Los jóvenes y el valor pedagógico de los procesos electorales
Gildardo Meda Amaral*
In memoriam de Eduardo Galeano
Los valores no se enseñan, se practican. Este ha sido un silogismo que ha sido repetido innumerable ocasiones en los espacios educativos y de la sociedad, refiriéndose a que la enseñanza de los valores no tiene similitud con el desarrollo de algunos contenidos de otras asignaturas, como sería el caso de la aritmética, la geometría, la lengua, la ciencia, entre otras más. Hay que predicar con el ejemplo, se dice.
Una cuestión similar ocurre con la participación política y los procesos electorales, en los que la conducta y el desempeño de las instituciones reguladoras y garantes de la impartición, de la justicia y equidad electoral, además de las acciones de partidos políticos, candidatos y representantes de éstos, serán fundamentales para que las nuevas generaciones se apasionen o al menos se interesen en los procesos electorales, la participación social y la democracia.
Es preocupante el ejemplo que se está transmitiendo a los jóvenes. Cómo explicarles que la política, en su sentido tradicional del término es la búsqueda del bien común, del bien del ciudadano, cuando vemos a partidos políticos y candidatos estar sistemáticamente violentando la regulación electoral; a un partido político ser amonestado y sancionado económicamente por el Instituto Nacional Electoral y a pesar de ello, continuar con las prácticas que fueron motivo de las sanciones y que, en una democracia que se respete, llevarían a la pérdida de su registro; a un candidato que al querer promocionarse hasta en la sopa, recurre a la contratación de un verdadero ejército de brigadistas y propaganda electoral, que a todas luces rebasa el tope de gastos de campaña, pero las autoridades electorales permiten; a partidos políticos y candidatos repartir ilegalmente despensas y monederos electrónicos para garantizar el voto de los electores; a un magistrado, quien debe ser ejemplo de la observancia de la ley y de la pulcritud jurídica, entrometerse abiertamente apoyando a un candidato a la alcaldía de Guadalajara, mencionando que el Tribunal Electoral Federal está apoyando a su partido en ese fin, ya que sabe que perder la alcaldía de Guadalajara y del área metropolitana significaría que las posibilidades de que su hijo (el gobernador de Jalisco) aparezca en las boletas electorales del 2018 para elegir presidente de la república, se irían al traste; el que se recurra a la calumnia y a la diatriba, a la guerra sucia, en la que se privilegia la descalificación del otro antes que la propuesta propia. En fin, son muchos los ejemplos, o más bien dicho los contraejemplos de lo que no deben ser los procesos electorales y que forman parte de nuestra cotidianidad.
Ese es, tristemente, nuestro panorama. Por eso, debemos reconocer que el interés o el desgano que tengan los jóvenes por los problemas de la sociedad, por la participación social o política, no es responsabilidad exclusiva de ellos, sino también de las generaciones adultas que no estamos enseñando con el ejemplo.
Para otra ocasión, antes de criticar a los jóvenes por actuar con desgano ante los problemas sociales y que no se interesen por su comunidad, antes de levantar nuestro dedo flamígero contra ellos, revisémonos para ver qué tanto hacemos por limpiar nuestro borrascoso ejercicio de la democracia.
*Profesor–investigador de la Universidad Pedagógica Nacional, Unidad Tlaquepaque. [email protected]
Además de ese contra ejemplo estamos aniquilando la esperanza en ellos de que exista solución a tanta descomposición que afecta la posibilidad de construir una mejor ciudadanía
Así es mi estimado Juan Carlos, desafortunadamente esa es la realidad. Urge hacer algo para recuperar a los jóvenes y su interés por los temas sociales.
Gracias por el comentario
Excelente su artículo.Y es ahora cuando con la bendita reforma,nos endilgan el trabajo con la cuarta prioridad como la panacea para sanear el grado de descomposición social que vivimos.Y somos como siempre los maestros los indicados para hacerlo,más no entiende el gobierno que los valores se viven y se practican y los niños y jóvenes necesitan el ejemplo de los adultos.Es deplorable la situación política y social que vivimos.De ahí la indiferencia de muchos para hacer algo que incida positivamente.En esta partidocracia los únicos que ganan son los partidos y quienes los crean.Corrupción en todas sus manifestaciones.
Agradezco sus comentarios. Efectivamente, son múltiples las actividades que se descansan en la escuela que provocan una especie de agobio entre el profesorado. Debemos asumir la práctica de los valores y de la democracia de manera colectiva, sin ambages y sin dementar la responsabilidad que nos toca a cada quien. De nueva cuenta, muchas gracias Avelina por tu comentario.
He leído cosas muy buenas de Gildardo, pero no puedo compartir la frase o el dicho “los valores se practican, no se enseñan”. Es flagrante el equívoco que conlleva esa idea. Aunque los valores en la escuela primaria y secundaria responden a cierta “arbitrariedad cultural” del profesor, del currículum y de la institución educativa -además no puede ser de otra manera- es evidente que los valores, por ejemplo, de la solidaridad, la democracia, la tolerancia, la pluralidad de ideas, el humanismo, el amor y la amistad, el espacio público, la responsabilidad y disciplina, etc., deben ser pensados, discutidos y evaluados en todo salón de clases. Obviamente que ese pensar y ese discutir en cada nivel educativo -desde la primaria hasta la educación superior- demandará técnicas y métodos muy distintos. Toda enseñanza debe llevar esta impronta: y tú qué piensas. Sea conocimiento social o conocimiento de las ciencias naturales y formales. Saludos.
Muy complacido de recibir tus observaciones Manuel. Cuánto tiempo sin vernos carajo! Efectivamente, los valores se establezcan en un curriculum de manera arbitraria por parte de la autoridad o del profesor, pero no debemos perder de vista que en los espacios educativos se dan acciones de resistencia, como lo menciona atinadamente Henry Giroux. Los valores se tienen que discutir colectivamente y la tarea de los maestros es abrir esos espacios para la reflexión. Quise rescatar esa frase sobre todo por enfatizar la necesaria civilidad en nuestras formas de convivencia cotidiana y no dejar que la enseñanza de los valores sea de tipo libresco y alejada de nuestra realidad. Al practicar los valores los estamos transmitiendo. Un saludo