Plan para hacernos más tontos
Luis Rodolfo Morán Quiroz*
Las pantallas, a las que nos hemos hecho tan adictos desde el siglo pasado y de las que en este siglo incluso nos hemos hecho dependientes, nos ofrecen un flujo continuo de información, diversión y entretenimiento. En esta pandemia, el uso de internet se ha tornado más predominante que el traslado de las personas. La mayor cantidad de tiempo que pasamos en procurar distancia física respecto a los seres humanos se ha expresado en una mayor cantidad de interacciones virtuales. Adicionalmente, muchas personas han aumentado su tiempo de exposición a entretenimientos visuales, desde videojuegos, documentales, instrucciones para realizar distintos procedimientos, hasta noticias y transmisión de instrucciones oficiales y extraoficiales que se contradicen entre sí.
En esta pandemia, ha sido notable la queja de muchos de nuestros conocidos acerca de que el encierro ha tenido como consecuencia el aumento de pesos y tallas en casi todos nosotros. La cantidad de tiempo dedicado a las pantallas parece haber absorbido la cantidad de tiempo que, en nuestras vidas habituales, utilizamos en movernos por los espacios públicos. Y ha significado que estemos más sedentarios.
Desafortunadamente, en nuestras sociedades hemos aprovechado las tecnologías para la movilidad y para la comunicación a tal grado que, ahora que tenemos movilidad restringida para evitar contagiarnos con coronavirus, hemos olvidado la importancia de la actividad física. Siendo la escuela uno de los pocos ámbitos en donde se enfatizaba el movimiento corporal, en las escasas oportunidades de la asignatura de educación física, muchos de los niños en nuestras sociedades acumulan ya varias semanas con escaso movimiento, ya no se diga deportes.
En nuestro país, muchos niños carecen de la posibilidad de comunicarse con sus compañeros de escuela o de tener sesiones virtuales; mientras que la cifra de aquellos en cuyas familias se cuenta con teléfonos celulares no es de la misma magnitud y, de alguna manera, a pesar de que extrañen a sus compañeros de escuela, pueden acceder a algunas formas de entretenimiento por internet. De esta forma, el acceso a actividades conjuntas, entre ellas las sesiones de educación física, se ha reducido para muchos de los niños al mismo tiempo que su acceso a pantallas ha aumentado.
Habrá que reconocer que la pandemia podría verse como un equivalente a un plan para hacernos más tontos, por los efectos distractores de las pantallas y su enorme oferta de formas de escapar del mundo inmediato. Por otro lado, la distancia física que ejercemos respecto a los demás nos obliga a reducir nuestras actividades de interacción y también los movimientos para trasladarnos, al menos, de nuestras casas a las escuelas. La constante atención que prestamos a las pantallas significará que, en los meses por venir, se vean reducidos los beneficios de la oxigenación y fortalecimiento de nuestros cuerpos que significa la actividad física cotidiana. De no atender a la urgente necesidad de movernos, estemos o no en las escuelas, la reducción en nuestras capacidades intelectuales y nuestras habilidades físicas nos harán aun más vulnerables a las enfermedades y a las influencias de las noticias e informaciones falsas.
*Doctor en Ciencias Sociales. Profesor del Departamento de Sociología del CUCSH de la UdeG. [email protected]