Se les hace bolas el engrudo
Luis Rodolfo Morán Quiroz*
Es de sabiduría popular que a los cálculos de costos y duración de cualquier edificación realizados por los expertos hay que multiplicarlos por tres. Si el arquitecto te promete construir tu casa en un año y con un costo de doscientos mil pesos, puedes confiar en que estará (casi) terminada en tres años y después de haber desembolsado 600 mil.
Aunque es un razonamiento que suele aplicarse a las construcciones de pétrea solidez, como el tren ligero de Guadalajara, el Santuario de los Mártires, el Centro Cultural Universitario, por citar algunos ejemplos de mi pueblo tapatío, es posible extender la analogía a los ámbitos de la educación.
Hace algunos años, al psicólogo Daniel Kahneman, Premio Nobel de Economía 2002, preguntó a los expertos con los que trabajaba en un libro para secundaria sobre el problema del criterio y la toma de decisiones: “¿en qué fecha creen que terminaremos de escribir el libro?”, los expertos escribieron sus respuestas, que proponían fechas entre un año y medio y dos años en el futuro. En un contexto en el que sólo el 60% de quienes habían emprendido un proyecto similar habían logrado terminarlo, el equipo de Kahneman terminó de escribir el texto en ocho años. Lo que demuestra que ni siquiera los expertos en decisiones son capaces de anticipar cuánto tiempo les tomará realizar las acciones necesarias para culminar sus proyectos.
Esta historia, que narran los hermanos Dan y Chip Heath en su libro Decídete, sirve para reflexionar en los proyectos educativos locales y nacionales. Ya sabemos que muchos maestros se quejan de que algunas perspectivas educativas comienzan a aplicarse hacia el final del sexenio en el que se propusieron, planeadas desde el primer día. Para que al siguiente régimen se planteen cambios inmediatos que se concretarán años después. En los ámbitos universitarios conocemos de varias propuestas de planes de estudio que no han llegado a concretarse, de algunas que se discuten durante cinco a ocho años para luego abandonarse y de propuestas que se aplican “lo más pronto posible”, lo que no significa que para ese momento “inmediato” sigan vivos todos los expertos que participaron en su diseño.
Conocemos proyectos de planes de estudio que han sido propuestos por académicos expertos y que ya están listos para arrancar. Lo que les falta, en buena cantidad de casos, es que las autoridades de las instituciones educativas gestionen los recursos, los espacios, los cambios administrativos para favorecer que se lancen esos programas. Antes de eso, empero, es necesario que las autoridades de las instituciones estén dispuestas a reconocer la necesidad de modificar o de plantear determinados planes de estudio, o la formación de especialistas en esas áreas de aplicación profesional. Para que luego los expertos les den a conocer las propuestas de cómo se formará a los nuevos profesionistas. Falta también que las autoridades tengan la visión para aceptar que existen necesidades sociales por cubrir y para las cuales se necesita una formación específica MÁS ALLÁ de las disciplinas tradicionales. Mientras los funcionarios consideren que ir más allá de formar especialistas en derecho, en ingeniería o en disciplinas de la salud es una apuesta arriesgada, muy probablemente seguirán prestando oídos sordos y con ello contribuirán a alargar el tiempo de gestación de nuevas propuestas curriculares.
*Doctor en Ciencias Sociales. Profesor del Departamento de Sociología del CUCSH de la UdeG. [email protected]