No tienes pensamiento crítico

 en Rubén Zatarain

Rubén Zatarain Mendoza*

En la película Viaje a Groenlandia dos entrañables amigos parisinos, actores sin éxito, ambos de nombre Thomas, emprenden la aventura de conocer una aldea de Groenlandia.
La película de referencia, del director francés Sebastián Betbeder con los actores Thomas Blanchard y Thomas Scimeca, fue estrenada el 30 de noviembre de 2016.
La visita de los dos amigos se da en el contexto del reencuentro de uno de ellos con su padre, habitante de una aldea de la etnia Inuit, desde hace 20 años. Un divorcio, un reacomodo de expectativas y modelo de vida como telón de fondo en la decisión del padre de instalarse en aquel remoto lugar.
La visita hace imaginar un estilo de vida lejano incluyendo cazar focas -crueldad de sobrevivencia-, caminar y trotar por una orografía de hielos permanentes.
El ruido de las aspas del helicóptero, las maletas arrastradas sobre la nieve y la cabaña son el escenario mínimo y el pretexto propicio para el periplo y la respuesta a una de sus preguntas iniciales ¿qué hacemos aquí?
Aunque la intención no es hacer una reseña ampliada de la cinta es de apuntar que la magistral actuación de los dos amigos, casi en estado onírico, representan la capacidad de diálogo y comunicación, la comunicación paraverbal, y la ausencia entre compas del típico “juego de manos es de villanos”.
En algún punto de la interacción, en diálogo nocturno (con luz solar) de los protagonistas, uno de ellos espeta al otro, libro en manos y pecho, con evidente control de emociones sintomático de aburrimiento: “NO TIENES PENSAMIENTO CRÍTICO”.
Fue un punto de tensión, fue un momento de distanciamiento del diálogo y la escucha entre los dos interlocutores.
La postura de uno es clasificar en la lógica de la lectura de libros, todo lo leído como pobre e irrelevante.
La postura del otro es una especie de bono de ingenuidad de que todo lo leído es positivo.
Este último es evaluado por su amigo como carente de pensamiento crítico y tal juicio lo cimbra.
Valga la referencia de los dos Thomas en la cinta referida como pretexto de reflexión para asumir la necesidad de materializar formación objetiva sobre los temas siempre relevantes de la formación del pensamiento científico y el subsecuente estadio de pensamiento crítico a través de la educación formal.
Con el tipo de prácticas pedagógicas en la escuela formal, ahora con respiración pulmonar de virtualidad, no sabemos cuánto pensamiento científico formamos a través del verbo-palabra oral y a través de la representación visual de la información con pretensiones de riqueza expresiva, pero con limitada capacidad de enlace con los perceptores a través del classroom, el webinar u otros recursos tecnológicos.
No sabemos tampoco cuánto de la palabra dicha es procesada por el destinatario, cuánta comprensión genera y cuánto aprendizaje real se cristaliza en estructuras sólidas de desarrollo intelectual.
Tampoco sabemos qué tipo de sujetos son los más participativos con estas mediaciones y si los procesos que vivencia cada uno sigue la ruta de aprendizajes esperados señalados programáticamente.
No es fácil tampoco identificar las prácticas docentes exitosas que desde atrás de las cámaras promueven las transformaciones esperadas y el tipo de caminos por andar para la construcción de la autonomía cognitiva aspirada y el arribo al desarrollo del pensamiento crítico deseado.
El pensamiento crítico como objeto de deseo de los procesos educativos, como un objetivo de largo alcance que no se logra con piezas sueltas de un rompecabezas de habilidades de pensamiento o de aprendizajes ordenados como chaquiras en una pequeña cuerda; los constitutivos del pensamiento crítico implican mucho trabajo de sistematización, de integración de conocimientos, de razonamiento abstracto, de métodos de búsqueda independientes y de capacidad de síntesis y evaluación.
Alienación digital como riesgo de la pedagogía de la pandemia; creación de un mercado de consumidores cautivos acríticos, espectadores y dependientes tecnológicos de pseudoconcreción de aprendizajes, tal vez sean los rostros de una crisis profunda del tema educativo de las nuevas generaciones.
Incapacidad de gestión de la emergencia pedagógica y simulación extrema de los cuadros y burocracias que diseñan y toman decisiones con recurrencia semanal e ineficacia permanente.
Juegos simbólicos de diagnósticos socioemocionales que como antigua fotografía de blanco y negro ilustra tenuamente a toro pasado una estampa de los sentimientos líquidos de los inteligentes emocionales en formación.
Simuladores de supina ignorancia hábiles en la construcción de fichas de CTEs, coloridas y autoritarias que imponen agenda, atan el diálogo profesional necesario y juegan al sudoku conceptual irrelevante cada sesión intensiva u ordinaria.
Juegos simbólicos academicistas obsesivos de la sistematización cuando la práctica docente de toda la educación básica no habla lo suficiente para atender sus necesidades; cuando las condiciones materiales de aulas y escuelas vandalizadas, engañadas por gestores visitantes de cuello blanco, no resuelven ni las carencias de cable eléctrico.
Fríos glaciales de una gestión educativa sin idea ni propuesta en la parte alta de un sexenio oferente de retórica, de una nueva escuela que ya envejeció sin las etapas de niñez y adolescencia del proyecto educativo, Mesías prometido copiado para salir del paso por una refundación descolorida licitada, incapaz de convocar ni a sus propios docentes y académicos para hacer proyecto educativo de vicaría consistencia.
Groenlandia y la metáfora y los recursos del cine, la expresión del frío, de la ausencia de calor, un viaje con los actores y hacedores de la película a temas como el suicidio infantil por las realidades imaginarias del Facebook y las redes sociales.
Groenlandia como metáfora, la amenaza del frío, del contagio Ómicron, la pedagogía invernal de días de largas noches.
La amenaza del hacer a ciegas en el tema educativo, sin pensamiento crítico y racionalidad, sin sistema; el frío glacial de una generación de niños, niñas y adolescentes que esperan, mientras desde el centro se hacen los tanteos e improvisaciones.
La pandemia que amenaza, que nos ha enfermado algo más que los pulmones.
2022, los días corrientes de actividades educativas presenciales en emergencia y ausentismo; días de ensayo presupuestal para contratar las voces fenicias para la chapa de academia colorida como desvanecimiento de la esperanza de cambio y liderazgo, caminar sobre hielo para asesinar las focas y ponerles hielo en la boca para que no tengan sed en el más allá.
“No tienes pensamiento crítico” dice Thomas a su querido amigo.
La representación, la actuación, no tener pensamiento crítico es sintomático de las debilidades de una moderna ciudadanía.
Pretender educación de calidad y no generar pensamiento científico y crítico parece paradójico, tocar apenas el iceberg de una problemática.
A formar y re-formar lo necesario.

*Doctor en educación. Profesor normalista de educación básica. [email protected]

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