturo Espadas Interián*
Las estructuras institucionales, hace mucho que en el mundo y en nuestro país, superaron la funcionalidad egoísta de la Directiva a cargo. Este cambio se construyó a lo largo de la historia como producto de luchas y sacrificios de actores clave, pero poco escuchados, que formaban parte y eran la razón de ser de las instituciones.
Jugaron también un papel fundamental en este proceso de institucionalización las presiones de otras entidades, no solo nacionales, sino principalmente extranjeras, desde las relacionadas con movimientos de reivindicación de aquellos que no habían tenido derechos, como es el caso de todas aquellas que en su momento se inspiraron en defender los derechos de clases y sectores subalternos.
Movimientos en favor de la democracia y la participación social como alternativa, en su caso, a una estructura para atender a los distintos sectores y frenar transformaciones profundas, pero que, sin lugar a duda, generaron mejores condiciones laborales, estudiantiles y demás.
Hasta llegar a aquellos movimientos, los menos, que se inspiran en el amor para con el prójimo y buscan la construcción de un mundo mejor a partir de la justicia y distribución equitativa de las posibles configuraciones sociales, económicas, culturales y demás de la vida. Que, por cierto, es un movimiento generado desde el siglo XVI al menos y que hunde sus raíces en el siglo I d.C.
Es decir, independientemente del sustrato ideológico, hoy en día, por una u otra causa, sacrificio, lucha, concesiones y acuerdos, las estructuras institucionales se han vuelto participativas, inclusivas y respaldadas por marcos normativos que se han encargado de lo operativo y legal.
Poco a poco estas estructuras se han vuelto parte de la vida institucional, permitiendo niveles de partición política, académica, ciudadana y demás. Así se tienen consejos estudiantiles, mesas de padres de familia (participación social) y demás.
Sin embargo, hay instituciones donde esas estructuras únicamente se activan y desactivan para cumplir requisitos en interés de las estructuras de sometimiento –que no directivas, por como funcionan–; por tanto, la participación por medio de estas estructuras es simulada a conveniencia.
Así, en pleno inicio del siglo XXI, existen instituciones que, por el estilo directivo, se mantienen varios siglos atrás en cuanto a la participación social y emulan dinámicas de estructuras que ya están superadas en nuestro país y que hacen recordar a las dictaduras, personales y de bloque –entiéndase partidos–.
Incluso las dictaduras de bloque han sido superadas en nuestro país y el proceso de institucionalización se ha generalizado en todos los sectores, áreas e instituciones de la vida nacional. La pregunta es qué está pasando al interior de esas instituciones que están teniendo retrocesos, no en años sino en siglos y, más aún, cómo es posible que las autoridades permitan esas dinámicas en sus subalternos, cuando ellos mismos saben y promueven una cultura de la participación social, no solo de actores institucionales, sino de la sociedad en general –que por cierto es como debe ser–.
*Profesor-investigador de la Universidad Pedagógica Nacional Unidad 113 de León, Gto. [email protected]