Perros en la calle
Carlos Arturo Espadas Interián*
Las asociaciones civiles dedicadas a rescatar, atender, cuidar, generar procesos de adopción y legales, gestoría de recursos y, lo más importante: dar un poco de amor a perros que por lo general han sido maltratados, pasado hambre, vivido a la intemperie y en condiciones insalubres, entre otras; ya no se dan abasto.
Organismos de sostenimiento público que realizan las mismas acciones o parecidas, que han cambiado de nombre con el tiempo: perrera, control canino y centro de atención animal, entre otros; tampoco.
La cantidad de perros en las calles, sea porque viven en ellas, porque son sacados durante el día o porque las puertas de sus casas están abiertas y regresan por las noches o cuando se sienten en peligro, va continuamente en aumento.
Los recursos económicos y de personal no son suficientes para atenderlos. Con ello incrementan situaciones de contaminación sanitaria como heces fecales, orines, garrapatas, pulgas, rabia, animales en descomposición en vía pública, entre otros; riesgos a la seguridad como mordidas, peleas entre ellos y demás; lo importante es generar un estado natural de las cosas, normalizar la violencia hacia ellos por parte de algunas personas y el hecho de verlos en las calles.
Sin duda, la educación puede hacer mucho para contribuir a cambiar y reducir este fenómeno social; sin embargo, sola no puede hacer mucho.
Las condiciones en las que vive la gran parte de las familias en México son lamentables: casas pequeñas que generan hacinamiento, salarios que no alcanzan para alimentarse sanamente… En esas condiciones las familias tienden a intentar vivir de forma normal, aspiran a acceder a condiciones mínimas a las que todo ser humano debería tener.
Por ejemplo, el contacto con la naturaleza que implicaría un jardín en sus casas o en su fraccionamiento, pero se debaten entre el espacio y el disfrute estético que se ve imposibilitado. Algunas familias colocan macetas que, por el espacio, lejos de verse estéticas, contribuyen al amontonamiento en las casas.
Tener al cuidado un ser vivo, como es el caso de mascotas y en este caso los perros, es un sentimiento que experimenta el ser humano, sobre todo en su infancia, cuando se ve movido a tener cerca un ser vivo de otra especie con quien convivir, cuidar y compartir. Resulta que el espacio reducido impide tenerlos de forma digna, el dinero no alcanza para alimentarlos… En general, cada situación adquiere configuraciones diferenciales; sin embargo, el común denominador es el mismo: no es únicamente falta de educación, sino una serie de condiciones que orillan sin que el propio ser humano identifique las razones que lo mueven a su actuación: echarlos a la calle o tratarlos de forma inapropiada, puesto que en muchos de los casos, incluso ellos no pueden tener una vida digna.
La solución de quienes no quieren ver el problema en su totalidad es prohibir que gran parte de la humanidad tenga la posibilidad de convivir y cuidar a otros seres vivos, es decir, aplicar leyes que impidan bajo ciertas condiciones tener un perro. Otros buscarán la respuesta en la educación, sin considerar lo demás. Otros más buscarán condiciones dignas para todos, humanos y perros; estos son los menos.
Un perro en la calle es, además de lamentable, más profundo y refleja situaciones en las que incluso se encuentran personas. Por ello, el estremecimiento e indignación de ver un perro en la calle es una señal que recuerda las condiciones que sufren y padecen millones de seres humanos en el mundo.
*Profesor-investigador de la Universidad Pedagógica Nacional, Unidad 113 de León, Gto. cespadas1812@gmail.com
Recupero sus líneas finales. Sin menoscabo de la indignación que está llamada a experimentar cualquier persona en relación al maltrato y/o abandono animal, resulta lamentable la indiferencia con la que asistimos como sociedad en la inacción ante el abandono y/o maltrato de nuestros niños, adultos y ancianos en situación de calle.
Agradezco el tiempo destinado a la lectura del artículo de opinión. Coincidido con Usted. Muchas gracias.