Luces y sombras para elegir secretario de Educación en Jalisco
Jaime Navarro Saras*
Cada 6 años en Jalisco nos hacemos la misma pregunta en cuanto a las características que debe tener el personaje que dirigirá los servicios educativos de la entidad, principalmente lo que se refiere a la educación pública y, en menor medida, a las demás atribuciones, además de regular la educación privada que se imparte en el estado por las diferentes visiones ideológicas, tanto religiosas como laicas y algunas otras exóticas.
La historia nos ha demostrado que el perfil del personaje no tiene una variable fija, ya que hemos tenido políticos, la gran mayoría; algunos estuvieron en el puesto para obtener otro tipo de aspiraciones dentro de la agenda política; unos más mostraron el cobre al centrar sus intereses en la ambición económica, material y engrosar su colección de mujeres y varones como cualquier jeque de Oriente; los menos tomaron el puesto como un premio a su esfuerzo y dirigir la Secretaría de Educación fue su última actividad en el servicio público; algunos son recordados por su bonhomía, en tanto, la sabiduría y el legado que dejaron aun vive en el recuerdo de las personas que lo rodearon; pero también hubo unos que difícilmente (por no decir imposible) algún día puedan pertenecer al grupo selecto de jaliscienses ilustres y que su efigie esté lúcida y erecta en la Rotonda que se ubica entre las avenidas Alcalde e Hidalgo y las calles Independencia y Belén, incluso que su nombre lo lleve alguna calle, plaza o escuela pública, esos, por fortuna, ya son parte del pasado sombrío de la Secretaría de Educación Jalisco.
Sabemos que la decisión para elegir al secretario de Educación recae en el gobernador en turno; algunos han mantenido la decisión durante los 6 años de la gestión, como el caso del actual secretario; otros más han corregido en el camino hasta 4 veces; uno más cambió a uno y a los meses lo regresó. En esta elección tampoco hay un formato único; sabemos quién empieza el mandato, pero desconocemos quién lo terminará. La decisión fundamental para elegir a un secretario de Educación se debe a intereses de grupos y partidos; en los últimos cinco sexenios ha perdurado el interés de la iniciativa privada; este último sexenio ha sido el más evidente. Todos sabemos que el actual secretario pertenece a una universidad privada y ésta ha sido favorecida con contratos millonarios para la capacitación y actualización de personal de la Secretaría y son quienes han monopolizado los cursos, talleres y diplomados dirigidos a cuerpos directivos, de supervisión y jefes de sector de educación básica.
Es probable que la lógica para la elección de titular de educación perdure por unos años más, porque los políticos de Jalisco son de lento aprendizaje y eso no tiene remedio. Los cambios por lo regular son mínimos, y cuando se realizan son para hacer lo mismo, pero con otras caras, otras mañas y resultados similares, incluso a la baja en calidad y eficiencia.
Educación Jalisco es como una vieja hacienda, donde hay un patrón, pero hay muchos que mandan y mantienen sus cotos de poder, principalmente donde se reparten las plazas, se gestionan los recursos materiales y con la caja del dinero se gasta donde se debe ahorrar y se ahorra donde se debe gastar.
Si la decisión para elegir secretario de Educación fuera por convocatoria, seguramente (desde la visión del magisterio) los requisitos serían los siguientes:
• Que sea egresado de una escuela pública o, por lo menos, que haya pasado por alguna de ellas como estudiante en algún momento de su vida escolar.
• Que haya sido maestro de educación básica, preferentemente de escuelas públicas.
• Que haya participado en la elaboración de planes de estudio y/o en procesos de investigación educativa.
• Que tenga reconocimiento por las comunidades académicas y educativas.
• Que tenga gusto y afición por la lectura y las diferentes manifestaciones de la cultura.
• Que visite escuelas públicas permanentemente y atienda a los maestros en sus requerimientos del día a día.
• Que tenga abiertas sus redes sociales y conteste las peticiones, quejas y demandas de maestros, estudiantes y padres de familia; como tampoco mande hackear páginas y medios de comunicación que no suelen aplaudir (mediante favores) cualquier acción emprendida.
• Que no participe en campañas electorales y mucho menos facilite las cosas para que su personal lo haga en horarios laborales y hasta con recursos de la Secretaría.
• Que facilite las cosas para que los recursos financieros y materiales lleguen a las escuelas de educación básica y que los procesos de capacitación y actualización recaigan en las instituciones de educación superior y el posgrado de la propia Secretaría.
• Que se rodee de directivos de intachable moral y con perfiles académicos reconocidos, principalmente en las subsecretarías y las direcciones de educación básica, media y superior.
• Que se piense en las mujeres como candidatas para dirigir la Secretaría de Educación.
• Que informe permanentemente de los avances y sea autocrítico con lo que se hace bien, con lo que se hace mal y corrija en el corto plazo.
• Que no se autopromueva para otro puesto en la política o que utilice la Secretaría como pasarela para posibles candidatos y hasta para la venta o concesión de algún producto comercial.
• Que establezca los canales de comunicación eficientes con los dirigentes sindicalistas y otros grupos con fuerza entre el magisterio, y así tomar juntos decisiones que mejoren la calidad del servicio, la situación emocional y laboral de los trabajadores de la educación.
• Proporcionar los recursos necesarios para que las escuelas tengan todos los apoyos técnicos, materiales y el personal suficiente que atienda el servicio educativo con calidad y excelencia.
En fin, la lista es interminable; lo único que no queremos es que vuelvan a llegar perfiles de secretarios de Educación lejanos de los maestros y rodeados de aplaudidores y asesores que les presenten una realidad que no existe o le organicen eventos que hasta el mismo Ramses II envidiaría.
Lo cierto es que no aspiramos a tener como secretario de Educación a un candidato al Premio Nobel, tampoco a un SNI III, menos a alguien que haya sido miembro permanente del Cuadro de Honor de la primaria y parte de la escolta todos los lunes en Honores a la Bandera. Queremos a alguien que sepa leer y escribir, que tenga respeto por los maestros y que entienda la función que tienen las escuelas públicas en la sociedad y que no llegue a ocupar el puesto porque es “amigo” del gobernador o la cuota a cobrar de un grupo político, de una red de empresarios o un equipo de esotéricos y expertos de ésos que todavía venden espejitos a cambio de oro. En fin, habrá que esperar la decisión de este gobierno y saber qué tanto le importa la educación a estas autoridades que van a gobernar Jalisco hasta 2030.
*Editor de la Revista Educ@rnos. [email protected]