Lo que las drogas nos enseñan
Alma Dzib Goodin*
“Ser drogadicto o vicioso es lo peor que la humanidad puede soportar”. Muchos podrán estar o no de acuerdo con esta idea. En realidad la investigación sobre los efectos de las drogas a nivel cerebral, permiten comprender que éstas emplean mecanismos importantes para la pervivencia de las especies y en este sentido, es posible ver a las personas adictas desde un punto de vista diferente.
Las drogas emplean un sistema llamado de recompensa que el cerebro ha ido perfeccionando a lo largo de su historia. Siendo que existe en muchas otras especies, da muestra de su importancia. Básicamente este mecanismo es el que busca repetir el placer, mismo que se asocia con conductas importantes como alimentarse, el sexo o dormir. Sin estos procesos, las especies no subsistirían, de modo tal que se puede decir que el cerebro necesita actividades placenteras, y evolucionó buscando repetirlas, modelando su necesidad a partir de sustancias que se conocen como neuroquímicos, pero el cerebro no está diseñado para distinguir entre los placeres benéficos y las drogas.
Bajo este contexto, todo aquello que cause placer, identificando éste como una respuesta fisiológica que eleva o inhibe los niveles de tal o cual neuroquímico, puede enganchar la conducta y buscar su repetición. Ejemplos de ello son el café, el chocolate, el alcohol, la nicotina, el juego, los deportes extremos, el sexo…
Sin embargo, no solo hace falta placer, eso es solo la primera parte de toda adicción, la segunda parte es el bloqueo de los sistemas neuroquímicos en el cerebro que evitan ajustar las cantidades adecuadas de neuroquímicos en el cerebro, mismos que se ven alterados cuando se intenta dejar de lado aquello que causa adicción.
Muchos reconocen su adicción a algo, y claman que son capaces de dejarlo en cualquier momento, pero se encuentra que cada año solo el 1% de los adictos al alcohol o a la nicotina son capaces de alejarse de sus efectos.
En este sentido, puede decirse que es casi natural que cualquier persona viva y con su sistema de recompensa intacto caiga en algún tipo de adicción. Es la naturaleza del cerebro, de ahí que se convierta en un problema multifactorial, del cual se conocen bien los ingredientes de riesgo.
Convivir con padres o ambientes familiares donde se haga abuso de alguna sustancia, solo eleva el factor de riesgo a un 50%, con lo que no es posible decir que esto se transmite a nivel genético, pero ha quedado claro que entre más joven se tenga acceso a las drogas, mayor es el riesgo de no poder salir de ellas. Esto es en parte por la bioquímica y la estructura cerebral que tiene periodos críticos, siendo la adolescencia uno de ellos, y en parte porque el autocontrol es un factor determinante para la adquisición de las conductas adictivas.
Por supuesto el mayor factor de riesgo es la facilidad para adquirir las drogas, ya sean permitidas o no. Se sabe que las drogas legales como el alcohol, el café y el tabaco, son las que generan mayor cantidad de adictos, pues son de fácil acceso, sobre todo para los jóvenes, pero existen otras formas inocentes de inicio como la automedicación, que permite el acceso a antidepresivos, barbitúricos o píldoras para el dolor que se suman a la lista de sustancias que se convierten en riesgos para el cerebro.
Otro factor es el estigma que se crea en torno a las personas adictas, pues si bien existen tratamientos exitosos, en cuanto se clasifica de vicioso o drogadicto a alguien se le condena a vivir en soledad el problema, que en realidad cuesta millones al resto de la población, por lo que vale la pena tener campañas permanentes sobre los efectos de las drogas y dejar de lado la condena social.
*Directora del Learning & Neuro-Development Research Center, USA. [email protected]