Resulta que no somos perfectos
Luis Rodolfo Morán Quiroz*
Una amiga me ha llamado la atención hacia un texto de un profesor de sociología en el que descalifica tajantemente a un estudiante. En el texto se señala que ese estudiante quizá no cuenta con las capacidades intelectuales para culminar alguna licenciatura. No sé si la opinión es de un profesor local o de alguna otra universidad del mundo hispanoparlante. Para la amiga que me envió el texto, éste es insultante, y yo añadiría que insensible a las diferencias en la capacidad de aprender de los humanos.
Mi opinión es que buena parte de la riqueza de nuestras escuelas y, aun más de nuestras sociedades, consiste en que no todos podemos ser medidos con el mismo rasero (en otras palabras, no puede esperarse que todos seamos seleccionados para ser raceros). Y que cada uno de los individuos cuenta con determinadas capacidades que hace imposible equipararlo con algún otro. Cada persona conserva, a pesar de todo, su dignidad y sus derechos, a menos que, según las convenciones sociales, haya que reducir sus alcances cuando se conviertan en dañinas para los demás.
Cabe preguntarse: ¿tendríamos que descartar a cada estudiante que algún juez, dotado de criterios relativamente objetivos, señalara como no apto para los estudios?, ¿podría convertirse la educación en una esfera apta solo para los más dotados o los que expresaran una mayor vocación o inclinación a desempeñarla?, como complemento, ¿tendríamos que obligar a quienes pueden desarrollar determinadas profesiones a dedicarse a ellas aunque esas personas prefieran alguna otra que en la que no destacan?
A mi entender, el aprendizaje puede ser emprendido por todas las personas y será parte de conservar la vida y el sentido de vida para cada persona. No es necesario ser campeones de nuestras profesiones para desempeñarlas. Ni tampoco es deseable que sólo los que aprenden mejor se queden en la escuela. Habrá que reflexionar en la posibilidad de que sólo los más aptos desarrollen determinadas profesiones. Me parece que siempre estaríamos cortos de profesionistas, pues pocos pueden ser excelentes y no todos los genios para determinadas actividades están dispuestos a dedicarse a lo que algún juez determine que es lo mejor que podrían hacer.
Descalificar a las personas porque “ocupan el lugar” de quienes podrían aprender mejor, quizá no tiene que ver directamente con un juicio sumario (o realizado después de larga reflexión) de parte de una sola persona y sin que quienes son juzgados tengan la posibilidad de presentar sus evidencias y argumentos. Para muchos de nosotros, el aprendizaje no consiste únicamente en aprender para ser el mejor de determinada disciplina o tema, sino para dar sentido a otros aprendizajes en la vida.
En todo caso, ser estudiante de una profesión, ya sea social o más inclinada al manejo de objetos, ayuda a dar sentido del mundo que esa profesión organiza en categorías y actividades concretas. Definitivamente no es posible que todos tengamos calificaciones de excelencia en todas las asignaturas, pero nuestros aprendizajes, aun cuando no sean los mejores según las perspectivas de los jueces (empleadores, docentes, instituciones certificadoras, gremios o colegios) pueden ayudarnos a entender cuáles son las limitaciones a superar en nuestra práctica de determinada profesión. Lo que no significa que no podamos aprender para dar sentido a nuestras vidas y mejorar nuestra comunicación con las personas que nos rodean. ¿Deberíamos, entonces (según el juicio tajante del docente que escribe el texto que menciono), descalificar como posibles profesionistas a todos los estudiantes que no lograran excelentes calificaciones en cada una de sus asignaturas?
*Doctor en Ciencias Sociales. Profesor del Departamento de Sociología del CUCSH de la UdeG. [email protected]
Muy buen artículo. Un tema de suma importancia.