Obedecer
Jaime Navarro Saras*
En estos últimos meses del año el tema de Ayotzinapa acaparó todas las notas en materia educativa y social, el asunto relacionado con los estudiantes llevó a que gobierno mexicano se convirtiera en presa fácil y ser muy dócil ante cualquier manifestación, marcha, paro, saqueo y demás expresiones que tenga que ver con ello directa o indirectamente. De esa actitud autoritaria, arrogante y de ninguneo hacia los marginados, los pobres, los desposeídos, los obreros, los maestros, los estudiantes, las mujeres, los homosexuales… los OTROS y, todos los que no están incluidos en el NOSOTROS: los del poder político, económico, religioso, medios de comunicación, delincuentes, el narco, etcétera, queda muy poco, el gobierno perdió el control del país a pesar de los compromisos, las promesas, el dinero ex profeso para las escuelas normales rurales, el mando único policial y demás. El problema del gobierno es muy grave: la gente dejó de creer…
De pronto y sin que mediara un proceso paulatino sobre los comportamientos sociales, la obediencia se transformó en discrepancia y exigencia. Los estudiantes, esos sujetos sin voz e invisibles en la escuela, la familia y la sociedad, de pronto existen, se expresan, demandan un espacio, se hacen escuchar en sus demandas, intereses y necesidades.
Estas manifestaciones, acuerdos y compromisos, independientemente que hoy se focalizan en las escuelas normales rurales (las urbanas tendrán que esperar su turno, si es que hay un turno), las universidades públicas (salvo la UdeG, que sólo está interesada en su protagonismo), el Politécnico y algunas universidades tecnológicas, de allí en más, tanto las escuelas preparatorias, los bachilleratos y en menor grado las secundarias, aún no se expresan en esta coyuntura de transformación de la nueva imagen de los estudiantes.
El Artículo Tercero Constitucional deja claro lo que se espera de la formación de los mexicanos desde la escuela. Al margen de que la educación tiene que ser laica, gratuita, obligatoria y de calidad, en éste se enfatiza el desarrollo de todas las potencialidades con los valores universales de los mexicanos que se forman. De surtir efecto lo marcado en la Constitución, de seguro eso llevaría a los estudiantes a todo menos a la docilidad y a la obediencia dogmática, que es lo normal en las prácticas de las escuelas y las instituciones sociales. Es mal visto el que discrepa, analiza, critica y propone formas de convivencia incluyentes, democráticas, tolerantes y de pensamiento divergente.
El futuro inmediato para la escuela pública y privada, desde educación básica hasta superior, es centrarse en la formación de estudiantes que debatan, que piensen, que participen en los temas sociales, que dejen de ser invisibles, que exijan derechos negados, que construyan su presente para diseñar un futuro que les dé seguridad social y laboral, que no se callen, que dejen de ser dóciles, que no se dejen engañar con campañas mediáticas de TODO ESTÁ BIEN, que dejen fuera de su diccionario la palabra OBEDECER, sobre todo cuando el que manda no tiene la calidad moral para hacerlo.
*Editor de Educ@rnos. [email protected]
Sólo sabiendo obedecer se puede saber mandar. A veces es indispensable saber obedecer, como necesario también es saber mandar. En otras ocasiones ni mandar ni obedecer es lo que debe mover ¿Cuándo sí o no obedecer? Saber responder esta difícil pregunta es algo que procura autonomía y formas de comportamiento social. bueno eso opino, pero no es más que eso un punto de vista.