Pensar y re-pensar a las escuelas Normales

 en Andrea Ramírez

Andrea Ramírez Barajas*

El proceso de reforma educativa con sus respectivas turbulencias ha dejado de lado todo lo que implica los cambios en las escuelas Normales. El nuevo gobierno les ha dado voz y oportunidad a que propongan las comunidades normalistas y las propuestas que han surgido, están sobradamente impregnadas del viejo oportunismo.

• Las comunidades normalistas proponen regresar al otorgamiento de la plaza automática para sus egresados sin exámenes de ningún tipo y de manera directa por el sólo hecho de salir de sus espacios de formación.
• Las comunidades normalistas piden (casi exigen) que mejoren las condiciones institucionales de las escuelas, que haya más recursos, más espacios, mayor autonomía y que cese la vigilancia o el control institucional.
• Las comunidades normalistas no explicitan muchos ofrecimientos, sólo que seguirán con su misión de formar docentes, que intentarán hacer investigación y que retoman y reconocen la vigencia de las profundas tradiciones de cultura normalista que data de hace muchos años.

Parece que, en este intercambio de compromisos y expectativas institucionales, en lo que hemos pugnado muchos investigadores desde hace algunos años es que las escuelas Normales de nuestro país (y sobre todo las de Jalisco) requieren cirugía mayor. Si bien el Estado no quiso transformarlas estructuralmente mucho menos desaparecerlas (como ha sucedido en la mayoría de los países del mundo) para evitar riesgos y confrontaciones políticas de diverso tipo, tampoco asumen compromisos serios para su transformación.
Como decían los antiguos aztecas, a las escuelas Normales hay que cambiarles el rostro y el corazón, su misión formativa se ha agotado. En muchas de dichas instituciones, se han prestado para servir como caldo de cultivo para el control sindical y corporativo del SNTE, los nuevos dirigentes charros del SNTE hoy se están formando en alguna de las 444 escuelas Normales del país, el centro y la inspiración a los tentáculos del poder sindical charro, inician desde el ingreso a las escuelas Normales públicas de todo el país.
Actualmente el normalismo ha negado su propia cultura, el compromiso con los sectores sociales, la mística en la acción educativa de estar en donde se necesita, ha dado lugar a formas y estilos de trabajo educativo basados en esquemas burocráticas y en formas glamurosas de educar.
Las jornadas de Observación y Práctica (verdaderos espacios formativos) han sido maquilladas por buscar lugares bonitos, cómodos, que no incomoden a los estudiantes; las zonas rurales, zonas indígenas, zonas de pobreza extrema, zonas de alto riesgo sociocultural prácticamente han quedado al margen de dichas jornadas.
La investigación científica y la generación de conocimientos no es una tarea que se practique con seriedad al interior de las escuelas Normales, la docencia a destajo y la atención de grupos numerosos es la constante, se requiere que las escuelas Normales aprender a pensarse a sí mismas desde adentro del corazón de su tarea.
Si bien, las escuelas Normales continuarán en nuestro país con el monopolio de formación docente, es necesario que dicha tarea la hagan bien. Para ello, deberán reinventarse y mirar el siglo XXI con compromiso, inventiva y frescura institucional.

*Doctora en educación y consultora independiente. [email protected]

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