Las respuestas sobre el origen del universo
Alma Dzib Goodin*
Las preguntas que más veces se ha hecho en la historia de la humanidad son ¿cómo surgió la vida?, ¿de dónde venimos?, ¿cómo comenzó todo? Estas preguntas han dirigido el camino de la ciencia, la filosofía y la religión.
La ciencia ha logrado calcular que el sistema solar se formó hace 4.5 billones de años, y lo hizo gracias a dos humildes componentes: rocas y bacterias.
Las condritas son los sólidos más antiguos de los que se tienen fecha, son ricos en calcio y aluminio, elementos que se formaron hace más o menos 4.5 billones de años y siendo que no se conocen elementos más antiguos, estas rocas han ayudado a definir la edad del sistema solar.
Por otro lado, cuando la pregunta se refiere al origen de la vida, hasta el momento, los primeros vestigios se encuentran en las pequeñas y humildes bacterias, éstas se consideran el primer organismo unicelular conocido sobre la tierra, el cual se piensa que surgió hace 3.5 billones de años. A partir de sus principios biológicos, cambios genéticos multiplicaron las oportunidades de adaptarse al medio, creando nuevas especies. La prueba de que la vida surge de las bacterias es la presencia de éstas en los organismos, incluyendo los humanos. Estudios recientes muestran el papel de las bacterias en procesos clave de la vida humana, como la digestión, las enfermedades mentales y las emociones.
Siendo así, las preguntas más complejas del universo tienen respuestas en los elementos más simples, haciéndonos pensar que los grandes triunfos comenzaron con pasos simples. Siempre hemos escuchado que la única forma de llegar a la cima es dando el primer paso y la lección del cosmos es que todo comenzó con la humilde simplicidad de la combinación de elementos, mismos que más tarde se adaptaron y se diversificaron para una mejor respuesta ante el ambiente.
La educación a diferencia, nos ha llevado a la suposición contraria: todo está hecho, no es posible cambiar, alterar o diversificar. Solo hay una manera de aprender y solo una persona tiene todo el conocimiento. Aun cuando ahora se dice que proceso debe centrarse en el alumno, siguen existiendo medidas de cuanto se sabe y no son propuestas por el alumno, sino por el ejecutor de las ideas educativas, entiéndase el profesor, el Estado o los consorcios internacionales.
No importan las lecciones del universo, la educación no cambia ni se adapta, no se diversifica, no toma pasos pequeños, no comprende al rector del aprendizaje real. Ese ente que se vuelve un depositario de lo que otros dicen que se debe saber, sin oportunidad de aplicar su creatividad o su propia necesidad de adaptar lo que aprende dentro de su entorno. Siempre habrá un ejecutor que decida si alguien sabe, qué sabe, cuánto sabe y si es capaz de ostentar un título que deje saber a otros que sabe algo, no importa si puede o no aplicarlo en la realidad.
El universo, mucho más sensible a los pequeños triunfos, ha permitido los errores, los aprendizajes espontáneos, las lecciones de pervivencia. La prueba es simple: las especies o se adaptan o se mueren, así de simple. No hay segundas oportunidades, no hay espacios artificiales, no hay oportunidad de repetir la experiencia. Pregunten a las especies en extinción, pero si queremos un ejemplo de adaptación, los ojos se dirigen a las bacterias y a los virus, capaces de sobrevivir a todo y a todos. En este sentido queda claro que la mutación es el principio de la evolución y la posibilidad de cambio está presente en cada célula de cada organismo. Cambiar no es malo, cambiar es la clave del éxito.
Es por ello que cuando me preguntan por qué me gusta tanto hablar con los niños y los ancianos, es porque ellos tienen las respuestas para la comprensión del proceso de aprendizaje. La educación no sabe nada de ello, pues basan sus supuestos en modelos artificiales y añejos que no se han adaptado desde sus inicios. Sigue el maestro siendo el servidor de la educación y el alumno sigue siendo alguien a quien se le ha de “enseñar”, no importa si quiere, puede o necesita “aprender”.
Las respuestas están en los entes humildes, a quienes todos menosprecian, quienes no creen tener una voz en todo este embrollo de aprender. Tal como inició el universo, debemos mirar a los orígenes y a donde nos lleva todo el proceso creado de modo artificial. Hasta ahora, todos sabemos el resultado de la educación. El balance no es bueno mientras existan personas que pierden sus sueños, su creatividad y se vuelven en contra de la sociedad que supuestamente les brindaría el camino para encontrar la felicidad.
En medio del debate con la reforma educativa en México, no se mira a los niños y a los ancianos. No hay estudios sociales, no hay ciencia detrás… solo una especie que intenta sobrevivir aun cuando no se ha adaptado.
*Directora del Learning & Neuro-Development Research Center, USA. [email protected]
Querida Alma,
qué gran artículo, te felicito. Esta frase “Cambiar no es malo, cambiar es la clave del éxito”, ¡cuánto fondo tan interesante hay en ella!
Con afecto desde España.
José M. Bautista.