Revolución mexicana por alcanzar
Rubén Zatarain Mendoza*
El desfile deportivo, las escuelas y sus escoltas representativas, la marcha y el encuentro con las comunidades a ritmo de banda de guerra; las generaciones de hoy socialmente conmemorativas de la abuela revolución mexicana.
Las aulas y la calle, la escuela y las comunidades hermanadas por un evento histórico trascendental.
El color de la bandera nacional en uniformes y bastones, el despliegue de las habilidades deportivas en tablas gimnásticas y bailes alusivos, la expresión musical rica en el ahora, representativa de la coyuntura de aquel momento inolvidable en la memoria histórica de los mexicanos.
La conmemoración como una fiesta de la infancia y la juventud de ahora, los hechos que fueron trágicos y significaron hambre, muerte y dolor, secuelas en el imaginario colectivo que marcaron impronta.
Ser profesor en los largos años trágicos de 1910 a 1923; ser profesor ahora con la misión de formar el pensamiento crítico sobre los momentos y los actores de la etapa pre, revolucionaria y posrevolucionaria.
Desde el asesinato de Madero y Pino Suárez (1913) hasta los asesinatos de Zapata (1919), Carranza (1920) y Villa (1923) la revolución de liderazgos emergentes; desdibujada dirección, pulverizada organización.
La recomposición de fuerzas y las luchas reeditadas a golpe de planes, programas de gobierno breves y metralla.
Largo y sinuoso camino de proclamas, de guerra civil entre mexicanos, largo y difícil proceso de un país en proceso de renacimiento.
El edificio de la paz y el progreso porfiriano se cimbran desde sus cimientos; los “científicos”, hacendados y curas ven con desprecio a la chusma movilizada.
Ser niña, niño o adolescente en aquellos años. La pérdida de vidas, la pérdida de proyectos, la emergencia sanitaria y la crisis que parecía insuperable.
Hoy como lectores de Historia, como hacedores de la vida institucional y cotidiana. La necesidad de informarse, de comparar fuentes, de moldear conciencia, pensar y sentir la revolución.
El orden y el progreso en la patria consumista que cosifica sentidos y libertades, los descuentos a la conciencia nacional descolonizada aún en intencionalidad educativa; el Buen Fin aún en carteles y propaganda, el consumidor compulsivo y sus propias dictaduras.
El desfile del 20 de noviembre y la polifonía de voces, la policromía de los vestuarios; los educandos ante el análisis crítico de los hechos que sólo son históricos si se significan.
¿Cuántos de los ideales revolucionarios permanecen; cuántos han muerto?
La participación de los niños, niñas y adolescentes, sus miradas frescas y sus cabezas bien peinadas, que piensan y sienten; formados en filas, en columnas, cuerpos que sudan la gota gorda en honor a los personajes que se levantaron en armas; ellos que buscan la mínima sombra y toman apresurados un sorbo de agua en el acto conmemorativo del aniversario 114 del inicio de la revolución mexicana.
La formación de las nuevas generaciones y la significación dispersa de eventos históricos como el acontecido en el cada vez más lejano 20 de noviembre de 1910.
La alegría de participar, la mirada y el acompañamiento de sus maestros y maestras, los escasos padres y madres de familia bajo el sol, la mirada curiosa de los ciudadanos, los más curiosos y curiosas, desprovistos(as) de la básica información y memoria histórica.
Las fuerzas militares y del orden, sus desfiles profesionales, su lealtad cíclica, sus propios iconos e historia de bronce, la lealtad con la república y el gobierno, el contrato social con los ciudadanos de bien y sus luchas actuales contra los “malos” que también hacen contrarrevolución de mil formas.
La gobernabilidad de la república en días de pseudoconcreción de la democracia, de flagelo constante al tejido social bajo arenas movedizas en estados y municipios.
Lo inverosímil, lo antirrevolucionario de los partidos políticos. Los gobernadores eficaces fenicios de la palabra y la mentira que, sin la mínima calificación aprobatoria en materia de Historia Nacional e Historía Estatal, simulan gobernabilidad mientras sus huestes se enriquecen con las arcas de la justicia y la administración pública a modo.
