“Las vacaciones son para los chamacos”

 en Rodolfo Morán Quiroz

Luis Rodolfo Morán Quiroz*

Tal fue la sentencia de mi vecina cuando confirmamos que ella y su marido, al igual que mi esposa y yo, y probablemente otros varios miles de progenitores, estábamos contando los días faltantes para el regreso a clases. De algún modo, quienes además de progenitores somos docentes, contamos el tiempo al revés durante varios periodos del año. Contamos los días que quedan de vacaciones mientras tenemos la obligación de atender de tiempo completo a nuestros propios hijos. Son ya menos las noches de desvelos por su entusiasmo de tener tiempo libre y buena parte de la mañana para dormir y aumentar su estatura corporal gracias a que el sueño es el mejor momento para estimular ese desarrollo. Se acabaron los días de levantarse temprano para salir a las aventuras con los chamacos a parques, museos, casas de sus parientes o amigos.
Y los padres-docentes también contamos a la inversa los días que quedan para que se acaben las clases que impartimos y podamos tener tiempo para ordenar nuestros cajones de ropa, nuestros libros y nuestros asuntos pendientes, además de poder dormir unos pocos minutos más antes de salir a las escuelas propias o de nuestros hijos.
Probablemente algunos de nuestros estudiantes cuenten también los días que quedan de nuestros cursos. La verdad es que yo prefiero que mis estudiantes hagan esa cuenta regresiva con un sentimiento de que es poco lo que queda del curso y que después querrían asistir a otro curso en el que volvamos a discutir y realizar actividades académicas juntos. Y algunos de esos estudiantes estarán en posibilidad de aprender más en parte gracias a las habilidades para el aprendizaje que habrán adquirido, compartido y practicado en nuestras sesiones.
¿Qué tanto estamos dispuestos a que nuestros estudiantes y nuestros propios hijos aprovechen las sesiones de clase en sus escuelas? O, por el contrario, ¿qué tanto estamos contribuyendo a que esos estudiantes vean a los cursos y su asistentcia a las instituciones educativas como una pérdida de tiempo? ¿Contribuimos a que los estudiantes busquen más lecturas e ideas, nuevas formas de plantear y resolver problemas o los acotamos a cumplir con determinados cartabones y los limitamos en sus expresiones o propuestas?
Cuentan de un señor al que sus amigos le regalaron, a manera de crítica, un libro sobre el cultivo de árboles bonsai. El destinatario del regalo no entendió porqué sus críticos y amigos le regalaban ese libro, y alegó que él no era aficionado a ese tipo de pasatiempos. Sus amigos le aclararon: “pero si hemos visto que eso haces con tus hijos: cada brote de iniciativa que muestran, te encargas de cortárselos, y así evitas que crezcan”. ¿Utilizamos, como progenitores, las vacaciones de nuestros hijos para convertirlos en bonsai humanos y en vez de aporvechar el tiempo con ellos les recortamos su creatividad y su espíritu lúdico? ¿Utilizamos, como docentes, las jornadas del ciclo lectivo para limitarlos?
¿O somos capaces de ayudarles a encontrar más opciones, más visiones, más alternativas de resolución de problemas, a abrirles los ojos a la posibilidad de otras realidades posibles en la sociedad, en la escuela, en el barrio y en la familia o grupos en los que se desenvuelven?
En todo caso, no sólo las vacaciones son para los chamacos, también las clases, por más que los docentes siempe aprendamos de ellas, son para los estudiantes.

*Profesor del departamento de sociología del CUCS de la UdeG. rmoranq@gmail.com

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