Reaprender la convivencia social

 en Rubén Zatarain

Rubén Zatarain Mendoza*

El objetivo más importante de la asistencia a la escuela de educación básica es el aprendizaje de las habilidades sociales, es el aprendizaje de normas para la convivencia social. El proyecto educativo primero es preparar para la vida en sociedad.
Convivir con otros, dialogar con otros, hacer trabajo de equipo, obtener valía personal y reconocimiento social son objetivos socioemocionales igualmente importantes que los contenidos científicos, matemáticos, de lenguaje, artes y tecnológicos.
Por razones de emergencia sanitaria ahora el encuentro en los entornos escolares se detiene por unos días. Por el momento el grupo escolar y la escuela como comunidad de aprendizaje en y para la vida detienen su pulso, su algarabía.
Por pocos días la práctica de habilidades sociales en la escuela tendrá que esperar.
Este es un espacio de oportunidad para continuar el proceso de aprendizaje de estas habilidades en casa. Éste es un momento para fortalecer la cohesión y la fortaleza, los valores que unen a la familia.
Ahí está el reto de construir la mesa redonda para establecer relaciones colaborativas y de escucha activa y relaciones humanas horizontales. Ahí está el reto de repasar saberes sin la dictadura del deber, ahí está el reto de estar con el otro cediendo un poco de espacio vital. Ahí está el reto de tocar con la comunicación paraverbal y prescindiendo de las manos.
Padres aprendiendo de los hijos y las nuevas metodologías y conocimientos que han aprendido en el salón de clases.
Hijos aprendiendo habilidades y conocimientos de las que son portadores la generación de sus padres.
Profesores aprendiendo sobre redes sociales y plataformas digitales, aprendiendo el arte de comunicar con instrucciones y mensajes escritos y gráficos.
Convivir con el otro al que nos unen lazos de consanguinidad es otra asignatura pendiente en el entorno del hogar.
Somos familia, somos parte de un árbol genealógico, pero tal vez los muros y las brechas que hemos construido en la gesta de la posmodernidad nos ha hecho ajenos, desconocidos, nos ha mostrado ausentes de quienes amamos.
Recorramos la brecha de regreso y reencontremos la humanidad de los nuestros.
En algunos hogares se hace diálogo constructivo y eso se evidencia en la calidad de desarrollo humano y cognitivo de los miembros de esas familias.
En otros hogares de relaciones comunicativas y autoritarias el diálogo y el respeto a lo que el otro dice, a lo que el otro siente, pasa a ser poco importante. Esto también se evidencia en la asunción de comportamientos apocados e introvertidos de sus miembros.
Dejemos que los niños y los adolescentes tomen la palabra y se expresen con libertad, que gestionen y propongan el uso del tiempo y la selección de las actividades de su agrado haciendo uso de la propuesta Montessori en el entorno del hogar, entre otras.
Valoremos sus formas diversificadas de interpretar y relacionarse con el mundo y las personas, coadyuvemos al enriquecimiento de sus enfoques y perspectivas.
Apaguemos un poco al rey televisor que mora en el centro de los espacios del hogar y demos voz, prestemos oído a los que no escuchamos nunca.
Apaguemos también el celular para descontaminar nuestras percepciones y nuestra avalancha desinformativa; fortalezcamos el diálogo de pareja y el diálogo entre y con los hijos.
Juguemos y aprendamos juntos. Descubramos la magia de nuestros talentos, compartamos habilidades y regalemos sonrisas y aplausos.
Qué tal si de manera circular aprendemos, nuevos hábitos, nuevos juegos.
Qué tal si reescribimos el contrato familiar de colaboración en las tareas del hogar.
Y cuando encendamos los aparatos. Qué tal si vemos y analizamos juntos una película, que tal si escuchamos juntos una canción y conversamos de su contenido. Qué tal si a las nuevas generaciones, a quienes por exceso de estimulación se les dificulta escuchar buena música les compartimos de manera intercalada una buena melodía de música clásica como tal vez La Primavera de Vivaldi.
Qué tal si ellos se convierten en nuestros mentores en los lenguajes digitales.
Tenemos que aprender a convivir y a comunicarnos las por los menos dos generaciones que concurren en el espacio del hogar que hoy compartimos día y noche por razones de cuarentena y de aislamiento social.
Hoy comprobamos en carne propia que las casitas en las que vivimos sólo están fabricadas para la convivencia de tiempo parcial.
Pese a esto que tal si volvemos a las historias y los cuentos contados a media luz o en la semiobscuridad.
Qué tal si descubrimos la belleza mutua de nuestras voces.
Estos días de quedarse en casa tal vez representen la oportunidad de estrechar los lazos que la cotidianidad ha debilitado por razones de escuela o laborales de distinto tipo.
Estar juntos no es suficiente para establecer relaciones humanas positivas o de sana convivencia. Ser y estar juntos es un reto.
Aprendamos a hacerlo.
Tal vez el principio más importante en este propósito sea escuchar al otro.
No dar por supuesto formas de pensar del otro, no juzgar, escuchar la palabra, decodificar el relato, el mensaje, la duda, la solución que se comparte.
En la calle, en la sociedad, en la escuela y en la familia la violencia real o simbólica nos ha distanciado del otro, nos ha dificultado el necesario encuentro humano.
Dialoguemos.
Maticemos un poco el fuerte impulso de abrazar y contactar físicamente que la cultura nuestra tiene como característica.
Ahora el Coronavirus nos distancia físicamente del otro tan solo por razones de salud. Seamos creativos en nuestras formas de expresión del amor con toda su carga afectiva y simbólica que nos edifica.
La otredad se convierte en reconocimiento deseable en tanto el otro no sea un transmisor de enfermedades a través de estornudos y tos. Estar lejos del otro es una práctica del amor filial.
Respetemos al otro, humanicemos el trato con los familiares de mayor riesgo por rango de edad o de historia clínica.
En casa es tiempo de aprender la práctica de la corresponsabilidad y ser solidarios como lo hemos sido en las grandes ocasiones.
Es tiempo de disminuir el conflicto y la discusión estéril en el hogar.
Es tiempo de reaprender la convivencia social que surgirá nutrida de esta emergencia sanitaria que padecemos.
Al correr de los días tal vez podamos concluir como lo hizo Camus en su libro de La Peste que en el hombre hay más cosas dignas de admiración que de desprecio.

*Doctor en educación. Profesor normalista de educación básica. [email protected]

Comentarios
  • Griselda Gómez

    Qué gran oportunidad de desarrollar la creatividad en con vivencia familiar, si al menos se pudieran practicar algunas de las sugerencias y estrategias didácticas propuestas en tu artículo, las familias saldrían fortalecidas en valores y en unión .
    Me gusta mucho cuando describes: “Somos familia, somos parte de un árbol genealógico, pero tal vez los muros y las brechas que hemos construido en la gesta de la posmodernidad nos ha hecho ajenos, desconocidos, nos ha mostrado ausentes de quienes amamos.”
    Qué maravillosa utopía ,
    La familia es la que uno elegimos como tal .
    Felicidades por el artículo , como siempre tocando puntos neurálgicos para la educación de los alumnos . Gracias por la recomendación de Camus, tengo en la lista su lectura.

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