Libros de texto y NEM (parte I)
Carlos Arturo Espadas Interián*
La educación formal enfocada por objetivo, la cual respondía muy bien a la enseñanza programada y a lo que en ese momento se llamó tecnología educativa, obligaba al magisterio a cuidar las formas, en lo posible, hasta el último detalle y con ello asegurar el logro de lo previsto en los objetivos que a su vez se derivaban de un proyecto educativo nacional.
La planeación era vox lex y servía como indicador para la evaluación del trabajo o práctica profesoral. Ella se tenía como guía, que no referencia, para el desarrollo de las clases y de toda actividad escolar ligada a la práctica docente.
Necesariamente, el profesorado realizaba sus clases y actividades escolares al ritmo que preveía la planeación. Parte de los apoyos estaba en los libros de texto que permitían la realización de la utopía de que en todas las escuelas mexicanas se viera el mismo contenido a la misma hora y de la misma forma.
Jaime Torres Bodet: “Ningún maestro, ninguna escuela, educan más que la vida misma. Y si la escuela educa para la paz, mientras la vida educa para la guerra, no haremos hombres, sino víctimas de la vida”.
Los libros de texto, aunque en su contribución para formar identidad nacional, unificar al país y asegurar un tipo de educación, era claro que no tenían nada qué hacer ante la vida misma, por cierto, al igual que la escuela.
Generalmente, el profesorado atribuye un peso exagerado a la escuela, al igual que los gobiernos, y es un hecho la influencia que tiene la educación formal; sin embargo, no es omnipotente. Puede contribuir a los proyectos de Estado, pero no cuajarlos en soledad.
Ante el ambiente de violencia que la vida estruja en los rostros de la infancia, se le ha atribuido una misión casi en solitario a la escuela, incluso se piensa que con proyectos complementarios con enfoque en la paz se tendrá éxito.
Pero en cuanto al tema que ocupa, al promover el uso de libros de texto, se quedó fijo en el imaginario, práctica y demás componentes del magisterio mexicano que “seguir” el libro de texto significaba estar acorde con lo que el Estado demanda, quizá bajo el pensamiento que mucho daño ha hecho a nuestro país y que reza en los murmullos del pueblo: “el que obedece no se equivoca”.
Así, aún hoy con la Nueva Escuela Mexicana (NEM), el magisterio piensa que debe seguir los libros de texto al pie de la letra y niega el usarlos únicamente como referencia. Hoy la planeación es una propuesta para adecuarse, así, los libros de texto lo son.
La restitución del magisterio como co-diseñadores del currículo necesita formar y modificar visiones de la práctica docente y con ella del mundo. Hemos dicho muchas mentiras al magisterio y al pueblo de México, tantas que el mundo concreto y la “realidad” se están estrellando con nuestra práctica docente: educar para la paz y los libros de texto podrían ser referentes.
Lo único bueno en ambos es que mantienen la esperanza y dan certeza en la práctica docente. La idea es trascender y hoy la NEM dio el primer paso para ello –faltan más– y eso no ha quedado claro para muchos de nosotros.
*Profesor-investigador de la Universidad Pedagógica Nacional Unidad 113 de León, Gto. [email protected]