Reformas educativas sin consenso
Enric Prats*
La necesidad de revisar y mejorar todos los aspectos de los sistemas educativos es una sana ambición. Los cambios tecnológicos, la evolución social y las transformaciones que están experimentando nuestras economías son motivos suficientes para tener presente dicho principio. En clave política, eso suele significar alteraciones de prioridades presupuestarias o modificaciones legislativas, incluso la puesta en marcha de reformas integrales del sistema educativo. Por desgracia para la escuela, esta última situación suele coincidir con cambios radicales de gobierno, que alteran las mayorías ideológicas anteriores, entrando los advenedizos con aires renovadores de arriba abajo. En España, este fenómeno se ha producido cuatro veces en los últimos treinta años, pero lo mismo está pasando en estos momentos en Italia, con la última reforma del gobierno Renzi.
La educación es un caramelo demasiado apetecible para dejarlo escapar, especialmente cuando se parte de la idea de que es un producto manejable al antojo del último personaje llegado a la política. Por supuesto que la educación es importante y que puede y debe ser mejorada día a día, pero eso no puede significar que el poder político sustituya o elimine la autoridad legítima de profesionales de la educación que tienen a su encargo esta importante tarea. Además, se parte de un presupuesto, algo caduco, de que la escuela es la única herramienta para transformar la realidad social, por lo que controlando la escuela controlamos al pueblo. En sociedades altamente complejas, tanto en lo tecnológico como en lo social, esta afirmación ya no es defendible como hace unas décadas. Los agentes educativos son tan diversos y dispersos que es imposible de medir con precisión el alcance real de la escuela.
Por esto razón, el político que llega suele tratar de imponer “su” modelo educativo partiendo de la idea que el que está implantado no resuelve las necesidades actuales y, peor todavía, que “sus” soluciones son las únicas válidas para sacar a la escuela de su atolladero. Nada más lejos de la realidad. Más aún cuando se parte del desconocimiento o de la ignorancia absoluta sobre el sistema, como suele ser habitual en estos casos. Además, en clave partidista, estas reformas terminan teniendo una lectura interna, en términos electorales, para reforzar el ideario de los propios seguidores, más que buscar el consenso y el acuerdo con las demás fuerzas políticas.
Esto es lo que ha sucedido en España, con la reforma del gobierno de derechas actual, y que la oposición en bloque ya anunció que derogaría en las siguientes elecciones si alcanzaba el poder. Pero es lo mismo que está pasando en Italia, con el primer ministro Renzi, que ha conseguido sacar a la calle a estudiantes contrarios a sus propuestas e incluso ha llegado a dividir a su propio partido en el Parlamento. Sin consenso no hay mejoras.
*Profesor de Pedagogía Internacional, Universidad de Barcelona. [email protected]