Oportunistas
Luis Rodolfo Morán Quiroz*
En nuestro idioma tenemos constantes referencias a quienes aprovechan la oportunidad de beneficiarse personalmente de determinadas circunstancias aun cuando no sea de la manera más legal, moral o legítima. Aparte de que “la oportunidad la pintan calva”, que hace pensar en ocasiones moralmente más neutrales, existen dichos como el de “en arca abierta, el más justo peca”, “del árbol caído todos hacen leña”, “la ocasión hace al ladrón” y “a río revuelto, ganancia de pescadores”. El oportunismo, según lo definen los académicos de la lengua, no va más allá de aprovechar al máximo las circunstancias para sacar el mayor beneficio. Aunque bien sabemos que ser oportuno no es lo mismo que ser oportunista.
En buena medida, el oportunismo consiste en aprovecharse de la debilidad, la falta de vigilancia, el descuido, el exceso de confianza, la candidez o la distracción ajenas. En el área de la salud-enfermedad, de la que tanto hemos aprendido durante la pandemia, suele hablarse de microorganismos oportunistas cuando estos invaden a un “huésped” que presenta un descenso en su capacidad inmunitaria. Se ha discutido mucho el oportunismo del VIH (Virus de Inmunodeficiencia Humana), asociado al SIDA (Síndrome de Inmunodeficiencia Adquirida) y ahora hemos sido testigos de cómo el Coronavirus y sus variantes han aprovechado la oportunidad de introducirse en “huéspedes” (que quizá podrían llamarse anfitriones involuntarios) cuyos organismos están comprometidos en otras morbilidades y tienen pocos recursos para defenderse.
El término se utiliza también en ámbitos de la interacción entre humanos: nos hemos enterado de empresas oportunistas que adquieren patentes o a otras organizaciones aprovechando momentos de debilidad financiera o fiscal de esas empresas. Lo sabemos de bancos que nos llaman porque ven que hemos administrado bien nuestros escasos recursos y quieren aprovechar para prestarnos dinero y cobrarnos un titipuchal de intereses; o de bancos que ven que no hemos administrado bien los recursos y quieren “ayudarnos” a salir de nuestras deudas con un préstamo supuestamente más barato que los que ya nos tienen apretados del cogote. Lo sabemos de los regímenes fiscales que ofrecen la posibilidad de pagar ahora las contribuciones al tesoro público antes de que se conviertan en recargos financieros y en cargos penales. Nos enteramos de supuestas “parejas sentimentales” que aprovechan la debilidad de sus almas gemelas para deshacer la sociedad, el concubinato o la relación afectiva, al saltar a una rama más alta en la flora de las relaciones sentimentales posibles. Hemos escuchado de supuestas amistades que esquilman de sus recursos a otras personas mientras “cuidan” que nadie se los robe.
En el contexto de las instituciones educativas, hemos sabido de algunos docentes o funcionarios que aprovechan la oportunidad de que ejercen algún supuesto poder para intercambiar favores laborales, sexuales o materiales con otros trabajadores o estudiantes, a cambio de salir beneficiados con algún puesto, nombramiento, gratificación o calificación. En varios casos, aprovechar la oportunidad es algo recíproco; en otros casos, la necesidad o la pérdida es solo de una de las partes: el oportunista aprovecha un momento de necesidad o vulnerabilidad para esquilmar a otras personas. Así como el ladrón aprovecha para apropiarse de la propiedad ajena en algún momento de descuido. Estos tiempos de crisis se han convertido en ocasión para quienes aprovechan las circunstancias para realizar intercambios que dejan mal parado a quien los realiza de buena fe; aunque también lo han sido para identificar a quienes pueden ser solidarios y ofrecer intercambios justos con sus interlocutores.
*Doctor en ciencias sociales. [email protected]