Los gobernadores enanos en moralidad, con el agravante del vedettismo de tinte neoliberal que se exhiben en los estadios, se pavonean ante los periodistas chayoteros; esos que hacen sexenios perdidos, que llegan y se van con mucha pena y nada de gloria.
Las masas, que emiten su voto con ceguera democrática para apoyar sujetos creados artificiosamente por grupos empresariales que van por la gestión de la pobreza de las mayorías y el enriquecimiento de los muy pocos.
Los reingenieros del fraude electoral y de la independencia egocéntrica del pacto fiscal nacional.
Las áreas del negocio público a su disposición: el miedo social extendido a la in-seguridad y el pseudolíder que hace retórica de campaña sobre la sempiterna necesidad de seguridad; la incapacidad de controlar, la vocación de concertacesión y consentimiento desde los palacios de gobierno y los palacios municipales.
La revolución mexicana, Francisco I. Madero y el Plan de San Luis, la entrada triunfal a la Ciudad de México y la renuncia en el otoño del patriarca Porfirio Díaz, constructor de una etapa histórica entre siglos, de modernidad aparente (orden y progreso) y persecución; dictadura con medallas del rezago en materia social.
La sociedad mexicana que emerge golpeada de la etapa revolucionaria y posrevolucionaria. El valor de construir escuelas, del normalismo y de llevar educación a las masas.
La ampliación de la cobertura escolar. Los ciclos de educación primaria, secundaria y un poco después preescolar, especial y ahora inicial.
La escolarización extensiva como política pública de legado revolucionario, el Artículo Tercero de la Constitución de 1917, las desigualdades e inequidades legitimadas, la creación de la SEP en 1921, mientras se intensifica el reparto de tierras y se da vida al ejido, la estructura institucional de seguridad social en materia de salud y el surgimiento de los partidos políticos y las organizaciones sindicales que deciden sobre los grandes temas del desarrollo social, económico y político.
La universidad mexicana como reproductora ideológica, como institución colonizadora que produjo sus propios capataces y ladrones con título en la administración pública, en la administración privada y en el dura lex sed lex del sistema judicial para explotar y legitimar el estado de cosas de manera invisibilizada.
Los curas y su revolución cristera, la contrarrevolución interminable en las elecciones de 2024.
Los gobernadores caros e ineficaces, egresados de universidades privadas de tinte jesuita o empresarial, incapaces de mover mentalidades, incapaces de hacer buenos gobiernos con rostro humano y social.
Los ideales de la revolución mexicana, hechos añicos por sus propios generales, por los cachorros de la revolución titulados como licenciados en Derecho y graduados en universidades norteamericanas, los hacedores del liberalismo rapaces, tomadores de decisiones de la globalidad que hoy son muy ricos y han dejado una capa paleolítica de pobreza y descomposición social difícil de resolver.
Los que abandonan la patria y se fueron a vivir a España, los gobernadores impunes que abandonan el estado del que tanto han lucrado economía y retórica política después de provocar el desastre.
La revolución mexicana materializada en la cobertura del sistema educativo nacional.
La tecnologización del campo y la industrialización de las ciudades de manera paralela a las nuevas necesidades de una población en expansión.
La Revolución Mexicana y sus brechas socioeconómicas, educativas, tecnológicas y culturales.
La ampliación de la cobertura escolar. El ciclo de educación primaria, secundaria y un poco después, preescolar, especial e inicial.
Noviembre, mes de conmemorar la revolución mexicana, más allá de la catrina monumental, más allá de los murales de Diego Rivera y José Clemente Orozco.
Antes de que regurgitemos consumismo y que la revolución mexicana y sus ideales se tornen cada vez más lejanos, acerquémonos y revivamos intergeneracionalmente; conocer y pensar nuestra propia historia es tal vez el mínimo compromiso ante el legado de momentos históricos fundacionales.
Mientras tanto, el 114 aniversario, muy ausente en el impasse oscurantista del dinero cupular, que viven estados como Jalisco y Nuevo León, cobra sentido nacional con la reforma judicial en marcha y con las propuestas de México de destinar el 1% de gasto militar a esfuerzos de reforestación ante la cumbre del G20 recién concluida en Río de Janeiro.
*Doctor en educación. Profesor normalista de educación básica. [email protected]