Nuevos gobernantes, nueva educación, mismos vicios
Jaime Navarro Saras*
En los últimos 20 años se han suscitado algunas modificaciones e intentos de reformas a la educación, de las más recientes, principalmente la de Enrique Peña Nieto y la de Andrés Manuel López Obrador, se han caracterizado por no cumplir con las expectativas de la sociedad y del magisterio.
La reforma de Peña Nieto intentó, a toda costa, incorporar la evaluación como centro de los procesos, tanto para hacer cambios en las prácticas de los docentes, como elegir a los mejor evaluados (enciclopédicamente hablando y acorde a los conocimientos requeridos por una prueba que dejó de lado la práctica docente y directiva en sí) e incorporarlos al sistema educativo; conforme pasaron los meses, años y calendarios escolares, la perversión de las autoridades se centró en el recorte a la nómina magisterial, el cierre de turnos y escuelas, así como la despersonalización y la eliminación de autoridad de los maestros con respecto a estudiantes, padres de familia y las propias comunidades.
Con la llegada de López Obrador a la presidencia, las cosas no cambiaron mucho, más allá de eliminar el INEE y algunas de sus prácticas, así como impulsar la propuesta educativa de la Nueva Escuela Mexicana (NEM), establecer MEJOREDU (Comisión Nacional para la Mejora Continua de la Educación) y la USICAMM (Unidad del Sistema para la Carrera de las Maestras y Maestros) para la generación de cualquier tipo de promoción o evaluación, ambas proyectos terminaron por no convencer a propios ni a extraños, sobre todo porque la NEM no logró su madurez en el sexenio que está terminando, MEJOREDU no fue referente y mucho menos un medio para la mejora, tal como se prometió, y, la USICAMM, la cual ha sido repudiada por todos, a tal grado que la futura presidente de nuestro país, Claudia Sheinbaum, ya anunció su desaparición a mes y medio de su llegada al gobierno.
Con el anuncio hecho por Sheinbaum Pardo, con relación a el USICAMM (como ella lo nombró), se cumple lo que siempre se ha dicho: las políticas de la educación pública en México son sexenales y de ninguna manera de largo alcance como si lo fue, entre otros y quizás el único que lo ha hecho, el PLAN DE ONCE AÑOS iniciado en 1959, durante el gobierno Adolfo López Mateos y culminado al final del sexenio de Gustavo Díaz Ordaz, teniendo como secretarios de educación a los literatos Jaime Torres Bodet y Agustín Yáñez.
En México, ni siquiera se ha tenido la continuidad con un solo secretario de educación por sexenio desde entonces (salvo los sexenios de Luis Echeverría y Vicente Fox), con Felipe Calderón hubo tres secretarios, al igual que con Peña Nieto y López Obrador (aunque el récord lo tiene Salinas de Gortari con 4), lo cual, de seguro, se repetirá en el gobierno de Claudia Sheinbaum, ya que Mario Delgado, debido a su perfil político e intereses personales, a lo sumo aguantará los primeros tres años del sexenio, cuando no antes, ya que él aspira a la presidencia del país o, como mínimo, a ser gobernador de la Ciudad de México.
Por lo pronto, la USICAMM llegará a su fin, y espera ser sustituida por un modelo a imagen y semejanza de lo que proponga el SNTE y sus alianzas con el gobierno actual (será un tanto parecido a su bisabuela la Carrera Magisterial, mucho de su papá la USICAMM y algunos toques de su abuelo el INEE), lo cual y como han sido este tipo de iniciativas de evaluación y promoción magisterial, tanto el ingreso como la promoción de maestros se verán limitados por el escaso presupuesto que se le destina y, en este sentido, los gobiernos que han ocupado la presidencia en las últimas cuatro décadas no han sido muy generosos ni con el magisterio ni con la educación pública.
*Editor de la Revista Educ@rnos. [email protected]