Las ferias de libro para todo público
Miguel Ángel Pérez Reynoso*
Esta semana viene siendo como sucede desde hace treinta años, la semana más importante de la cultura local. La FIL Guadalajara es un espacio especialmente emblemático que sucede en una semana al año. Pero quien piense que una feria del libro nos hace más cultos o mejor lectores está rotundamente equivocado, la FIL de Guadalajara también es un escaparate y es un evento que sirve para la exhibición y el esnobismo.
Las ferias del libro que se hacen en las principales ciudades del mundo (Madrid, Buenos Aires, Barcelona, Fráncfort, El Palacio de Minería de la Ciudad de México, etcétera), están reguladas a partir de las lógicas del mercado junto con tantas cosas más.
Una feria del libro lo que busca es venta, distribución, no lectores, tal vez (desde la industria) primero se piense en consumidores. Los miles de visitantes de esta feria sólo sirven para convertirse en estadística, son jóvenes o adultos semi-analfabetas. Los verdaderos lectores, los lectores críticos, no asisten a la feria, esperan mejores espacios, más acotadas, menos tumultuosos para la reflexión y de selección del material que habrán de leer próximamente, algunos otros buscan aquellos textos que sólo en esta feria se pueden conseguir, algunos más son caza–eventos, es decir, están en los premios, en celebraciones y creen que de esta manera se salta al buen gusto cultural.
El SNTE, por ejemplo, se cree a sí mismo que ya dio un brinco y es un organismo que fomenta la cultura, nada más equivocado, el SNTE sigue siendo una instancia corrupta y corporativa encargada de engañar y mediatizar a los docentes, su apuesta progobiernista, basada en el más descarado oportunismo lo convierte en una agencia poco digna de legitimidad al tener espacios como los de este tipo.
Por eso, las ferias del libro son espacios abiertos para todo mundo desde los más prestigiados escritores de fama mundial hasta los más incautos analfabetas y analfabetas funcionales, que aunque aprendieron a leer en sus años de instrucción básica, no usan la lectura como una forma de vinculación con la realidad, no leen ni el periódico o como decíamos hace muchos años ni la hoja parroquial, entonces, ¿para qué sirven las ferias del libro? Las ferias abren las puertas como un escaparate para exhibirse al lado de otros que también se exhiben igualmente. Existen también los escritores, los que sacan sus libros (aunque tenga solo 20 ejemplares) se trata de que la feria les brinde un espacio y para ello consiguen comentaristas, reseñadores, aplaudidores a modo.
Esta feria nos recuerda año con año que somos cultos una semana solamente, mientras que las 51 restantes las podemos pasar en la ignorancia casi total.
Sin embargo, sería conveniente pensar en los libros y en su fiesta, y en los lectores potenciales que llegarán a serlo para ellos y ellas es esta feria. Es por ello que sigue siendo sugerente que esta feria haga concursos de lectora activa, veloz, que obsequie libros a los que (por motivos económicos no tienen recursos pero si deseo de leer), que las escuelas públicas participen no solo como visitadores que recolectan folletería sino como conocedores de textos y personas que cuestionan y dialogan en torno a la literatura.
La Feria Internacional del libro de Guadalajara llega cada año y se va, es casi lo mismo, es casi todo igual, aunque parezca diferente, ¿cuál es el beneficio cultural que tenemos con una feria de este tipo en nuestro ciudad? Tal vez esto no les interese responder a sus dueños y patrocinadores, ellos están más preocupados en otras cosas, en el capital económico y cultural que les reditúa año con año este evento.
*Doctor en educación. Profesor–investigador de la Unidad 141 de la UPN Guadalajara. [email protected]
A veces es peligroso eligroso generalizar o ver todo de color sepia. Saludos