Malnutrición y bajo rendimiento escolar
Yolanda Feria-Cuevas*
Nuestro cerebro es uno de los órganos que más consume energía para funcionar de manera óptima. Aunque su peso representa el 2% del peso corporal total, consume entre el 20 y el 30 % de las calorías que ingerimos, es así que si los requerimientos energéticos y nutricionales no son los adecuados, las funciones cognitivas tampoco lo serán.
La desnutrición, especialmente durante los primeros años de vida, implica un menor crecimiento del cerebro y un deficiente desarrollo intelectual. Lo anterior debido a que si se sufre de malnutrición a una edad temprana, disminuye la tasa de división celular en el cerebro, se reducen la mielinización y la neurogénesis, la migración celular y su diferenciación.
Sin embargo, existen factores ambientales que también influyen en el desarrollo óptimo del cerebro, por ejemplo los insumos recibidos durante la vida intrauterina tales como la mala alimentación de la madre, el consumo de alcohol, tabaco o drogas e incluso alguna infección viral severa pueden alterar la migración neuronal, provocando algunos tipos de epilepsia, esquizofrenia o retraso mental.
Los primeros modelos de malnutrición infantil tenían en cuenta solo deficiencias cognitivas resultado de daño cerebral, en la actualidad se considera que la malnutrición altera el desarrollo intelectual, los niveles de energía, el desarrollo motor y el crecimiento. Asimismo, se considera que factores ambientales favorables pueden contribuir a disminuir los efectos negativos en el coeficiente intelectual, en el rendimiento escolar y en el desarrollo cerebral, causados por la desnutrición en etapas tempranas de la vida.
El Dr. Jorge Malagón Valdez, neurólogo mexicano y coordinador del Grupo de Estudios de Transtornos del Neurodesarrollo, sugiere que para tener una adecuada salud cerebral es importante “Mantener en equilibrio la ingesta de alimentos ricos en sustancias precursoras de neurotransmisores y vitaminas”, de preferencia obtenidos de fuentes naturales ya que los suplementos alimenticios industrializados, el organismo las absorbe de manera menos eficiente.
En conclusión, el rendimiento escolar es multifactorial y está asociado tanto a factores ambientales como genéticos, por ejemplo: el ambiente familiar, el entorno social, el peso al nacer; la nutrición intrauterina y durante los primeros dos años de vida; el coeficiente intelectual de la mamá, del papá y por supuesto del individuo.
*Profesora-investigadora del Cucba de la UdeG. [email protected]